PSICÓLOGOS Y PSIQUIATRAS DE TRES UNIVERSIDADES SUDAMERICANAS

Crearon una app interactiva contra el abuso sexual infantil

El abuso sexual infantil es una problemática que ha ido extendiéndose a lo largo de los años, ya en 2006 la Organización Mundial de la Salud estimaba que 150 millones de niñas y 73 millones de niños menores de 18 años ha sufrido algún tipo de abuso sexual.
Durante la pandemia por COVID-19, el confinamiento masivo provocó que muchos niños y adolescentes aumenten su tiempo de permanencia frente a las pantallas, lo que los coloca como potenciales víctimas frente a abusadores que se valen de artilugios digitales. Además, el encierro motivó que se incrementen situaciones de abuso sexual intrafamiliar en aquellos grupos primarios con alta vulnerabilidad a este tipo de maltrato.

Respuestas desde la ciencia

Para intentar ponerle un freno a este flagelo, un equipo de psicólogos y psiquiatras de UFLO Universidad (Argentina), la Corporación Universitaria del Caribe – CECAR (Colombia) y la Universidad César Vallejo (Perú) trabaja en la validación de un software interactivo que detecte posibles situaciones de abuso e identifique grados de vulnerabilidad de niños y adolescentes en países sudamericanos.
La gestora del dispositivo NOABS (No al Abuso Sexual Infantil) es Leslie Bravo García, magíster y doctoranda en Psicología, además de docente de la CECAR, quien en 2015 inició un trabajo de campo con ochenta niños de entre 6 y 13 años en una escuela del municipio de Sucre, en Colombia. Con el consentimiento de sus padres, se los capacitó sobre la problemática, para luego realizar un bosquejo de diferentes escenas, ambientes y características en las que podría darse un caso de abuso. El resultado es un videojuego que les brinda herramientas de defensa. “Lo fuimos creando junto a ellos –señala Bravo García a Argentina Investiga–, preguntándoles cómo se imaginaban el juego. Los niños querían que los personajes fueran los mismos niños. Que el protagonista fuera un superhéroe pero niño, y se utiliza un lenguaje muy sencillo, que puede entenderlo tanto un niño pequeño como uno preadolescente”.

El juego

El juego consiste en una serie de niveles donde el niño debe dar una respuesta frente a tres opciones: una negativa, una dudosa y una aceptada. De acuerdo con su respuesta, va avanzando a otras instancias donde se encuentra con ámbitos (social, familiar, educativo, digital) en los que puede producirse un abuso. Se trata de escenas basadas en situaciones reales. Por ejemplo, un adulto en un auto ve un niño caminando por la calle y le dice: “Ven, vamos a dar una vuelta”, entonces, la respuesta puede ser: “Sí, me voy con usted”, “No sé si ir” o “No, no me puedo subir al auto de un extraño”. Si contesta lo deseable, es decir, se niega a subir, se lo premia con una estrella. Al final se obtendrá un puntaje, que diagnosticará el grado de vulnerabilidad y riesgo del niño frente al abuso sexual. Para comprobar la efectividad del instrumento se realizó una muestra con 648 niños de entre 6 y 13 años de diferentes estratos socioeconómicos.
“La segunda parte del NOABS –agrega la especialista– actúa como prevención. Se le indica al niño que en cada estrella ganada, dándole un clip, lo llevará a un vínculo que le permitirá jugar otro juego. En la medida que el niño siga jugando NOABS, va adquiriendo un aprendizaje que le permitirá defenderse del abuso sexual, además de adquirir otras habilidades cognoscitivas. Cuando los niños no están con la mamá, el papá o el cuidador, el abusador aprovecha; entonces, queremos que jugando aprendan a defenderse. Con los niños que dieron respuestas negativas reforzamos la instrucción y nos dimos cuenta de que hay mucha falta de conocimiento sobre qué es el abuso”.
Según diversas investigaciones, hay cuatro condiciones que priman en los casos de abuso: la motivación del abusador, que puede responder a trastornos psicopáticos de personalidad o a situaciones como haber sufrido él mismo un abuso; la habilidad del agresor para superar sus propias inhibiciones, a veces inexistentes por carecer de límites internos en absoluto, o en algunos casos recurriendo al alcohol y/o las drogas; la posibilidad de atravesar la resistencia del niño mediante el uso de violencia, amenaza, engaño y manipulación; y la falta de percepción o, en el peor de los casos, la complicidad consciente o inconsciente de alguno de los cuidadores, por lo que en general el abuso sexual infantil suele ser intrafamiliar, o producto del entorno muy cercano.
Nuestro proyecto se propone investigar la vulnerabilidad de los niños. También acceder a información del entorno, más específicamente a los espacios donde se produce el contacto con el abusador, y en cierta medida a quienes lo realizan e indirectamente a la ausencia de factores de protección”, sostiene Bernardo Kerman, médico psiquiatra infanto-juvenil y doctor en psicología, además de docente y codirector de la Especialización en Psicología Clínica de UFLO Universidad.
A esta institución también pertenece Analía Verónica Losada, doctora en psicología y vicedecana de la Facultad de Psicología y Ciencias Sociales, quien afirma: “A lo largo de casi un siglo de abordaje del abuso sexual infantil se han brindado estrategias de atención, debates acerca de tratamientos eficaces e incluso se les ha dicho a sus niños frases como ‘Tu cuerpo es tuyo y nadie puede tocártelo’. Sin embargo, las investigaciones dan cuenta en la Argentina de una prevalencia promedio de alrededor del 20% en mujeres y casi un 10% en varones. Estos porcentajes no se han modificado con el correr de los años, es decir que lo realizado hasta el momento no ha generado una disminución de la población afectada”.
De este modo, la validación del NOABS –cuya implementación contó con el apoyo del Ministerio de Tecnologías de la Información y Comunicaciones de Colombia– como una herramienta metodológica para diagnosticar vulnerabilidad y riesgo, cobra vital importancia para la prevención del abuso. De acuerdo a los resultados, mediante el diseño de programas de prevención y el seguimiento de profesionales, podrá indagarse acerca de la información y el manejo que los niños tienen frente a las decisiones en una situación riesgosa en la que se ve afectada su sexualidad. En definitiva, para que cuando el niño diga “no”, sea efectivamente “no”. (Fuente: Universidad de Flores)

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