CIENTÍFICOS DEL INSTITUTO SETI

Consiguen mantener una conversación con una ballena

Los cetáceos se comunican con chasquidos y secuencias sonoras similares al código morse llamadas codas, que se agrupan en dialectos distintos para cada grupo o clan familiar. De estas formas de comunicación, seguramente la más conocida sea el canto de la ballena jorobada, que consiste en melodías rítmicas que se repiten siguiendo un patrón, a veces durante horas.
Recientemente, investigadores del Instituto SETI (que se dedica a la búsqueda de vida inteligente extraterrestre), la Universidad de California en Davis y la Alaska Whale Foundation han conseguido mantener una breve “conversación” con una ballena jorobada, a la que bautizaron como Twain, por medio de un altavoz submarino.
De acuerdo con un artículo publicado en PeerJ, los investigadores emplearon fragmentos del canto de otras ballenas para captar la atención del cetáceo e intercambiar sonidos durante un espacio prolongado de tiempo. “Creemos que este es el primer intercambio comunicativo entre humanos y ballenas en el lenguaje jorobado”, aseguraba la autora principal del estudio, la doctora Brenda McCowan de la Universidad de California en Davis.
Sin embargo, la lectura que se ha hecho de este trabajo científico en muchos casos no se ha ajustado a la realidad. “El estudio se ha divulgado de una forma muy sensacionalista, afirmando que se había establecido una conversación de 20 minutos con una ballena, cuando no somos capaces de tal cosa”, explica Antonio Osuna Mascaró, biólogo cognitivo del Messerli Research Institute de Viena.
“Hasta donde sabemos, la comunicación en cetáceos parece ser mucho más compleja de lo que se sospechaba en el ámbito científico hace años, aunque también apuntaría a ser mucho más simple que el lenguaje humano. Las canciones de las ballenas jorobadas son extraordinariamente complejas, pero esto no implica necesariamente que les sirvan para comunicarse de una forma similar a como lo hacemos nosotros”, agrega.

Conversación con una ballena jorobada

En el caso de la ballena jorobada, también conocida como yubarta, tanto los machos como las hembras emiten vocalizaciones, pero únicamente son los machos los que producen las canciones que han popularizado a la especie.
Por este motivo, una de las principales hipótesis es que su propósito sea sexual o reproductivo. Estos cantos se transmiten de generación en generación, a través del aprendizaje social, y pueden variar según los grupos, la región geográfica o la época del año.
Pero, aunque comparten muchas características con el lenguaje tal y como lo concibe el ser humano, desde el ámbito científico se resisten a calificarlo así.
“Los biólogos somos reacios a usar aquí el término lenguaje. Esto no quiere decir que no pueda transmitirse información valiosa mediante estos sonidos, sino que desconocemos si estos cumplen con los requisitos necesarios para ser llamados así”, mantiene Osuna Mascaró.
“Sabemos que estas canciones cumplen con algunos de estos requisitos, como puede ser que se adquieren de forma cultural -varían de un año para otro, y de unas regiones a otras, por modas-, y poseen una sintaxis -los sonidos se ordenan siguiendo unas reglas-.
Pero en cambio no sabemos nada acerca de su posible semántica -si los sonidos tienen significados concretos- o si, por ejemplo, pueden usarse para referirse a elementos no presentes”, continúa, para admitir que, en realidad, “sabemos muy poco” al respecto.
Aunque reconoce que el desarrollo de nuevas tecnologías, en especial la inteligencia artificial y las redes de aprendizaje profundo, “están ayudando muchísimo a entender mejor a las ballenas”, cree que estos cetáceos siguen siendo “uno de los grandes retos de las ciencias del comportamiento animal”.
“Hoy por hoy nadie puede asegurar con firmeza si se va a poder establecer una conversación con ballenas jorobadas en el futuro o no, aunque lo más probable es que no sea así”, sostiene este investigador de la cognición animal, quien no obstante matiza que “si nuestra intención es comunicarnos de la forma en la que ellas se comunican y compartiendo la información que ellas suelen compartir, que muy probablemente sea sencilla, entonces creo que la respuesta es un sí”.

Ballenas jorobadas y extraterrestres

Llegados a este punto, es posible que alguien se haya preguntado que por qué el Instituto SETI, una organización científica con un marcado carácter astronómico, está investigando la comunicación entre humanos y cetáceos. ¿Qué tienen que ver las ballenas jorobadas con los extraterrestres?
En realidad, nada. O tal vez mucho, según se mire. El estudio llevado a cabo en aguas del sureste de Alaska no es más que un intento de explorar la comunicación inteligente en especies no humanas, para después desarrollar filtros que puedan servir para descodificar señales recibidas desde otros planetas.
“Hay estudios que indican que las ballenas tienen una capacidad cognitiva muy desarrollada y, sin embargo, a diferencia de los primates, son muy diferentes a nosotros evolutivamente. Entonces, pensando en la posible comunicación con inteligencias extraterrestres, que estarían totalmente desconectadas de nuestra evolución, es un experimento muy interesante para determinar hasta qué punto seríamos capaces de comunicarnos con seres así”, expresa Héctor Socas-Navarro, investigador científico del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC).
Cada día, los astrónomos de todo el mundo reciben una cantidad ingente de señales de radio, y algunas podrían contener la respuesta a una de las eternas preguntas que siempre ha acompañado al ser humano: ¿Estamos solos en el universo?
Pero el problema no solo reside en filtrar esta profusión de datos, sino también en saber interpretarlos, ya que podría haber alienígenas comunicándose y que de alguna forma aún no hayamos sido capaces de reconocer esas señales. La existencia de filtros que ayudasen a identificarlas y descifrarlas resultaría muy útil en esta tarea, que se apoyaría también en avances tecnológicos como el desarrollo de la inteligencia artificial.
Las canciones de las ballenas jorobadas han cautivado al ser humano desde su descubrimiento casual en la década de 1960, cuando una estación secreta del Ejército estadounidense rastreaba submarinos soviéticos en aguas del Atlántico Norte y se encontró con estos misteriosos sonidos que parecían sacados de la ciencia ficción.
Tal vez tanta belleza obedezca únicamente a una razón tan aferrada a la Tierra como un reclamo de naturaleza sexual, aunque también puede que, al mismo tiempo, en el lenguaje de estos gigantes oceánicos se encuentre la clave que permita descifrar los mensajes emitidos desde las profundidades del universo.

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