LA ACTRIZ HABLÓ LUEGO DE LA ABSOLUCIÓN A JUAN DARTHES EN BRASIL

Thelma Fardin: “Vi una foto mía con 16 años y se me quebró el corazón”

Thelma Fardin tiene 30 años. Los hechos por los que las fiscalías de Argentina, Brasil y Nicaragua imputaron a Juan Darthes ocurrieron en 2009. “Las víctimas tienen que denunciar cuando tengan la fuerza. A mí me llegaban a hacer enfrentar este sistema de justicia a mis 16 años y me moría en el intento”, dijo en diálogo con Infobae.

La denuncia de Thelma llegó en 2018, luego de que escuchó hablar a otras víctimas en el marco de los cambios sociales de la época. A partir de entonces se convirtió en referente para muchas mujeres, varones, niñas y niños. Las denuncias telefónicas de abuso sexual infantil aumentaron un 1200% y las de violencia de género un 100%.

Ahora, luego de cinco años de un complejo proceso judicial en tres países distintos, que incluyó una orden de captura internacional dictada por Nicaragua en 2019, llegó la primera resolución judicial. “Tenemos malas noticias”, le dijo su abogado Martín Arias Duval, quien junto a la letrada brasileña Carla Junqueira no dejó de llamarla un segundo durante la mañana del sábado para que no se enterara del fallo por las redes.

De eso hablamos en esta entrevista. Del caso Darthes, digo. De los jueces, de la perspectiva de género, de las injusticias. Hablamos del miedo y de la víctima ideal que se construye en el imaginario social. Hablamos del dolor, de la búsqueda de la verdad. Hablamos de la instrumentalización de las víctimas y de la reparación de las luchas colectivas. Hubo lágrimas, cómo no. Pero también hubo risas, porque en la vida de Thelma hay espacio para la poesía, para jugar al fútbol o para ensayar una obra y sostener, a pesar de las puertas que se cerraron luego de la denuncia, casi con convicción política, aquello que la hace feliz.

— Thelma, ¿cómo estás?

 Agotada, inevitablemente, y con un cansancio mental que se traduce en el cansancio…

— ¿Lo sentís en el cuerpo?

– Exacto. Pero también estoy bien. También estoy fuerte. También estoy tranquila. Cuando recibí la noticia sentí que me iba a quedar un año tirada en un sillón llorando. Si te está diciendo el propio juez que considera que se halla probado el sexo oral y la penetración con sus falanges y que te digan “eso está prescripto, así que sobre eso no podemos hacer nada. Y sobre esto que podríamos hacer algo, no estoy del todo seguro”. Bueno, pero ¿cómo podrías estar seguro? ¿Cómo hacemos para que estés seguro?

Es lo que dije en la conferencia de prensa. ¿Les pedimos a las criaturas de 12, 13, 14, 16 años que se filmen en el momento de la penetración (a lo que casi le dicen el acceso carnal)? Más todo lo que llaman “actos libidinosos”, que son todas las cosas que yo no conté nunca públicamente, que es lo que él me hizo previamente y posterior al abuso sexual, lo considera probado.

— ¿Posterior?

— Sí, él me dijo… Esa noche después de la violación yo me metí en la ducha, me quedé mucho tiempo en la ducha. Bajé porque teníamos una cena. Era la última noche estar todos juntos después de tres años de trabajar todos juntos con mis compañeros, mis amigos. Yo bajé en un estado catatónico. Y estuvo toda la noche en esa cena mirándome de un modo muy perturbador, cosa que yo comenté con compañeras y que también han declarado. Y después me fui temprano a mi habitación. Los chicos se quedaron hasta tarde. Me fui temprano a mi habitación y no paró de llamarme por teléfono insistentemente y de decirme, bueno, en esta misma línea: “mirá cómo me ponés, mirá cómo estoy, no puedo dormir, paseate, por favor, salí al pasillo, qué tenés puesto”.

Yo siempre conté la misma historia, que es la verdad, entonces lo fuerte es pensar que eso dicho en Nicaragua se interpretaba de un modo…

— Es delito, en Brasil no, en Argentina sí, depende el año…

— Depende el año. Entonces es como todo muy enloquecedor.

— Nos estábamos yendo, retirando cada uno sus valijas de Ezeiza… es lo único que me dice en territorio argentino. Me dice “si vos te quedás conmigo, adonde yo vaya vos vas a venir a trabajar”. O sea, me extorsiona con que si yo accedía no sé a qué iba a tener trabajo. Yo trabajo desde que tengo seis años. Y, claro, eso en mi subjetividad de una niña de 16 me reventó.

Una compañera en una reunión en Amnistía me mostró una foto mía de mis 16 años. Se me quebró el corazón… porque hoy la mujer que habla y que tiene fuerza para enfrentar toda esta demencia soy yo con 30 años, con todo un bagaje de vida, no solamente respecto de lo que tiene que ver con la causa. Una crece, ¿no? A los 30 años tenés una fuerza que … Y entonces también eso confunde en el imaginario, ¿no? La gente ve a esta mujer. No fue esta mujer la que sufrió la violencia. Que igual sería terrible, ¿no? Porque no con esto estoy queriendo decir que si una mujer de 30 años, si yo misma mañana lo sufro, no sería igual de terrible. Cuando vi la foto de mi cara de los 16 años…

— Para mí es importante decir que una puede seguir adelante, ¿no? El problema es del otro si al otro lo conflictúa que una pueda seguir con su vida.

—¿Vos sentís eso, que casi no se tolera, que vos hayas seguido con tu vida? Que estés por estrenar una obra, que sigas siendo divina y que sigas adelante con lo tuyo y trabajando. Esta idea de la víctima ideal.

— Yo sé que tengo esas miradas, la mirada del juicio, que de por sí es tremendo saber que yo me paro delante de cualquier persona y conoce de mí una de las cosas más terribles que pasé en mi vida. Eso me pone de por sí siempre en un lugar de mucha vulnerabilidad. Pero también tengo las miradas de muchas pibas y de varones que me abrazan en la calle y que me dicen que gracias a que yo hablé ellos hablaron. Y entonces, frente a esa mirada, yo digo ¿qué les voy a mostrar, que se termina la vida? No, todo lo contrario. Como batalla personal y también representativa, política en términos no partidarios, también para mí es importante mostrar que una puede seguir haciendo lo que ama.

 Se te criticó un poco esa cosa como más política, ¿no? Esto de “se politizó”. ¿Cómo lo vivís?

— Porque les jode que una víctima piense. Es como una cosa insólita. De hecho, yo nunca dije “esta es mi ideología partidaria”. Lo que sí hago cuando uno me escucha hablar es que claramente tengo lineamientos que sí, por supuesto, si me escuchás a mí y escuchás a Amalia Granata, evidentemente yo no voy a votar lo que representa Amalia Granata.

 ¿Tuviste represalias laborales?

— Sé de amigos muy cercanos que están en esas mesas de decisión, que no son los que deciden pero sí los que escuchan que dicen “no, Thelma no, a Thelma no la llamamos más”.

— ¿El medio te descuidó en ese momento y te la hizo pagar después, no? O sea, no lo pagó el medio. ¿Pensaste en hacérselo pagar al medio también, más allá de la cuestión puntual con tu agresor?

— En un principio no, porque yo no entendía la dimensión de las responsabilidades, de que eso hubiera sucedido. Hasta que uno va creciendo y va entendiendo y decís “ah, claro, todo este sistema es el que sostiene”. Y también un poco por miedo, mucho por miedo.

 ¿Por miedo a quedarte ya definitivamente, sin ningún acceso a nada que te permita hacer lo que te hace feliz?

— Exacto. Y con este fallo… Esta semana justo leí un poema de Claudia Masin, que es una de mis poetas favoritas (argentina, chaqueña). Lo voy a decir mal, pero el concepto es este, ¿no?, como cuando uno pierde todo, también pierde el miedo.

 No tenés nada que perder.

— Yo hoy siento un poco eso. Y hay algo de eso que es doloroso, pero es muy fortalecedor también.

(Fuente: Infobae)

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