BUZO DE PROFESIÓN

Aprender a bucear

Cómo se estudia, en qué consiste, cuánto dura, dónde se aprende y qué salida laboral tiene. Las preguntas frecuentes que nos depara cualquier carrera hacen ancla en el buceo como profesión, justo en Puerto Madryn, considerada la capital del buceo.

Desafío capital
En la ciudad denominada la capital de una práctica que excede lo deportivo, no son muy difundidas las posibilidades de formarse en una carrera que tiende a profesionalizarse, con sus diferentes vetas. Un instructor profesional nos informa cómo se accede a la habilitación a través de los diferentes cursos.

Al terminar la etapa escolar y dentro de las posibilidades-realidades de sus familias, los chicos eligen un camino. Quienes acceden a carreras de formación en distintas profesiones encuentran una oferta académica cada vez más amplia. Dentro de esas carreras institucionalizadas, no existe aún la del “buzo”. Aunque su práctica está reconocida socialmente, sin embargo, no figura dentro de la órbita de las profesiones contempladas por el Estado. Quienes la desarrollan se encuentran en la búsqueda de reconocimiento (ver una “Ley para los Buzos”), para ser sujetos de derecho. A su vez, sólo tres de los “históricos” del buceo de la ciudad se dedican de lleno a la capacitación de nuevos instructores, es decir, a formar nuevos profesionales.
Uno de los buzos profesionales que se ha especializado como educador es Javier Crespi, quien, en la actualidad realiza cursos particulares en Madryn y Trelew y también es formador en el Área de Buceo de la Universidad San Juan Bosco:
– A nivel general, quien sigue los cursos, ¿qué es lo que “sale aprendiendo”?
– Se aprenden los conocimientos y normas que hacen que sea un deporte extremadamente seguro, y los riesgos que se pueden tener si no los tomás en cuenta. Entre ellos, cuáles son los cambios que necesito para manejarme en un medio (el agua) que no es el mío y qué cuestiones físicas, qué leyes, me van a rodear. Por ejemplo, el Teorema de Arquímedes, con respecto a la flotabilidad y a lo que cada cuerpo desplaza para poder hundirse. La Ley de Boyle-Mariotte, que habla de la relación que tiene la presión, el volumen y la densidad, por una cuestión de prevenir accidentes. También vas a aprender los cambios fisiológicos que va a experimentar el cuerpo por estar sumergidos y bajo presión.
– Las personas que toman el curso, ¿son respetuosas con el conocimiento previo?
– Sí, hay respeto, pero no te piden aprender de más por curiosidad. Te preguntan qué cosas no tienen qué hacer y las registran y saben por qué y ahí termina la inquietud. Al menos en los cursos iniciales. A los que se enganchan, después les empieza a picar el bichito y se ve en los más avanzados y su interés. Y ya se nota bien en los que van a recibirse de guías o de instructores.
– ¿Cómo son los cursos cuando se orientan a estudiantes universitarios?
– Son cursos que se dan dentro del Área de Buceo a cualquier estudiante de la universidad (San Juan Bosco) y si bien se enseña lo mismo, son un poquito más extensos en cuanto a la teoría, y hay más buceo de costa.
– ¿Y qué otras diferencias observás?
– Por ahí en el curso tradicional se apunta al común de la gente y a algunos no les interesa ahondar en cuestiones más científicas, de la fisiología o de la física, en cambio quienes cursan en la universidad se interesan más, te pregunta qué es y para qué funciona cada cuestión. Es todo un desafío. En el agua ven cosas que vieron en los libros y aprendo yo también y es genial, son más desafiantes como alumnos.
Javier atesora experiencia de vida y de trabajo ligadas al buceo en mares de la América Central, él practica desde hace dos décadas. Lleva quince años formando buzos y disfruta mucho, se apasiona al observar el proceso de transformación que se produce en algunas personas en ese diálogo sabio con el agua.
– ¿Qué es lo que más te asombra de lo observado como instructor?
– Hay una cosa que parece exagerada, pero en muchas personas que se acercaron a aprender, el buceo ha hecho cambios drásticos en sus vidas. Por ejemplo, el caso de un grupo de personas que trabajaban en un call-center y de pronto un día vinieron a bucear, les gustó, hicieron el curso de instructores y hay dos que largaron ese empleo de telemarketer y se dedican hoy al buceo, uno en México y otro en Útila (Isla de Honduras).
– ¿A qué atribuís el impacto?
– El buceo es algo que si bien te puede generar un poco de miedo o nerviosismo al principio, después, cuando podés lograr buena flotabilidad, buen consumo y demás, es súper tranquilo: vos estás haciendo una actividad en la cual estás ingrávido en el agua, rodeado de bichos, estás casi en silencio y te encontrás con vos mismo. Me apasiona eso…
– ¿Y cómo se consigue la transmisión de esos conocimientos?
– El éxito de cada uno de nosotros (los instructores) es más por transmitir bajo del agua que en el aula. Podemos generar confianza en cuanto a los contenidos pero en el mar tenés que prestar mucha atención a los nuevos. En el agua la comunicación más clara que puedo tener con alguien es a través de los ojos. Mirándolo yo ya sé si está nervioso, si la está pasando bien, si va a estar mejor si lo agarro del brazo. A los nuevos los acompaño cuando están tensos y se contagian un poco de esa tranquilidad y se relajan. La forma en que te movés y los mirás es la que contagia. A mí me recontra reconforta ver que se sienten más tranquilos. Es la gloria cuando me dicen que se sienten mejor.
– La experiencia ayuda a generar confianza…
– También es la sensibilidad que tengas con la gente, si yo pierdo la sensibilidad al enseñar los ejercicios más básicos y los hago con la actitud de “dale, esto es una pavada, cómo no lo vas a poder hacer”, porque total los enseño hace años, pierdo la confianza en mi alumno. Yo trato de demostrarle por todos los medios que el ejercicio es fácil, que lo va a hacer con tranquilidad, que siempre voy a estar ahí al lado y que si no sale, no importa, se vuelve a hacer.
– ¿Cómo influye la trayectoria previa del alumno?
– Hay gente que hizo deporte toda su vida, esos alumnos son los más fáciles porque les explicás dos cosas y saben lo que es el éxito, lo persiguen y saben que lo están haciendo bien y que lo van a hacer mejor. Pero también hay personas que nunca hicieron nada: si jugaban al fútbol eran malos, al básquet picaban mal la pelota, nadando eran un desastre… Y terminan trabajando en una oficina. Meterlos a una actividad de riesgo y que de pronto se den cuenta de que están cruzando su propio límite, también los hace subir en su autoestima, sabiendo que lo que están haciendo es riesgoso y les sale bien, muchas veces les genera mayor autoconfianza y después los ves actuar afuera y ya son otras personas. Los introvertidos, abajo del agua, muestran cómo en realidad quisieran ser.
– Las barreras cambian de lugar…
– Imaginate esa misma situación en una persona con discapacidad… la vida cotidiana suele ser un dolor de cabeza y de pronto, en vez de hacer fuerza con una muleta para caminar, está ingrávido y lo puede hacer por sí solo, ahí se igualan. Hemos llevado chicos con discapacidades motoras que van con el visor lleno de agua y es tal la emoción que tienen que ni se dan cuenta de que les puede entrar agua en la boca… y pensar que hay cosas que ya saben de movida que no las pueden hacer. Y buceo sí, lo pueden hacer solos, con la compañía del instructor, como todos. El mar te iguala.
– ¿A qué se puede dedicar un buzo?
– Hay dos caminos muy marcados: el buceo recreativo, el más conocido, que te permite ser instructor profesional (acreditado por la Asociación Profesional de Instructores de Buceo, PADI). Ahí la mayoría busca hacer una experiencia afuera. En el otro camino prefieren no ver pescaditos y ajustar tuercas, ahí la habilitación te la da Prefectura, te da salida como buzo profesional: podés trabajar en plataformas off shore con barcos petroleros, por ejemplo. Son los obreros del buceo.
– A lo largo de los años, ¿de dónde han venido a formarse más?
– En toda la carrera en Madryn la mayor cantidad de buzos vino de Buenos Aires, de Rosario, en general, de las ciudades más grandes. Ahora me estoy enfocando más en la población local, ya que las operadoras a veces le dan la espalda al estar ocupadas del turismo. El boca a boca es importantísimo, hemos formado instructores que hoy están en otros países y nos toman como referentes.
– ¿Cuánto dura el instructorado?, ¿cuáles son los costos?
– Va en relación al tiempo y a la plata que tengas disponible. Tenés que hacer entre cinco y siete niveles de cursos para llegar, que salen aproximadamente nueve mil pesos cada uno. Y además tenés que ir sumando buceos de experiencia: para llegar a ser instructor, hay que tener cien buceos realizados. La gente que se pone más fuerte a hacerlo lo consigue en promedio en dos años, es el tiempo mínimo más conveniente para ir viviendo distintas situaciones de buceo que te enriquezcan, para que al momento de ser instructor y te surjan problemas los puedas resolver de la mejor manera.

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