El ruido de los ilegales

clarinA cuatro años de la sanción de la Ley de Medios, el vicepresidente en ejercicio de la Presidencia, Amado Boudou, reclamó al cierre de la semana a la Corte Suprema la plena aplicación de la norma sancionada por el Congreso en 2009, actualmente congelada por una presentación del monopolio Clarín.
«En estos cuatros años nos quedó un sabor agridulce. Es mucho lo que hemos hecho y mucho lo que falta con la aplicación de la ley», afirmó desde Tecnópolis el funcionario, al encabezar un acto con el titular del AFSCA, Martín Sabbatella.
«¿Cuál es la inconstitucionalidad de una ley que pasó por un proceso constitucional ante de ser aprobada?», se preguntó.
«Esta democracia tiene la necesidad de la vigencia plena de la ley que surgió del trabajo conjunto, diverso y plural de miles de reuniones para pulirla, que la Presidenta mandó al Congreso y fue votada por amplia mayoría», señaló acertadamente Boudou.
El ex ministro de Economía agregó, al referirse a la situación judicial de la normativa que se estancan en la Corte desde mayo, que «los fallos a medida y la dilación muchas veces permiten sostener situaciones injustificadas».
Boudou recordó que la nueva ley de servicios de comunicación audiovisual generó nuevos puestos de trabajo en la industria, que se vieron reflejados en la última feria televisiva del Mipcom realizada en Francia. «En Cannes vimos productos argentinos que fueron producto de esta ley», destacó y recordó que la 26.522 generó «más y mejores puestos de trabajo».

El gran interrogante es ¿porqué no se aplica la Ley de Medios? ¿Es tan fuerte e indestructible el poder de los lobbys en la Argentina? Tal vez parte de esa respuesta la da acabadamente Edgardo Mocca desde Página/12 en su artículo “El futuro de una experiencia política” al analizar el significado y el significante de los discursos dominantes en la Argentina y la puja por el poder.
“´El kirchnerismo no es solamente una persona´´” Lo afirmó la Presidenta en la entrevista realizada con Jorge Rial. Un problema de salud de Cristina y la implacable operación psicológico-política puesta en marcha por la maquinaria mediática dominante hicieron que durante un par de días se generara en el país un tenso clima político. La constelación desestabilizadora mezcló aviesamente las barajas de la realidad y retóricamente trató de convertir una dolencia real e importante de la Presidenta en una muestra de debilidad política personal y en una crisis institucional del país. Lo que de todos modos quedó muy claro es la centralidad del liderazgo nacional de la Presidenta entre quienes la apoyan tanto como entre quienes la resisten.
Pero la frase de Cristina seguía: “El kirchnerismo es una construcción política que abreva en el peronismo pero incorpora también otros sectores que se identifican con una visión del país y del mundo”. No es exagerado decir que alrededor de esta afirmación, a su favor y en su contra, circuló buena parte del debate político de estos últimos años y que también a su alrededor se definirá la batalla política principal en la Argentina actual. Mirando hacia atrás aparece claro que ya desde la asunción de Néstor Kirchner se discute en el país si el kirchnerismo tiene detrás suyo un sentido de época y una proyección futura o es algo así como una forma circunstancial de conducción peronista y de gestión estatal. En la actual coyuntura, el dilema encierra en su interior nada más y nada menos que el futuro del peronismo, lo que equivale a decir la configuración del sistema político argentino en su conjunto. El cuestionamiento a la afirmación presidencial une significativamente a la derecha y a cierto progresismo y su relato es pura demagogia para consumo de incautos, que no solamente constituye un juicio sobre el liderazgo político sino que incluye una descalificación intelectual de quienes compartimos el rumbo del país en estos años. A partir de esta coincidencia transversal se abren los caminos: para la derecha, el rostro real detrás de la maquinaria es estatista, dilapidador y opresivo de la iniciativa privada; para los progresistas opositores es conciliador con los poderosos y políticamente conservador.
Claro que la definición de un fenómeno político no consiste en una descripción, sino en un programa, en una estrategia hacia el futuro. Cuando, por ejemplo, se habla del “significado” del resultado de las primarias abiertas, lo que en realidad se abre es un cotejo de interpretaciones formuladas en términos de proyectos políticos y no de una supuesta correspondencia entre las hipótesis sobre ese significado con la realidad. Finalmente, la realidad política no es otra cosa que los resultados ocasionales de una lucha por imponer determinados significados. Lo cierto es que el título del significado de las primarias que pretende imponer la oposición mediático-política incluso en octubre es el “fin del ciclo”. Es una expresión que puede significar muchas cosas; puede denotar simplemente la imposibilidad constitucional de una nueva reelección presidencial y puede también ser la fórmula para la apertura de una “alternancia”, es decir el triunfo de una fórmula opositora al actual gobierno.
El contexto en el que aparece la fórmula sugiere un significado menos circunstancial, y más profundo como intención de quienes la enuncian. Se habla de algo así como un “cambio de época” en la Argentina, la clausura de una experiencia política particular, el kirchnerismo. (…) No se habla aquí de un significado unívoco del final de ciclo sino de una interpretación hegemónica. (…) Claramente, sin embargo, la línea principal de la resistencia antikirchnerista es la de quienes impulsan el fin de la experiencia “populista” y el regreso más o menos gradual según las condiciones, a la “normalidad” de la toma de decisiones en manos de gente amiga de los poderes fácticos.
Los productos periodísticos del grupo Clarín son muy claros a este respecto: utilizan todos los cuestionamientos contra el Gobierno, vengan de donde vengan; se conduele de los progresistas engañados por la demagogia, alienta los conflictos ecológicos y de los pueblos originarios, pone en el centro de la escena a políticos sedicentemente progresistas y a peronistas que claman por la recuperación doctrinaria, con tal de que aporten a la pirotecnia antigubernamental. Sin embargo, no parece difícil ni arbitrario encontrar en ese ecumenismo del multimedios, una estrategia de desgaste y desestabilización al servicio de los intereses de los grupos económicos dominantes locales, de los cuales forma parte el propio grupo. Fácilmente puede comprobarlo cualquier progresista o peronista: bastará con un leve guiño favorable a la plena aplicación de la ley de servicios audiovisuales para terminar con la buena disposición de diarios, micrófonos y pantallas a su favor.

De modo que la frase presidencial es un programa. Porque lo que está en discusión en la política argentina es la constitución histórica de un sujeto político con el sello de la experiencia kirchnerista, lo que, en otras palabras, implica la perdurabilidad de esa visión del país y del mundo, de la que habla Cristina. Y el filo principal de la discusión apunta al peronismo porque todo indica que la red social, estatal, histórica y cultural que lleva ese nombre será decisiva en la resolución del conflicto político principal, es decir la continuidad o no de un proceso de reformas orientadas a la redistribución de los recursos, la reindustrialización del país y su inserción soberana en el mundo a partir de los procesos de integración regional y de la puja por la democratización del orden mundial. En ese sentido es muy clara la opción…

Fuentes: Ambito Financiero, Página/12, propias

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