Por la crisis hídrica en Chile, Santiago se quedaría sin agua
En el centro de Chile, el lago Peñuelas fue siempre una de las principales fuentes de abastecimiento de agua de la región de Valparaíso, en el centro de Chile; pero doce años de escasas precipitaciones, culminados con el catastrófico invierno de 2021, el más seco en el último siglo, han transformado a este estanque en casi un desierto.
A simple vista pueden verse miles de esqueletos de pejerreyes y de peces carpa, habituales en este lugar, donde pobladores recuerdan que hasta hace poco podían extraer ejemplares de hasta 30 centímetros y más de un kilo de peso. Centenares de ejemplares de gaviotas, garzas, queltehues y jotes tratan de sobrevivir en la pequeñísima superficie en la que aún queda agua.
Cifras que alarman
Según el último reporte de la Empresa Sanitaria de Valparaíso (Esval), el volumen de Peñuelas alcanza apenas a 170.000 metros cúbicos, lo que representa un 0,2% de su capacidad total de 95 millones de metros cúbicos.
“En embalses como Peñuelas, años húmedos y años secos se sucedían, pero cuando ya llevas 12 años de años bajo el promedio, esos embalses ya no han tenido la posibilidad de volver a llenarse. Entonces, año tras año han perdido volumen”, explica a la AFP James McPhee, director del Centro Avanzado para Tecnologías del Agua (CAPTA).
Junto a Los Aromos, el lago Peñuelas en la región de Valparaíso, a 120 kilómetros al oeste de Santiago, abastecen a casi dos millones de habitantes de esta región.
Un tercio de la superficie del país bajo riesgo
Más del 50% de los municipios de Chile, abarcando 8,5 millones de personas (47,5% de la población de Chile) y un tercio de la superficie del territorio nacional (231.056 km2), se encuentra bajo un decreto oficial de escasez hídrica.
En total, son 188 comunas, en nueve de las 16 regiones del país: Atacama y Coquimbo, en el norte; Valparaíso, Metropolitana, O’Higgins y Maule, en el centro, y Los Ríos, Los Lagos y Aysén, en la zona sur, de acuerdo a datos de la Dirección General de Aguas (DGA).
El reporte de Esval también señala que aún existe un déficit de más de 75% del agua caída y casi un 100% de la nieve acumulada durante 2021.
Los decretos de escasez hídrica permiten la aplicación de instrumentos que buscan disminuir el impacto de la sequía en la vida de las personas, como autorizar extracciones de aguas superficiales o subterráneas, el reparto de agua en camiones cisternas en zonas rurales donde la sequía se ha agudizado y optimizar el consumo de agua en las labores agrícolas.
“No podemos hacer que llueva más ni que se acumule mayor cantidad de nieve para torcerle la mano al cambio climático, pero sí hemos tomado medidas para una mejor administración hídrica”, dijo Cristián Núñez, de la DGA.
Otras tres décadas de sequía
En el hemisferio sur, el centro y sur de Chile, junto a Nueva Zelanda y Madagascar, registran un tercio menos de precipitaciones que hace 40 años, de acuerdo al experto en cambio climático y académico de la Universidad de Santiago, Raúl Cordero.
Como consecuencia del calentamiento global “es muy probable que los inviernos hiperáridos se presenten con mucha más frecuencia” en estos lugares, advierte este experto a la AFP.
Adicionalmente, en Chile se registra un incremento del consumo de agua en los grandes centros urbanos. “Lo que se ha hecho hasta ahora es un llamado a la conciencia y a la buena voluntad y con eso no basta (…) De alguna manera vamos a tener que independizarnos de las lluvias” para el consumo de agua, por ejemplo, la creación de más plantas desalinizadoras, agrega Cordero.
“Debemos tener un abanico y combinación de opciones posibles y aquí aparecen la desalación de agua de mar, la exploración de acuíferos en roca fracturada, el reúso de aguas residuales, aguas servidas o aguas grises que pueden ser fuentes para algunos usos”, aporta de su lado McPhee.
El futuro no es muy auspicioso para el lago Peñuelas ni otros embalses, especialmente de la zona central de Chile. “La situación (de lluvias) es poco probable que mejore en el corto y largo plazo. Nos enfrentamos en el mejor de los casos, a 30 años por delante en que las precipitaciones podrían seguir disminuyendo”, concluye Cordero.