La historia del rey y el tabernero
Por Javier Arias
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Está visto que existen personas que tienen el don maravilloso de la ubicación, o sea, siempre están donde deben estar, en el momento exacto y siendo vistas por las personas adecuadas. Demás está decir que no pertenezco a ese selecto grupo. Pero, por la teoría del equilibrio universal, también existen aquellos individuos que constantemente meten la pata, dicen lo que no deben decir, entran donde no deben entrar y organizan lo que no deben organizar; ese es el caso del sacerdote italiano Antonio Rungi, que en tiempos donde, si se quiere ser suave, ciertos sectores de la iglesia están siendo criticados y, como diría la tía Gertrudis, que Dios la tenga en la gloria, el horno no está para bollos, va, el muy despistado y lanza desde su blog en internet un concurso para elegir a la monja más hermosa de su país.
Dígame, atento e informado lector, si la propuesta no es, por lo menos, inoportuna. Porque más allá de las sinceras intenciones del bueno de Rungi, la idea esa de que desfilen una hilera de monjas cual cortejo de belleza es un poco, como decirle, movilizador, bajo todo punto de vista. Pero, como les decía, existen personas ubicadas, y otras, como el padre Antonio, que tuvo que suspender tan moderna iniciativa porque consideró que se había creado demasiada “confusión”, además de haber tomado en cuenta la catarata de mensajes que le dejaron en el mismo blog, que se repartieron entre “duras injurias” y directas amenazas de “ir al infierno”.
Pero como dicen, la historia está tachonada de buenas intenciones, el problema son los malentendidos. Rungi había pedido a las religiosas y novicias entre 18 y 40 años que mandasen sus fotos para participar en un concurso de belleza, que acabaría “con algunos prejuicios sobre que se hacen monjas las chicas menos atractivas”. Pedido que finalmente tuvo que cancelar porque fue “mal interpretado”, ya que su objetivo había sido sólo “contar a través de Internet la vida en los conventos y los relatos más bellos de la vida de las religiosas”. En una de esas en el futuro lo intente nuevamente, pero sin fotografías.
Y hablando de ubicación, muchas veces se confunde la misma con las coincidencias, como la que le pasó a Humberto I, rey de Italia, quien en la noche del 28 de julio de 1900, mientras cenaba en un restaurante de Monza quedó azorado cuando notó que el dueño del lugar era completa, definitiva e imposiblemente idéntico a él. Pero la sorpresa se acrecentó cuando, al consultar por su nombre, le informaron que también se llamaba Humberto. Pero el buen monarca no agotó las maravillas con los nombres, sino que se enteró que el susodicho había inaugurado el restaurante el mismo día en que el rey había sido coronado y, además, se había casado el mismo día que el rey y los dos con mujeres que se llamaban igual, Margarita. Humberto I se puso como loco, y entusiasmado por la serie de coincidencias, lo invitó al posadero a presenciar con él el espectáculo de atletismo que había venido a ver a la ciudad.
Pero al otro día el tabernero jamás honró la invitación del rey. Aunque tuvo una excusa valedera, esa misma noche había sido asesinado en circunstancias misteriosas. Pero poco tiempo tuvo Humberto I para reaccionar ante la noticia, sacando conclusiones de lo que este hecho podía significar en la progresión de circunstancias que lo unían al dueño del restaurante. De la multitud que se encontraba en el espectáculo surgió un anarquista que disparó contra su cabeza, dándole muerte en el instante y cerrando magistralmente el ciclo de coincidencias entre ambos hombres.
Pero en el caso de los Humbertos no hubo mucha voluntad para aplicar la ubicación tan mentada, ya que fue el destino el que finalmente selló la fortuna que los terminó de unir, no así el caso de Rungi, una persona poco adepta a leer los signos de nuestros tiempos.
Será cuestión de andar con pies de plomo para no quedar en off side constantemente, que una cosa es que nos declaren en posición adelantada y una muy distinta es transformarnos en un verdadero adelantado, sino que lo diga don Juan Díaz de Solís, que más que adelantado termino siendo antipasto y parte de la dieta aborigen de esos tiempos.
Nota del autor: Información recogida de las páginas http://sobrecuriosidades.com y http://blog.eitb24.com