En busca de la tierra perdida
Muchas veces nos han reunido en estas páginas las explicaciones científicas a hechos cotidianos, también han sido motivo de charla ciertas curiosidades matemáticas y hasta definiciones de remanidos refranes. Todo sea para no agotar nuestro bagaje de inutilidades a la hora de la sobremesa para hacer las delicias de nuestros acompañantes. Hoy voy a abandonar por unos momentos la física y hasta la realidad, para ofrecerles, queridos lectores, sumergirnos en la prosa fantástica de la literatura mitológica.
A lo largo de la historia humana una de las mayores fascinaciones, especialmente de los marinos, fueron los monstruos fantásticos y las tierras prometidas. A los bichos los dejaremos para otro día, hoy nos interesan las tierras, lugares siempre perfectos, con frutos siempre dispuestos y dulces mujeres, ¿o era al revés?
La cosa es que estas tierras imaginarias siempre tenían un encanto mítico, capaz de cautivar la imaginación de las personas durante milenios.
Arranquemos con la legendaria Hiperbórea, que era una tierra perfecta en la cual, según creían los griegos, el sol nunca se ponía y donde siempre era primavera. En ella no sólo el paisaje y los alimentos eran soberbios, sino que sus habitantes, aunque medio salvajes, además de bellos y físicamente perfectos, estaban dotados de una prodigiosa salud y larga vida. También se creía que eran favorecidos por los Dioses, por ejemplo que Apolo los visitaba dándoles regalos, luz y calor.
Hiperbórea significa, literalmente, “Más allá del Boreo”, siendo Boreo el viento del Norte, o sea, se la imaginaba al norte de Francia, pasando Tracia, más o menos donde hoy sería Dinamarca.
Pero los griegos no se conformaban con una tierra imaginaria, sus historias también cuentan sobre Thule, situada generalmente en una isla, muy al Norte, en lo que hoy sería Escandinavia. En Thule coexistían veinticinco tribus, a veces pacíficamente y otras no tanto. Pero, al contrario que en Hiperbórea, a sus costas nunca llegaba el Sol y sus aguas se encontraban plagadas de temibles monstruos y serpientes marinas. Lo curioso es que, a medida que se ampliaba la exploración de Europa y avanzaba el conocimiento del hombre, Thule no dejó de existir, sino que iba siendo desplazada cada vez más al norte, hasta llegar a describir lo que hoy es Islandia, de hecho, en los mapas medievales, Ultima Thule hace referencia a todo territorio más allá del mundo conocido.
Pero no hay que irse hasta la Antigua Grecia para oír de Thule, durante la Segunda Guerra Mundial, el régimen nazi consideró la isla de Thule como el lugar de origen de la raza aria, siendo motivo y razón para lanzar una búsqueda masiva para encontrar la mítica y ansiada isla.
Y si hablamos de tierras imaginarias, no podíamos dejar de mencionar a la Tierra Incógnita más famosa y popular de todos los tiempos, la Atlántida. Según Platón, la Atlántida era una tierra milenaria que había desarrollado el lenguaje y la navegación nueve mil años antes que los griegos. Se encontraba más allá de los Pilares de Hércules -el Estrecho de Gibraltar- y era una potencia naval con herramientas y armamento muy avanzados. Desgraciadamente, y por causas desconocidas, el destino quiso que de un día para otro ésta se hundiera en los abismos. Según el mismo Platón, un castigo por querer invadir Atenas.
Pero abandonemos la Atlántida, tan vapuleada por Disney y compañía y conozcamos otra leyenda que nos cuenta que en el Océano Pacífico existía un gran continente llamado Mu, el cual también se hundió en las oscuras aguas sin dar aviso alguno. Considerado por muchos como “La Atlántida Japonesa” este continente fue planteado por Augustus Le Plongeon en el siglo XIX, quien tras leer varios manuscritos antiguos descubrió que una “porción de tierra” ya no estaba donde éstos indicaban. Si bien hoy en día la ciencia y el amplio conocimiento sobre placas tectónicas desmintieron la posibilidad de que un continente llegue a hundirse, Mu podría haber sido una isla, hecho confirmado por el hallazgo de muchas ruinas sumergidas, entre ellas, una pirámide.
Y así seguimos andando por este mundo, en busca de nuestra Atlántida, de nuestra Thule o de nuestra Mu, dando tropicones pero siempre con la vista en el horizonte, murmurando esperanzados el nombre de nuestro destino. Porque muchos podrán decir que sólo son fantasías o delirios, pero nosotros sabemos que las fantasías, a fuerza de voluntad, algún día terminan haciéndose realidad, ¿no?
Fuente: http://www.anfrix.com
Por Javier Arias
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