Buenas noticias en medio de la Pandemia

* Por Gabriel Michi

La tragedia del Coronavirus abre una serie de debates que bien aprovechados generan disparadores auspiciosos a futuro para evitar que situaciones similares se puedan repetir.

Es lógico pensar que una tragedia como la del Coronavirus no puede dejar nada positivo. Millones de infectados y miles de muertos, multiplicando el dolor en las familias que los perdieron, no podría aventurar a que nadie imagine que algo promisorio emerja desde semejante infierno. Sin embargo, la crueldad de esta avalancha mortal puso al desnudo varias otras de las enfermedades sociales que atraviesan la realidad mundial. Y esa evidencia sirvió para iluminar en la oscuridad de esos espacios, aceptados por acción u omisión, que deberían ser modificados si se quiere construir algo mejor y evitar futuras (y repetidas) tragedias. De esas flaquezas, se pudieron construir fortalezas y así es posible ver y pensar que algunas buenas noticias nacieron en medio de la tragedia. A saber:

– El Mundo pudo ver que el paradigma preponderante del «sálvese quien pueda» no sirve y que esa muestra de egoísmo extremo lo lleva a su propia destrucción.

– Eso despertó lazos de solidaridad y de defensa de los beneficios colectivos, del respeto hacia el otro (un respeto que vuelve como un bumerang virtuoso) que fortalecen la vida comunitaria.

– Los «avivados» o ventajistas dejaron de ser admirados u observados con un halo de indulgencia, respeto o complicidad, para pasar a ser condenados, denunciados y menospreciados por el resto de la sociedad.

– Además, se puso en foco a sectores vulnerables de nuestras comunidades, como los adultos mayores, tantas veces invisibilizados y ninguneados. Que de pronto aparezcan más amenazados ante un peligro tan presente, hizo que la preocupación y las acciones hacia ellos se manifiesten con más potencia.

– La dirigencia política (en todo el mundo y en especial en la Argentina) se logró colocar por sobre sus propios egos y mezquindades en pos del bien común, sin importar ideologías, réditos o colores partidarios. Se pudo construir puentes para superar la tristemente célebre «grieta».

– Se entendió de una vez la importancia que tiene el Estado para salvaguardar principios de igualdad y acceso a los derechos (por ejemplo a la salud) de todos los ciudadanos.

– Se vio cómo el Estado está donde y cuando el «Dios Mercado» se hace el distraído. Y los mismos que vilipendiaron por años su rol salieron paradójicamente a reclamar por su presencia. Su rol ordenador quedó al descubierto.

– Se comprendió la importancia que tiene el sistema de salud pública (además del privado) y la necesidad de invertir todo lo que se pueda y más para sostenerlo y dotarlo del conjunto de elementos y personal que necesita.

– Se pudo observar también lo fundamental que es la investigación científica, por ejemplo para poder encontrar una vacuna urgente contra un mal que se lleva la vida de miles de personas. Y lo trascendental que sería fomentar y fortalecer a la ciencia y a los que en ella se desempeñan.

– El heroico trabajo de los médicos, las enfermeras y el personal de salud en general quedó al desnudo ante los ojos de todos. Y también la falta de reconocimiento que muchas veces sufren. En todo sentido. Algo que debería cambiar.

– El rol que el periodismo debe tener ante una crisis como ésta: informando y brindando servicio. Ayudando y concientizando. Separando la paja del trigo o, dicho de otra manera, las verdades de las «fakes news». La necesidad de un periodismo comprometido, ético y responsable se hizo más indispensable que nunca.

– Y, lateralmente, se pudo ver lo que se está haciendo con el Planeta. La voracidad suicida de la Humanidad que empuja el cambio climático. El freno por unas semanas de la alocada polución sirvió para que animales se acerquen a los centros humanos antes intransitables para ellos, o que se vuelvan cristalinas las aguas de Venecia (con peces y todo) o que se pueda ver a China o al norte de Italia desde un satélite sin esa nube asesina de smog y gases contaminantes que siempre los rodean.

– También se pudo descubrir que hay muchos trabajos que se pueden concretar a distancia, con «home-working», lo que no solamente facilitaría las cosas para empresas y empleados sino que también ayudaría al medioambiente al tener que usar menos medios de transporte. Siempre y cuando se respeten los derechos y no sea una nueva excusa para precarizar aún más el trabajo.

– Y, de pronto, sirvió para que cada persona y cada país levante su mirada sobre su propio ombligo y se interese y se preocupe por saber lo que pasa en otros países, en otras culturas, frente a un mal que no conoció fronteras (ni físicas, ni ideológicas, ni socio-económicas, ni de cualquier índole) para arrasar con todo.

Y si todo eso no alcanzó, hay que fijarse con lo que pasó hacia adentro de los pequeños mundos de cada ser humano. Se hizo evidente la cantidad de cosas superfluas con las que consumimos nuestro tiempo. Y nos desafió a descubrir cómo podemos preocuparnos por lo esencial de la vida: los afectos. Las cuarentenas sirvieron para reencontrarse con uno y con los suyos, a tener más momentos para compartir con nuestro círculo más íntimo. E incluso a pensar que una historia distinta se puede empezar a escribir. Con esos valores. Con esas prioridades que hoy descubrimos accidentalmente. Esas son sólo algunas de las buenas noticias, en medio de la tragedia.

*Gabriel Michi para Mundo News

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