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The Wild: La leyenda del Rock – Parte 20

Noviembre 1972: Highway to God
A finales de 1972 el grupo, arrastrado como siempre por los designios, muchas veces irracionales, de su líder Frank Spoth, dio un giro en el contenido de sus canciones, orientando las letras hacia un lugar riesgoso y controversial: la religión. Pero no representaban un ataque o una reivindicación de la religión en líneas generales, sino que se autoerigían en semidioses en la tierra, algo así como un reflotar de la mitología griega en sus propias personas. Obviamente, los fanáticos aceptaron todo esto sin ningún tipo de cuestionamiento, y continuaron yendo a los recitales y comprando sus discos, sus camisetas, sus vinchas y sombreros.
A partir de algunas declaraciones un poco vidriosas de Frank, muchos fieles, de distintas orientaciones religiosas, originaron marchas y actos en repudio de nuestro personaje, solicitando su censura total y absoluta, para toda la eternidad.
Muchísimos militantes religiosos que, tiempo atrás, no veían con buenos ojos a THE WILD, ahora los odiaban abiertamente. Y mucho más luego de la publicación de la canción de Frank “I am God but don´t tell God”.
Esta guerra declarada hacia Frank significó una ruptura dentro de la sociedad estadounidense porque, el líder tenía millones de fanáticos dispuestos a defenderlo a capa y espada, incluso a reconocer como inteligentes y prácticas a sus decisiones más irracionales.
Incluso se habían fundado varias sectas adoradoras de Frank en distintos estados del país. Dos de las más importantes y activas fueron la “Frankian Church of the earlies days” y la “Holy House of the Frank´s adorers” .
La primera, instalada en las afueras de Jackson Mississippi, la ciudad natal de Frank según sus datos de afiliación estadounidense, cuyos miembros, unos 300, consideraban a Frank como el enviado del cielo que venía a transmitir paz y libertad a la humanidad.
La segunda era un poco más pragmática. Tenían un gran recinto, un galpón abandonado de las oficinas de correo de Nevada, cerca de Las Vegas, y allí sus miembros se reunían dos veces por semana a cantar canciones de THE WILD y beber hasta que el sol saliera.
Como decíamos, esta repentina auto-canonización de Frank, que tenía muchos aspectos emocionales del antiguo emperador romano Calígula, provocó una fuerte grieta en la sociedad. Los anti-Frank no podían comprender cómo era que había logrado lavarles el cerebro a toda una generación de jóvenes que lo adoraban y alababan, y consideraban a esto como un delito de lesa humanidad. No aceptaban que las declaraciones y actos de Frank respondieran nada más que al desparpajo de un joven delirante, y que cada cual tenía la libertad de tomar a estos actos como se les ocurriese. Por el otro lado, los jóvenes alegaban que Frank era el arquetipo del hombre del mundo nuevo, a quien se debería imitar para romper con toda la ética y moral ya antigua y desactualizada.
A Frank le divertía toda esta polémica desatada en su nombre, y no hizo nada para apaciguarla. De hecho, escribió una nueva canción llamada “Highway to me”, una especie de continuación de la original “Highway to God”, que fuera escrita en 1986 durante su estadía con la comunidad hippie de San Francisco. En aquella canción convocaba a la gente a que se acercara a él, que fuera a sus recitales y no se olvidara de pagar la entrada-diezmo. En fin, en todo caso, era una burla y significaba una confrontación con los del otro lado de la grieta.
Esto generó más y más odio, que en última instancia fue el motor que, años después, le significó su huida sorpresiva y estrepitosa de los Estados Unidos.
Mientras tantos, como en tiempos de la Roma antigua, como en las épocas de Calígula, las autopistas iban todas hacia él.

Continuará…

Por Carlos Alberto Nacher
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