HISTORIAS CURIOSAS PARA CONTAR EN DÍAS DE LLUVIA

Un clip es la base de la fortuna… ajena

Una historia interesante a la hora que las conversaciones van decayendo y ya hablar de Bush se hace monotemático, son los increíbles cuentos de gente que, a través de internet, se llenaron y se llenan de rublos, dracmas, liras y dólares. No voy a caer en la fácil tarea de enumerar páginas comerciales exitosas, esas no son las que me interesan, sino aquellas de gente que con una idea estúpida de repente cambiaron su vida y cuando uno las escucha piensa, “¿y cómo cornos no se me ocurrió a mí, eh?
Acá les voy a dejar dos.
La más conocida y, por ende, la más copiada, pero nunca con el mismo éxito, es lo de la página del millón de dólares. La idea es así, para hacerla fácilmente entendible; la pantalla de un monitor de computadora se divide en píxeles, tantos píxeles de alto por otros tantos de ancho, por eso se dice que una pantalla puede tener 800×600 píxeles o 1024×768 píxeles o 1152×864 píxeles (existen muchísimas resoluciones posibles), eso significa por ejemplo que tiene 1152 píxeles de ancho por 864 píxeles de alto. Haciendo una multiplicación de segundo año de Polimodal tenemos, en el último caso, que una pantalla genérica tiene 995.328 píxeles, pavada de numerito, un montón, casi, casi un millón. Bueno, a alguien se le ocurrió hacer una página en blanco, sí, en blanco, y empezar a vender cada píxel a un dólar cada uno para que él lo compre pudiera poner el nombre de su empresa. Ese alguien se llama Alex Tew y ya vendió todo, a través de una idea genial ya tiene su millón de dólares vendiendo nada. El que quiera ver la página está en http://www.milliondollarhomepage.com/. Hay desde casinos on line hasta pastillas contra la impotencia, pero eso no le importó al bueno de Alex, su idea dio resultado.
Otra genialidad, que si uno la piensa jamás podría creer que fuera a dar resultado, fue la de Kyle MacDonald, que en julio del año pasado puso en su página web la foto de un simple clip rojo, exactamente el que usted está viendo en esta página. ¿Y cuál fue la idea de Kyle? No intentó venderlo, ni alquilarlo, ni siquiera reciclarlo, la idea de Kyle fue cambiarlo, por cualquier cosa, con la única condición que el canje se hiciera por algo de mayor valor y su última aspiración es llegar a tener una casa propia con este método, canjeando cada uno de los elementos por algo un poco más caro.
Usted dirá que quién iba a querer cambiar algo por un clip, bueno, como es sabido, el mundo está lleno de locos, e internet es una especie de imán para ellos. A los días aparecieron Rawnie y Corinna de Vancouver, que divertidos con la propuesta, le ofrecieron una birome con forma de pez, Alex fue hasta esa ciudad y se lo cambió.
No voy a hacérsela muy larga, la cosa que el clip rojo se transformó en una birome pisciforme, luego en una manija de puerta artesanal, más tarde en una parrilla portátil (acá sí que dimos un salto, Kyle), para ser canjeada por un generador a nafta y este a su vez por un kit de surtidor de cerveza y cartel lumínico para fiestas, que se transformó al poco tiempo en una moto de nieve (acuérdense que todo salió de un maldito clip rojo), que a su vez Kyle cambió por una excursión de tres días con todo pago por las montañas de Canadá, incluyendo aéreos, hotel y comida, que un tal Bruno (que seguramente debe tener más de una entrada a hospitales neuropsiquiátricos) se lo permutó por un camión Ford 95 carrozado. A esta altura más de uno ya se hubiera dado por hecho, que si no tenemos casa bien podríamos vivir en esa van.
Pero no, Kyle va por más, como diría un amigo de por acá. Ya cambió el camión por un contrato discográfico para grabar y producir un disco, con un proyecto publicitario y la entrega asegurada a las autoridades de la internacional Sony-BMG. Y por ahí anda el muchacho, esperando ofertas en su página http://oneredpaperclip.blogspot.com/.
Así que ya sabe, si se despertó con una buena idea y le da fiaca ponerla en práctica, usted sólo será culpable de no estar nadando en verdes billetes, porque internet da para cualquier marmota, sólo hace falta encontrar el roto para ese descosido.

Por Javier Arias
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