PARTICIPACIÓN DEL CONICET EN ESTUDIO INTERNACIONAL

Cómo llegaron los caballos a los pueblos originarios


Todos los equinos modernos descienden del género Equus, que evolucionó en Norteamérica hace unos cuatro millones de años. Se dispersaron por Bering a Eurasia, luego a África y se extinguieron, en América, a fines del Pleistoceno (hace 12 mil años aproximadamente). En América del Norte los primeros caballos en volver al continente fueron traídos por Hernán Cortés en 1519.
Ahora, un estudio internacional que contó con la participación de un investigador del CONICET y que es tapa de la prestigiosa revista Science, demuestra que los grupos cazadores recolectores de América del Norte incorporaron plenamente el uso del caballo desde mediados del siglo XVII (al menos medio siglo antes de lo que se pensaba), y que los mismos llegaron, muy posiblemente, a través de redes de intercambio desde lo que actualmente es el sur de los Estados Unidos y de una manera rápida. A la vez, el trabajo señala que genéticamente estos caballos son afines a los ibéricos, con aportes posteriores de caballos británicos y que no hay señal alguna que relacione a esos caballos con los llevados por los vikingos a Groenlandia.

El informe

Los resultados del trabajo, conducidos por el William Taylor (Universidad de Colorado, Boulder), son directamente pertinentes para las Grandes Llanuras y el sector norte de las montañas Rocosas, en Norteamérica. “El trabajo revela que antes de la llegada a esa región de exploradores y viajeros durante el siglo XVIII, los caballos ya formaban parte de la cultura de las sociedades cazadoras recolectoras, tal como se refleja en el cuidado de tropillas, la movilidad y las prácticas ceremoniales”, destaca Juan Bautista Belardi, uno de los autores del trabajo e investigador del CONICET en el Centro de Investigación y Transferencia Santa Cruz (CIT-SC, CONICET-UTN-UNPA) con sede en Rio Gallegos, Provincia de Santa Cruz.
Para el estudio, Belardi aportó resultados de estudios realizados con colegas de la Universidad Nacional de la Patagonia Austral (UNPA) y del CONICET y basados en el análisis de muestras de restos de caballos obtenidos en sitios arqueológicos de las cuencas de los ríos Gallegos y Coyle (provincia de Santa Cruz) que se emplearon de forma comparativa, tanto desde el punto de vista cronológico como genético.
Los resultados del estudio también se lograron mediante la excavación de sitios arqueológicos y se analizaron colecciones de museos que contienen huesos de caballos para datar y sobre los cuales también realizar estudios genéticos e isotópicos.

El rol de los caballos en pueblos indígenas

Los caballos cambiaron las estrategias de movilidad ya que hicieron que las poblaciones cazadoras recolectoras pudieran residir en un lugar por más tiempo ampliando sus rangos de acción, explica Belardi, especialista en Arqueología de poblaciones cazadoras recolectoras de Patagonia. Y continúa: “Facilitaron la caza (bisontes en América del Norte y guanacos y choiques en Patagonia), los desplazamientos y el transporte, por ejemplo, de viviendas como tipis (en América del Norte) y toldos (en Patagonia). Fueron también una nueva fuente de alimentos y materias primas. En definitiva, implicaron un gran cambio tecnológico y social”.
A la vez, el estudio internacional, del que participó el investigador del CONICET, incorporó las opiniones y tradiciones orales de poblaciones nativas americanas como en el caso de jefes y ancianos Lakota (muchos de ellos coautores del trabajo) quienes sostienen que los caballos han sido parte de su pueblo mucho antes de que otras culturas vinieran a sus tierras. “Es un caso de trabajo no solo interdisciplinario sino de colaboración entre distintas universidades e institutos de investigación de América, Europa y Asia y también de diferentes cosmovisiones”, destaca Belardi, también profesor de la UNPA e integrante del Laboratorio de arqueología Dr. Luis A, Borrero (LALAB) en el CIT-SC.

Equinos en la Patagonia

Desde el sur de la Patagonia, Belardi destaca que los resultados del estudio descrito en Science brindan un amplio modelo comparativo para evaluar similitudes y diferencias en cuanto a los tiempos y mecanismos de adopción de los caballos por los cazadores, a la vez que permiten discutir en un marco mayor el impacto cultural de esta incorporación. “Hay que considerar que los caballos que se registran en los sitios arqueológicos de Patagonia provendrían de aquellos introducidos con los eventos fundacionales de la ciudad de Buenos Aires, en 1536 (Pedro de Mendoza) y en 1580 (Juan de Garay). Hacia 1741 ya hay registro histórico de cazadores de a caballo en cabo Vírgenes (boca oriental del estrecho de Magallanes)”, indica.
En la cuenca del río Gallegos, Belardi y colegas están realizando trabajos arqueológicos en el sitio Chorrillo Grande 1, ubicado sobre el cañadón Mack Aike, que tiene cronologías en torno a los últimos 250 años. Allí, además de restos de caballo, se registraron otros de guanaco y choique junto con artefactos líticos (núcleos, lascas, raederas, raspadores y puntas líticas), artefactos de vidrio (cuentas y raspadores) y de metal (adornos y fragmentos indeterminados). “Habría funcionado como un campamento Tehuelche (Aonikenk) cuyos restos arqueológicos presentan similitudes en los tipos de artefactos y materias primas con otros sitios también interpretados como campamentos tehuelches de espacios cercanos de Chile, en el valle del río Zurdo y Dinamarquero”, destaca el investigador.
“Una importante característica en común de estos tres sitios es la selección de grandes cañadones que proveen agua y pasturas para los caballos y protección general para el asentamiento. Los trabajos en curso aportarán a la comprensión de estos momentos tardíos de trayectorias de poblaciones cazadoras recolectoras sujetas a rápidos procesos de cambio por el acceso a nuevos bienes y la fuerte presión ejercida por las poblaciones criollo-europeas que están ocupando sus espacios”, explica Belardi quien trabaja en esos proyectos con Flavia Carballo Marina, Patricia Campan y Andrés Iparraguirre (UNPA-UARG-CONICET); María Amelia Gutiérrez, Agustina Massigoge, María Clara Álvarez, Luciana Stoessel y Cristian Kaufman (INCUAPA-CONICET – UNICEN); Luis A. Borrero (UBA-CONICET) y Sabrina Leonardt (INAPL), en el marco de proyectos UNPA, UNICEN y la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación (Agencia I+D+i).
Los proyectos incorporan la discusión de los sitios de momentos de contacto entre poblaciones nativas y criollo-europeas a un marco mayor de uso del espacio regional desde los momentos iniciales del poblamiento humano del sur de Patagonia y tienen un fuerte componente de estudios tafonómicos focalizados sobre las poblaciones actuales de guanacos (presa principal de las poblaciones cazadoras del interior de Patagonia).
“Es clara la importancia que tienen las investigaciones arqueológicas para modelar y comprender las relaciones entre poblaciones humanas y fauna a través del tiempo y el aporte que se puede realizar desde nuestro país a discusiones de escala global”, concluye Belardi. (Fuente: CONICET)

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