Transformación sustentable, una tarea pendiente

Por Karina Cecuk
Desde hace casi tres décadas, los países que integran la región latinoamericana son conscientes de la necesidad de impulsar una transformación de las estructuras productivas en un marco de progresiva equidad social, que incorpora la dimensión ambiental y geográfico-espacial al proceso de desarrollo. Sin embargo, América Latina no alcanzará los objetivos de desarrollo sustentable de la agenda 2030.
Podríamos aquí citar documentos, informes y tratados que así lo demuestran, pero en lugar de ello preferimos reflexionar acerca de cuánto hemos hecho como sociedad para alcanzar los objetivos de un desarrollo sustentable. Cuánto hemos hecho para revertir las tendencias negativas del agotamiento de los recursos naturales, del creciente deterioro por contaminación y de los desequilibrios globales.
Si observamos con detenimiento la evidencia, todo parece indicar que hemos hecho muy poco por alcanzar aquellos objetivos planteados en los albores del siglo 21. Un factor sobre el que hacen especial hincapié los analistas, es la globalización del poder económico, y cómo esto no tiene su correlato en el poder político que representa los intereses de la sociedad.
Es tiempo de analizar en qué medida las políticas públicas atienden a las demandas de la sociedad, particularmente cuando ya se ha establecido que, para lograr el tan mentado desarrollo sustentable, resulta necesario apuntalarlo con equidad e inclusión social.
Muchas veces se ha mencionado que la evolución de las economías debería darse en un contexto ambientalmente sustentable. Otro factor del proceso de transformación que no se cumple en los hechos.
Si bien se han dado algunos pasos para alcanzar los objetivos de sustentabilidad, es importante que las políticas públicas estén orientadas a promover el desarrollo de la mano de pequeños productores, emprendedores y PyMEs, puesto que las grandes empresas ya iniciaron sus procesos, sin esperar la acción del Estado, en cualquiera de sus niveles.
Vale decir que muchas compañías, no solo en la Patagonia, sino en el mundo, acusaron recibo de la gravedad de los efectos del calentamiento global, y entendieron que era tiempo de iniciar un proceso de transformación en el que inicialmente convivirán, entre otras cosas, fuentes de energía convencionales con las denominadas renovables.
Ya no cabe duda de que la preocupación ambiental es legítima y de sobra justificada, tanto en sociedades desarrolladas como en desarrollo, por ello las políticas públicas deberían estar a la altura de las circunstancias.
El impacto del calentamiento global en la Patagonia, exhibe graves consecuencias sobre el territorio con la reducción de caudales de los ríos, los incendios de bosques y el deshielo de glaciares.
A los fenómenos naturales se agregan los factores humanos, tales como la inadecuada disposición de residuos, y el mal aprovechamiento de la tierra para la producción de alimentos a baja escala.
El reciclado o reutilización de los residuos, es una herramienta fundamental en el proceso de transformación sustentable. El uso racional del agua, no solo en las zonas urbanizadas sino también en el ámbito rural con nuevos métodos de riego, es otro aspecto que puede producir un cambio sustancial en el actual escenario.
La cría de ganado a corral, y planes de gestión de especies autóctonas y áreas protegidas, incluso en el lecho marino, son solo algunas de las acciones concretas que se pueden llevar adelante entre el Estado, las empresas y la comunidad, para alcanzar mejores estándares en materia ambiental.
He aquí que los diagnósticos ya son por demás conocidos, y aún así los científicos de la región siguen aportando datos actualizados para que no haya dudas acerca de cuál es la situación que atraviesa la Patagonia en torno al cambio climático. Es tiempo de dar solución a los problemas, y para ello se requiere del compromiso de todos, sin distinción político partidaria, y todas las provincias de la región comprometidas en la faena.