INVESTIGAN RESTOS DE CERÁMICA DE LOS PRIMEROS AÑOS DE LA ERA CRISTIANA

Arqueólogos del CONICET colaboran en la reconstrucción de la historia del Mar Muerto

Guillermo de La Fuente, investigador del CONICET en el Instituto Regional de Estudios Socio-Culturales (IRES, CONICET-UNCA) y Sergio Vera, becario doctoral del Consejo en el mismo instituto, participaron en el análisis de materiales cerámicos de los primeros dos siglos después de Cristo. Los restos de alfarería habían sido localizados en una de las cuevas del Mar Muerto, la Cueva de Navidad (Christmas Cave), ubicada en el desierto de Judea, a unos 7 kilómetros de las Cuevas de Qumran. Los científicos formaron parte de un estudio internacional e interdisciplinario desarrollado en colaboración con otros quince especialistas de Dinamarca, Israel, Italia, Países Bajos, Reino Unido, Estados Unidos y Argentina. La investigación fue liderada por el profesor Kaare L. Rasmussen, de la Universidad del Sur de Dinamarca, con quien De La Fuente viene trabajando desde hace más de 10 años. Los resultados de este trabajo fueron publicados en la revista Heritage Science.
“Para nosotros esta colaboración es muy importante. En primer lugar, porque nos ha permitido tomar contacto con un tipo de alfarería diferente a aquella con la cual estamos acostumbrados a trabajar, y analizarla. Y en segundo lugar, porque procede la Cueva de Navidad, cercana al sitio de Qumran y a las cuevas de Qumran, donde se encontraron los famosos rollos del Mar Muerto”, cuenta De la Fuente. “Y el trabajo de este equipo del que formamos parte implica un aporte importante -desde un punto de vista histórico para dilucidar las características de las ocupaciones de esta cueva a través del tiempo –agrega-. Una de las hipótesis más fuertes plantea que la Cueva de Navidad fue utilizada como refugio por personas que huyeron durante las revueltas judías de Bar Kokhba (63-73 dC y 132-136 dC)”, comenta.

El aporte local

En el Laboratorio de Petrología y Conservación Cerámica, del que De La Fuente es director, se llevaron a cabo análisis de dos tipos: en primer lugar, la elaboración de las secciones delgadas de las cerámicas y su posterior descripción petrográfica. Y luego, el análisis y el procesamiento, por espectroscopia infrarroja (FT-IR) de los datos obtenidos.
“El análisis petrográfico es una técnica que ha sido desarrollada en la geología para el análisis de las rocas –explica De la Fuente-; la arqueología la toma prestada para analizar el contenido mineralógico de fragmentos de alfarería”. Consiste en cortar pequeñas secciones transversales de las muestras cerámicas –unos 5 milímetros de espesor-, montarlas en un portaobjeto con resina industrial y pulirlas con carburo de silicio, para luego describirlas y fotografiarlas en un microscopio polarizador, que permite realizar identificaciones mineralógicas. Gracias a estas identificaciones se puede saber qué tipos de minerales están presentes, y sus proporciones, tamaños (granulometría) y distribuciones en cada uno de los fragmentos.
“El minucioso análisis de cada una de las secciones delgadas de preparadas permitió determinar que hubo por lo menos dos momentos en la manufactura de estas piezas de alfarería que probablemente fueron hechas en otro lugar y llevadas a la cueva por alguno de sus ocupantes”, informa el especialista. “Las muestras, que pertenecen a un momento temprano, están caracterizadas por cocción a bajas temperaturas y con poca selección granulométrica (hay minerales de diferentes tamaños), lo que indicaría falta de especialización en esta alfarería. Probablemente no fue realizada en talleres, sino en contextos domésticos” cuenta el investgiador, y añade: “Sorprendentemente, había un fragmento con ‘tiesto molido’ -fragmentos de alfarería que se rompen, se muelen y se agregan a las pastas cerámicas de vasijas nuevas para darles mejor cohesión durante el amasado- en su interior, lo que puede indicar una práctica más ritualizada en la elaboración de estas vasijas”.
“Pero, además, los análisis permiten afirmar que hay piezas de un segundo momento, caracterizadas por paredes más finas, distribuciones granulométricas de los minerales más homogéneas y huellas del uso del torno, lo cual hace pensar en vasijas realizadas con recetas específicas en talleres de alfareros/as especializados”, continúa De la Fuente.
El segundo análisis se realizó por espectroscopia infrarroja, que mide distintas formas de interacción (absorción, emisión o reflexión) de la materia con la radiación infrarroja y se utiliza para identificar en las muestras (en este caso, cerámica, usualmente molida) sustancias químicas o grupos funcionales en forma sólida, líquida o gaseosa. Se utilizó para identificar minerales en los fragmentos de cerámica, y a partir de ellos, determinar su temperatura de cocción. Los resultados permitieron establecer que las piezas de alfarería habían sido cocidas a más de 600°C, y en general en un rango de entre 800°-850°C. “A los fines interpretativos, las temperaturas de cocción identificadas de forma indirecta a partir de la presencia o ausencia de minerales específicos permiten también inferir la existencia o ausencia de algún tipo de estructura (horno) para su cocción. En general las temperaturas de cocción estimadas en estas alfarerías fueron relativamente bajas, lo que sugiere la ausencia de hornos propiamente dichos para su cocción.”, explica el científico.

Cápsula del tiempo

El material que analizaron estos científicos del CONICET NOA Sur procede de la Cueva de Navidad, descubierta por John Allegro y Howard Stutchbury el 25 de diciembre de 1960, en Cisjordania, tres kilómetros al oeste del Mar Muerto. Allegro describió la estructura de la cueva e informó signos de saqueos. Las excavaciones subsiguientes sacaron a la luz restos de textiles, madera, cuero, cestería, metales, cerámica, vidrio y sílex. También se halló una moneda de bronce acuñada durante el segundo año de la Revuelta de Bar Kokhba, así como cerámica del período romano, piezas de cuero (algunas de zapatos), pequeños fragmentos de papiro y una gran cantidad de textiles, que se corresponden acumulativamente con una interpretación de la cueva como lugar principalmente de refugio en el período romano, probablemente el siglo II. Durante la revuelta conocida como rebelión de Bar Kokhba, los judíos de la provincia romana de Judea, comandada por Simón Bar Kokhba, se levantaron contra el Imperio Romano, pero fueron brutalmente sofocados; entonces huyeron a refugiarse en numerosas cuevas del desierto de Judea. Nuevos estudios sobre los hallazgos de Allegro comenzaron a indicar que la cueva había sido habitada por humanos en múltiples períodos, incluidos el Calcolítico Tardío (4830-4200 aC), la Edad de Bronce Temprana I (3630-3530 aC) y el Romano Temprano (siglo I dC), además en los tiempos de las Revueltas de Bar Kokhba (63-73 dC y 132-136 dC). Por este motivo, la “Cueva de Navidad” es considerada una “cápsula del tiempo”, en la que se hallaron vestigios de varios períodos. (Fuente: CONICET)

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