“Pobre rico”

16“Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre en el Reino de los Cielos” – Evangelio Mateo (Mt 19,24) –

Esta frase, tan conocida sobre todo por aquellos que han sido educados bajo los preceptos de los Evangelios, hoy resuena con contundencia en varios ámbitos de nuestra sociedad.
Dejo a los que disfrutan de adentrarse en los recovecos del tiempo, del lenguaje y de sus significados, la investigación sobre la interpretación de esta frase y el momento histórico en que fue dicha.
Mientras tanto, aquí y ahora, desde los actuales parámetros que transitamos en este espacio-tiempo, me parece esclarecedor preguntarse más bien por el significado de estos conceptos. Sobre todo para intentar entender actitudes generalizadas que a simple vista pueden resultar incomprensibles.
¿Qué es ser rico? ¿Qué es ser pobre? ¿Cómo se definen estos conceptos?
El significado de cualquiera de estas palabras origina por oposición la definición de la otra. Rico es el opuesto de pobre y viceversa. Para definir la pobreza no hay nada mejor que escuchar el testimonio de quien la está viviendo. Para ello recurrí al magnífico y muy recomendable documental “HUMAN” de Yann Arthus Bertrand (disponible en youTube), en el que diferentes seres humanos de distintas etnias, culturas, edades, sexo y clase social abordan diversos temas. En un lenguaje muy sencillo y cargado de emoción, un varón tailandés cuenta que la pobreza para él es “no poder alimentarse con lo que le gusta, comprar lo que desea, no poder viajar, no poder planear para el futuro”. Finalmente sintetiza: “Ser pobre es no poder disponer.” Esta definición me pareció contundente y muy clara. Porque si algo caracteriza a la idea de pobreza es la “no disponibilidad” de recursos. Y aquí viene el nudo de la cuestión.
¿Cuáles son los recursos cuya existencia hace que quien los posea tenga “disponibilidad”?
Lo que habitualmente se piensa es en “tener dinero suficiente”. ”Con plata todo se puede”. Entonces, todos los esfuerzos se enfocan en conseguir dinero. Sin embargo, aún cuando se lo consiga, en la mayoría de los casos nunca parece ser suficiente. Así lo demuestra un estudio de la Universidad de Stanford que cité en un artículo anterior (“Transformándonos” – 24-06-2016), en el que se comprobaba que casi la totalidad de la personas luego de salir premiados con la lotería habían regresado a su modo de vida anterior en corto tiempo. Tener dinero no parece ser la solución a los conflictos en la vida. De hecho la polaridad rico/pobre se genera a partir de la idea de que existe un bien escaso. Por lo que “sentirse” pobre puede sucederle a cualquier persona, aún cuando tenga una abultada cuenta bancaria, al sentir una avidez constante por cimentar su seguridad en una suma de dinero que nunca alcanza. Este hecho desmantela la frase tantas veces dicha en tertulias domingueras: “Fulanito no necesita robar porque es rico”. Todo dependerá de la “necesidad” en la que esa persona fundamente su tranquilidad. Esta necesidad será inversamente proporcional a la capacidad que la persona tenga para sentirse segura, completa y feliz. Por lo tanto, mientras menos capaz sea una persona de auto-sustentarse en todos los aspectos de su humanidad, más necesidades tendrá.
Aquí es, justamente, donde se abre una variable extensamente explorada por el marketing y aplicada en la publicidad que día a día condiciona el consumo de gran parte de la humanidad. Se apela a estas necesidades vendiendo “cosas” que simbólicamente aseguran la tranquilidad, el bienestar y la felicidad de las personas.
En este punto es válido recurrir al diccionario para definir los términos capacidad y recursos. “Capacidad” se define como el conjunto de condiciones, cualidades o aptitudes que permiten el desarrollo de algo, el desempeño de una función, el cumplimiento de un cargo. Por su parte, “recursos” es el conjunto de elementos disponibles para resolver una necesidad. De ambas definiciones se desprende claramente la idea de que se puede estar sentado sobre una montaña de “recursos” sin ser “capaz” de utilizarlos para el propio y auténtico desarrollo. Así se continúa atrapado en un “programa” o condicionamiento mental esperando que lleguen los “recursos” o persiguiéndolos y luchando por ellos denodadamente.
La capacidad de darnos cuenta con qué recursos contamos es fundamental. Todos tenemos recursos que son insustituibles. Sólo tenemos que darnos cuenta cuáles son.
¿Cuáles son los “recursos” en los que fundamento mi tranquilidad, bienestar, seguridad y felicidad? La respuesta a esta pregunta nos va a develar el “programa” que nos está operando. De la misma forma que lo vemos en nosotros, podremos ver el “programa” que condiciona al público al que se dirige determinada campaña publicitaria. Esto explica en buena parte el por qué, gente con bajos recursos económicos suele cargar su carrito en el supermercado con artículos caros e innecesarios para una buena alimentación. O más aún, personas que evidentemente no padecen hambre, hagan cola durante horas en un shopping para “aprovechar” una promoción de una hamburguesa a mitad de precio. Desde esta perspectiva es fundamental tomar consciencia de los programas que nos operan para darnos cuenta de dónde están cimentados los valores, principios o creencias que guían nuestra existencia y definen nuestras elecciones.
¿Dónde se hace foco? ¿En los recursos que supuestamente hay que alcanzar o en la capacidad para generar o acceder a los recursos para un verdadero desarrollo humano?
Si la pobreza se define por no poder “disponer”, entonces pobreza es también no disponer de la CAPACIDAD de DARSE CUENTA de los recursos con los que YA disponemos. La riqueza, bien entendida y definida, no es entonces la acumulación obscena de recursos, si no la capacidad para hacer un uso óptimo de aquellos con los que ya se cuenta. Para esto no hay que pedir permiso a nadie. Por eso, re-significando el profundo sentido de la frase dicha por la “diva de los almuerzos”, se comprende por qué “los ricos no piden permiso”.

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