¿Construir casas en Marte con bacterias terrestres?

La idea que evalúa NASA (y grupos científicos de distintos países) propone usar bacterias —y en algunos enfoques incluso hongos o cianobacterias— para transformar el “regolito” marciano (el polvo y fragmentos de roca que cubren la superficie de Marte) en un material sólido, apto para construir refugios, módulos habitables o estructuras básicas.
Este proceso se basa en la llamada biomineralización in situ: organismos microscópicos capaces de precipitar minerales —como carbonato de calcio— y secretar biopolímeros que sirven como “cemento natural”.
Qué bacterias están implicadas y qué funciones cumplen
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Una de las principales especies usadas es Sporosarcina pasteurii, conocida por su capacidad de producir carbonato de calcio mediante ureólisis. Ese carbonato ayuda a consolidar suelos sueltos, transformándolos en materiales densos y resistentes.
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Otra —o un enfoque alternativo más complejo— incluye a Chroococcidiopsis, una cianobacteria extremófila muy resistente a condiciones adversas. En algunos diseños este microbio podría aportar oxígeno y biopolímeros extracelulares que protejan la comunidad microbiana de radiación ultravioleta —una amenaza real en la superficie de Marte.
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En versiones más recientes del proyecto se explora un “sistema sintético tipo liquen”: una comunidad simbiótica entre cianobacterias y hongos filamentosos, capaces de generar biominerales (como carbonato de calcio) y biopolímeros, usando solo regolito marciano, luz, aire y medios simples —sin necesidad de transportar materia orgánica desde la Tierra.
De esa manera, los hongos actúan como “arquitectos” del material mineral: sus paredes sirven como sitios de nucleación para precipitación de minerales, mientras que las cianobacterias fijan CO₂ y producen oxígeno y compuestos orgánicos que sostienen todo el sistema.
Cómo serían las casas — y por qué este enfoque podría funcionar
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El “biocemento” resultante —mezclando regolito marciano + biominerales + biopolímeros— serviría como material estructural, con características similares al hormigón o ladrillo.
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Con ese material se podrían fabricar componentes modulares: pisos, paredes, tabiques, e incluso mobiliario. Esto a su vez podría combinarse con impresión 3D adaptada al entorno marciano, optimizando la construcción sin necesidad de transportar grandes cantidades de materiales desde la Tierra.
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Además, el enfoque de “hábitat vivo” permitiría que esos microorganismos no solo construyan, sino que también colaboren —teóricamente— con sistemas de soporte vital: producción de oxígeno, generación de compuestos orgánicos, quizá incluso contribuciones a ciclos de nutrientes para cultivos.
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Esta combinación —uso de recursos locales (regolito), biotecnología y automatización (impresión 3D)— representa una de las vías más prometedoras para hacer viable la colonización humana de Marte desde lo logístico, económico y ecológico.
Ventajas del método frente a alternativas tradicionales
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Evita tener que transportar desde la Tierra toneladas de cemento, acero, ladrillos u otros materiales de construcción, lo que reduce considerablemente los costos y la complejidad logística.
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Aprovecha un recurso abundante en Marte: su regolito. Eso facilita la escala: una vez establecido un sistema de producción, se podrían fabricar muchos “bloques” con solo materia prima local.
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Permitiría estructuras adaptadas al entorno marciano, combinando resistencia estructural, protección —por ejemplo contra radiación— y, en algunos diseños, soporte vital mínimo (como oxígeno o producción de compuestos útiles).
Qué limitaciones o desafíos deben superarse antes de que esto sea realidad
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Hasta ahora, los experimentos se han realizado con simulantes de regolito marciano en laboratorios terrestres, no con suelo real de Marte. Eso significa que todavía no se puede garantizar que el método funcione igual ante condiciones reales.
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Hay incertidumbres sobre cómo se comportarán los microorganismos en Marte: la radiación, la baja presión atmosférica, temperaturas extremas, falta de agua o nutrientes, etc. Eso puede afectar su supervivencia y capacidad de biomineralización.
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Se debe asegurar que el material resultante tenga resistencia, estabilidad, impermeabilidad y durabilidad suficientes —al menos tan confiables como los materiales terrestres usados para construir.
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Hay consideraciones éticas y de protección planetaria: introducir microorganismos terrestres en Marte implica riesgos de contaminación, especialmente si en algún futuro se busca detectar vida autóctona. Esa preocupación ha sido planteada por parte de la comunidad científica.