Días atrás, el ejército ruso bombardeó un hospital de maternidad en Mariupol, un hecho condenado por la comunidad internacional por sus características y por haberse tratado de blancos civiles.

Una de las postales más resonantes de aquél momento fue la de una mujer embarazada, siendo trasladada en camilla; hasta entonces, había sido una de las sobrevivientes del brutal ataque. Fue llevada de urgencia en ambulancia, mientras se la observaba acariciar la parte inferior de su abdomen mientras era asistida por los rescatistas.

Sin embargo, días después se conoció que, en el momento en que era trasladada, los médicos advirtieron que estaba perdiendo a su bebé debido a las graves lesiones: su pelvis había sido aplastada por los escombros y tenía la cadera separada. Tras una cesárea de emergencia, el bebé «no mostró signos de vida», y tras media hora de maniobras de reanimación de la madre, finalmente constataron que ambos habían fallecido.