Su rostro sonríe. Va al encuentro de Norma. En este lado del mundo está todo lo que construyó con visión de águila, temple de acero y horas al viento y al sol, creando nuevas realidades, inventando con precisión matemática mundos que solo él podía ver desde el origen, que luego compartiría plasmados en obras de ingeniería útiles y necesarias para la vida en el mundo.
José fue un constructor que venía del futuro con un proyecto intangible entre sus ojos, y dedicó toda su vida a traducirlo en obras visibles. Mostraba la obra terminada adonde solo había una planicie patagónica, con detalles milimétricos, ya estaba creada en su mente y, al poco tiempo, esa obra se volvía realidad para todos.
José fue un constructor de su familia junto a Norma, con quien tuvo tres hijos, Fabrizio, Constanza y Valentina y, luego con la llegada de sus nietos, pudo también compartir con ellos momentos de amor y alegría.
José fue un constructor de amistades y de proyectos inconmensurables, tuvo la posibilidad de desplegar su ingenio y su inteligencia, sobreponiéndose con gran fortaleza a los diferentes desafíos que la vida le propuso. Esa misma vida que abrazó con pasión y convicción absoluta en cada día de su existencia.
José fue un constructor de una forma única de vivir que dejó una huella inédita. Como una pieza forjada en metal noble, allí está su obra enorme como testigo viviente de su paso por este mundo y, en el corazón de su familia y amigos laten sus gestos generosos, cálidos y amplios para siempre.
Descanse en paz, José. Su obra y su legado permanecen de este lado del mundo como testimonio de su amor por la vida.
Gracias, José, por ser un constructor incansable.
Gracias, por toda su vida, vivida con la pasión que ella se merece.

Silvia Iglesias