La verdad, entre la dualidad, la multiplicidad y el “trabajo en espejo” de la sociedad
Por Lazarillo de Tormes
El ataque sufrido por dos jóvenes a la salida de un boliche abrió un amplio abanico de temas de debate, principalmente en el seno de la comunidad que transita el día y la noche de Puerto Madryn, con sus virtudes y sinsabores.
Por un lado, una interesante oferta de esparcimiento nocturno, diseñada “para todos los gustos” en materia gastronómica, musical y teatral, entre otras; por el otro, se deja entrever, cuando ocurre un hecho policial, “la otra cara” de la ciudad y las consecuencias de problemáticas profundas como lo son el consumo de sustancias y el uso y abuso del alcohol; este último, tanto al volante como en el caso de aquellos que deben conducirse a sí mismos en la vía pública, por decirlo de algún modo.
Con el “diario del lunes”
“La Justicia penal siempre llega tarde”, expresaba días atrás una especialista en la materia, a propósito de una disertación sobre la imputabilidad a menores de edad; ampliando el concepto y lo osado de dicha frase, es posible entender que, dicho ámbito del sistema judicial, es ejecutado una vez ocurrido el hecho delictivo, prueba fehaciente de que algún mecanismo preventivo, o tal vez todos, no han demostrado su efectividad a través de las instituciones.
Cuando un sujeto ebrio protagoniza un siniestro vial, por ejemplo, no sólo se aprecia el fallo en la propia responsabilidad ciudadana de entender que, conduciendo bajo los efectos del alcohol, se está incurriendo en una irresponsabilidad no sólo respecto de la propia vida, sino también de la de los demás automovilistas y peatones.
También, una vez ocurrido el accidente, mucha gente se pregunta en qué han fallado las instituciones, si los controles deberían haber sido más, si debieran de haber estado ubicados en “tal o cual arteria” y si, realmente, la frecuencia de los mismos se ajusta a la problemática de tránsito que padece la ciudad.
La “verdad” y la “milanesa”
Incursionando en “las venas profundas” de Puerto Madryn, el episodio ocurrido en el local céntrico de 9 de Julio al 200, fue “uno más del montón” para muchos de los que asiduamente acuden a dicho lugar de esparcimiento y son testigos de las “típicas” peleas y los “agarres” entre individuos, vecinos o “bandos”.
Sin embargo, en esta ocasión, la realidad fue más allá y el saldo que dejó el incidente fue el de dos personas apuñaladas, una de ellas gravemente herida y con riesgo de vida, que afortunadamente vivirá para contar su versión de los hechos.
Cuando circulan “versiones” respecto de un hecho concreto, evidentemente, es porque desde algún vértice de los acontecimientos, se busca contar otra verdad, evitando que el impacto de la noticia en la opinión pública “salpique” a tal o cual espacio o sector.
De este modo, los últimos datos que arrojó la investigación del hecho, de carácter extraoficial, son de por sí contundentes: varias personas afirman haber presenciado una pelea frente al ingreso al local, pero de manera oficial, no habría ocurrido ninguna pelea.
Universos paralelos
Por el contrario, los dos jóvenes, que habrían llegado alrededor de las tres de la mañana al “boliche” y, por el horario, no se les había permitido la entrada, habrían permanecido unas tres horas en la puerta, tal vez leyendo un libro o las actualizaciones de los estados de WhatsApp, hasta que repentinamente, sin que nadie supiera bien por qué, fueron salvajemente apuñalados por “ocho a diez personas que descendieron de un vehículo”.
La denominación de “hecho confuso” o “confuso episodio” obliga a repensar la realidad y preguntarnos cuál es la ficción; más aún, cuando la pelea porque una supere a la otra parecería ser el único objetivo, inclusive más importante que el esclarecimiento de un hecho policial; dicho sea de paso, una de las víctimas sería pariente cercana de un oficial de Policía, lo cual también podría arrojar más hipótesis sobre la verdadera naturaleza de los hechos.
En definitiva, a veces, la realidad de los hechos obliga a “leer entre líneas” de oficio, y preguntarse por qué las cosas suceden como suceden, o bien, a quién benefician si ocurren de una determinada manera y no de otra; en el marco de las recientes celebraciones internacionales por el Librepensamiento, tal vez ello resulte un requerimiento muy caro para ser tenido en cuenta y ejecutado a diario.
Lo cierto es que, por acción u omisión, las consecuencias terminan siendo las mismas y repercuten en el colectivo social entero, tanto para los involucrados e infortunados en su rol de víctimas, como así también, para quienes son testigos de los hechos como meros espectadores, entendiendo a “la verdad” como un relato aislado de los acontecimientos y, en ocasiones, como un mecanismo compensatorio que permita seguir adelante con la vida; al menos, hasta el próximo sábado a la noche.
“¡Quiero la verdad!”, exclamaba un trillado personaje del cine en una película sobre un juicio, ante un tribunal militar, al tiempo que su interlocutor le reprochaba: “¡Ud. no sabe qué hacer con la verdad!”.
Habría que preguntarse, en tiempos donde la opinión pública a veces resuelve por analizar la enfermedad y no sus síntomas: ¿Sabremos qué hacer con la verdad?