¿Cómo nos afecta y qué hacer con el estrés de fin de año?

Fin de año suele ser sinónimo de estrés; las fiestas, el cierre de ciclos académicos y laborales, sumados a las dificultades económicas, convierten a este período en un desafío emocional y psíquico. Según Juan Carlos Godoy, doctor en Psicología e investigador del CONICET, este fenómeno no es casual. “Las fiestas son uno de esos eventos de vida que siempre están asociados a una carga emocional alta. Enfrentar vínculos familiares tensos, lidiar con gastos económicos y anticipar situaciones incómodas generan un combo complejo”, define el especialista.
El estrés de fin de año no surge por las fiestas, sino que empieza mucho antes debido a lo que Godoy nombra como “ansiedad anticipatoria”. “La sola idea de enfrentar reuniones familiares tensas, organizar eventos costosos o cumplir con pendientes laborales genera malestar- explica el investigador del CONICET-. La ansiedad anticipatoria juega un rol importante: no es necesario estar en el evento para que genere malestar. Basta con pensar en enfrentarlo para que ya se activen respuestas emocionales negativa”.
En el caso de Argentina, además, esta época coincide con el cierre del ciclo lectivo y las vacaciones, lo que la hace aún más compleja. A diferencia de países del hemisferio norte, donde las actividades se retoman rápidamente, en el contexto argentino todo parece acumularse, intensificando el agotamiento.

No llevarse el estrés a diciembre…

El cierre del año académico es un factor crítico de estrés, especialmente para estudiantes y docentes. “Muchos alumnos intentan rendir la mayor cantidad de materias posibles en diciembre, lo que genera picos de estrés por la falta de sueño y el exceso de preocupaciones. Este año, la situación económica y la incertidumbre política han añadido un costo mental significativo”, advierte Godoy del Instituto de Investigaciones Psicológicas (CONICET y UNC).
El investigador señala que en conversación con estudiantes se puede percibir cómo el incremento en cuestiones vinculadas con el manejo de la economía generó un impacto grande en sus niveles de estrés. “Muchos chicos empezaron a espaciar las asistencias a clase para ahorrar en el transporte y la comida. Estas tensiones generan un impacto y tienen un costo cognitivo, un costo mental importante”, alerta .
En el caso de los docentes, el contexto no es menos complicado. Durante todo el año hicieron frente a ajustes salariales y la necesidad de tomar medidas de fuerza para defender el presupuesto asignado y, además, a la incertidumbre sobre la continuidad de procesos académicos y laborales. “La comunidad educativa vive un momento muy difícil, que afecta su bienestar emocional y su capacidad para enfrentar esta parte del año”, señala el investigador.

Romper el tabú sobre salud mental

En Argentina, hablar de salud mental todavía enfrenta barreras culturales que recubren a esta problemática de cierto misticismo o extrema privacidad. Sin embargo, figuras públicas como “El Dibu” Martínez han contribuido a normalizar estas conversaciones. “El caso de los jugadores de fútbol durante el Mundial es un ejemplo claro de cómo abordar estas temáticas puede ser positivo. No necesitamos llegar a un trastorno para hablar de salud mental. Cuidarnos es una inversión a largo plazo”, reflexiona el psicólogo.
Godoy concluye destacando la importancia de apoyarnos mutuamente. “Cuidarnos a nosotros mismos y cuidar a quienes nos rodean es esencial. Si notas que alguien está lidiando con malestar, se le puede sugerir acciones sencillas como dar un paseo por un espacio verde o meditar diez minutos. Pequeñas intervenciones pueden cambiar el cierre del año para mejor”, apunta. (Fuente: Agencia CTyS-UNLaM)

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