Argentina se consolida como destino de avistaje de aves
La abundante riqueza natural de los correntinos Esteros del Iberá, destino que se posiciona como la novedosa “meca” del avistaje de aves, es uno de los cuatro circuitos más visitados en Argentina por entusiastas de una práctica que no solo conecta a la persona con la naturaleza, sino que incide en la concientización ambiental, las economías locales y el mercado turístico.
De las 10.500 especies de aves que existen en el mundo, más de 1.000 habitan en la Argentina y, sumado a esto, los diferentes climas del país permiten que la actividad del “pajareo” -como lo llaman los apasionados de la ornitología– se pueda realizar durante todo el año.
Potencial mercado
“En el mundo hay 78 millones de fanáticos, según la federación Birdlife International, que viajan, permanecen habitualmente entre dos y tres semanas en el país, y no quieren hacer otra cosa más que observar aves”, dijo el biólogo Horacio Matarasso, presidente del Comité Internacional de la Feria de Aves de Sudamérica y vicepresidente de la Asociación de Guías de Aves Argentina.
“El mercado de los viajes del avistaje de aves crece dentro y fuera del turismo”, explicó el especialista, de 57 años, y destaca que alrededor de “50.000 observadores de aves ingresan por año al país, con un gasto promedio de 7.000 dólares por persona”, una cifra que describe como “atractiva y que despierta el interés en todo el mundo”.
“Argentina no estuvo en el circuito de avistaje de aves hasta ahora. Los europeos solían viajar más a África y Asia, a sus antiguas colonias, y los norteamericanos a Centroamérica, pero en el último tiempo, turistas, sobre todo de los países anglosajones, se volcaron al país. También se manifiesta una creciente inclinación de los países asiáticos. Estas tendencias son impulsadas, en parte, por las redes sociales y el mercado de crucero”, agrega.
De acuerdo con Matarasso, los observadores “tratan de concertar en la mínima cantidad de días la mayor cantidad de lugares para ver muchas especies y, a lo mejor, en una estadía tradicional suelen contemplar cinco o siete provincias en una sola visita”.
El encanto de las aves es inabarcable; si se las observa con detenimiento, es posible hallar en cada ejemplar una particularidad que lo convierte en una verdadera obra de arte viva: el aspecto de su pico, los colores -a veces indescifrables- de su plumaje o los dibujos que imprimen en sus alas y dorso; una cresta exótica, la forma del flequillo o los delicados rasgos de un rostro al descubierto; extravagantes danzas que regalan espectáculos únicos o sus llamadas, que pueden emular -en algunas especies- hasta la caída de una gota de agua.
Los cuatro circuitos más importantes
Para quienes persigan incrementar la lista de observaciones y reparar en estas peculiaridades, Argentina propone cuatro circuitos en los que confluyen varias regiones biogeográficas que conservan una colosal concentración de aves.
Uno de ellos se enclava en el centro norte de la provincia de Corrientes y configura el segundo humedal más grande del mundo, detrás del Pantanal brasileño: Esteros del Iberá, un área de 1.200.000 hectáreas protegidas por los parques nacional y provincial homónimos, donde conviven más de 380 especies de aves y que tiene al menos cinco localidades de acceso.
“Los esteros del Iberá tiene en sus portales norte bosque chaqueño, pastizales pampeanos y selva, que conduce a las Cataratas de Iguazú. Permite recorrer cuatro regiones megadiversas de la Argentina con especies muy distintas”, reseña Matarasso, quien hace cuatro décadas disfruta de dedicar parte de su tiempo a estudiar aves.
Las localidades funcionan como puerta de entrada a los esteros, disponen de alojamiento, prestan servicios con distinto grado de desarrollo y se pueden recorrer como destino en sí mismo o como parte de un itinerario mayor que permite descubrir las diversidades que regala el humedal.
“Mucha gente conoce el portal norte Laguna Iberá, junto al pueblo Colonia Pellegrini, que es fabuloso, pero hace unos años hubo una apertura de otros portales en pueblitos aledaños. Cada municipio hizo accesos, centros de interpretación, tiene guardaparques, y cada portal ofrece atracciones distintas. Es maravilloso”, describió.
En el norte de los esteros también está el portal Cambyretá, a solo 14 kilómetros de Ituzaingó; mientras que por el oeste, se emplazan los portales Carambola, en el histórico pueblo de Concepción del Yaguareté Corá; San Nicolás, en la localidad del mismo nombre; y San Antonio, en el pueblo de Loreto.
Quienes se acercan a esta “meca” del avistaje de aves, pueden pasar horas camuflados en torres de observación, contemplando el horizonte, tratando de ver al yetapá de collar, recientemente introducido después de 100 años de extinción; o a la delicada monjita domínica, enteramente blanca excepto por sus alas negras, fácil de ver en Buenos Aires, Uruguay y Brasil años atrás, pero que ahora solo está localizada en lugares protegidos.
Otras gemas de los esteros son el colorido guacamayo rojo, de plumaje escarlata, cara despoblada y alas con verdes y azules; el jabirú, una de las aves más grandes de América, con 1,40 metros de altura y que puede alcanzar los tres metros de ancho si extiende sus alas; o el diminuto doradito copetón, de copete negro y amarillo, vientre amarillo fuerte y dorso pardo.
“La gente busca concentración de aves, conectividad, que sean lugares relativamente seguros, lindos y que estén bien conservados. Esto no está en todos lados, pero sí está en los esteros”, destaca el especialista sobre el sitio que en octubre será la sede de la XIII edición de la Feria de Aves de Sudamérica.
Los otros circuitos argentinos
Otro de los cuatro grandes circuitos de la Argentina, y que se puede realizar todo el año, incluye la ciudad de Buenos Aires y el sur de Entre Ríos, con pastizales, otro tipo de bosques y los humedales del delta, como, por ejemplo, los de las localidades de Ceibas, Villa Paranacito y Perdices.
El tercer recorrido, según Matarasso, se configura en la región patagónica de Los Lagos, entre las localidades de Zapala, Las Lajas, San Martín de los Andes y la costa chilena, un área “con mucha riqueza, más de 130 especies de aves en los distintos ambientes y a la que no concurre el turismo convencional”; se recomienda ir en verano.
La cuarta gran zona incluye a Salta, Jujuy y Tucumán, caracterizada por “las transiciones en muy corta distancia entre el monte, el bosque chaqueño, la selva de montaña y el altiplano” y por “el endemismo increíble que tiene el noroeste argentino”, remarca el especialista, quien aconseja visitarla en mayo.