Página de cuento 831

The Wild: La leyenda del Rock – Parte 5

Enero 1966: Comienza el show

Ni bien comenzó el recital de LOS SALVAJES, el público, al mismo tiempo, comenzó a abuchearlos. Para mejor, se corrió la voz de que Francisco mantenía relaciones con la hija del comisario de la Seccional Segunda de Olavarría. Si bien, aquello era verdad y no implicaba delito alguno, era imposible de explicárselo a su padre, el Teniente Orlando Aguirre, quien entró como un tornado al local y fue directamente a encarar a Chuquipán, el baterista. La mala información le costó Chuquipán una cicatriz en el pómulo derecho, que comenzaba en mitad de la oreja (a la cual, literalmente la partió en dos) y terminaba casi en la unión de los labios de la boca, hecha con una faca de 30 centímetros del enfurecido teniente. El público se sumó a la causa arrojando botellas, sillas y todo lo que estuviera a su paso. Don Aguirre encabezó la horda enardecida tras los músicos que escaparon salvando algunos instrumentos.
Francisco y los salvajes tuvieron que huir a toda velocidad. El comisario, furioso, cuando le avisaron que el baterista no era, que era el que canta, se lanzó a correr a Francisco con un cachiporra que parecía un palo de amasar.
La cicatriz de Chuquipan, que no paraba de sangrar, y el rostro de Rafael, que fue alcanzado por una botella rota haciéndole un corte bien profundo, fueron atendidos y curados en el hospital Héctor Cura de Olavarría. La cicatriz de Rafael quedó bastante bien, pero Chuquipán tuvo mala suerte. Poco después se le volvió a abrir la cara, de oreja a labio, dejándole una marca característica de lado a lado del pómulo derecho, que luego fuera utilizada en Estados Unidos como logotipo de la banda.
Finalmente y por suerte, pudieron salvar los instrumentos. La horda enfurecida corrió tras ellos, calle abajo, y se olvidaron de lo que había quedado sobre el escenario.
Al otro día, el padre de El Rafa recuperó los instrumentos y los sacó sigilosamente del club, llevándoselos en su camión a Arroyo Chorote.
Este incidente tuvo consecuencias: Chuquipan, perdió su apellido originario para llamarse Chuqui y su cicatriz pasó a ser el logo de la banda. Por otro lado, obligó reflexionar mucho a Francisco sobre el futuro del grupo.
Se sentía fuerte, talentoso, creativo, con todas las condiciones necesarias para triunfar en la música, pero tenía que salir del estrecho círculo de Arroyo Chorote. Además, sabía que podía llevarse consigo a toda la banda, que lo iban a seguir de cualquier manera. Francisco era un líder nato.
Por su parte, Adrián estaba tocando cada vez mejor, copiaba igual los solos de Muddy Waters, John Lee Hooker, B.B.King, próceres de la guitarra de fines de los sesenta, y también tenía su propio estilo. El Rafa se las llevaba muy bien con el bajo y Chuqui, de personalidad tímida y taciturna, tocaba cada vez mejor la batería, con un tempo envidiable y un ataque excelente.
Además, evidentemente en su pueblo natal las posibilidades eran nulas, no solamente para los músicos. Los jóvenes en general emigraban casi todos a Buenos Aires, o Rosario, y unos cuantos también se animaban a ser extranjeros en otros países.
Tenía un amigo, Pedro Esnaer, que se había ido hacía dos años a Estados Unidos, ahora residía en Houston. Nunca había trabajado de nada en Argentina, pero al llegar a Norteamérica consiguió una visa de trabajo por dos años e inmediatamente consiguió dos: uno de limpieza de baños y cocina en un Restaurante del Downtown de Houston, y otro por las noches, cuidando a un anciano de 89 años minusválido.
Un día, Pedro volvió a Arroyo Chorote a visitar a la familia, le habló maravillas de Estados Unidos a Francisco y rápidamente se convenció de que su futuro estaba allí.
Pero antes, debían irse, él su banda, a Buenos Aires, ya que tenían que reunir un poco de dinero y perfeccionar su inglés antes de viajar.
Continuará…

ÚLTIMAS NOTICIAS