HISTORIAS CURIOSAS PARA CONTAR EN DÍAS DE LLUVIA

Anibal y la mayonesa, tácticas bélicas de avanzada

No quisiera perder el objetivo principal de esta columna sabatina, que es, ni más ni menos, proveer letra para que usted, señora, señor, pueda destacarse en las veladas con amigos y desconocidos. Porque todos sabemos que seguir usando las pantallas de las lámparas como sombrero, bailar sobre las mesas y proponer jugar a dígalo con mímica ya no le traen los éxitos de antaño. Por eso se hace necesario, y por qué no, imprescindible, poseer un bagaje cultural intrascendente, casi diría, inútil, pero a la vez interesante, deslumbrante y, por supuesto, original. Asi que vayamos a lo nuestro, que en cualquier momento se larga a llover de nuevo.
A ver, imaginemos que usted, sentado frente a la ventana, y con un pequeño auditorio variado enfrente, escucha a uno de los presentes que dice sin real conocimiento una frase como: “El dinero es la raíz de todos los males”. Si bien es bastante discutible la sentencia, aunque Mauricio Macri bien podría ser un ejemplo cabal, lo que seguramente ignoran todos es que esta frase, y muchas más, provienen de la misma Biblia, esta particularmente de Timoteo 6:9. Agende, que después se me olvida, “No hay nada nuevo bajo el sol”, es de Eclesiastés 1:9; “Nadie es profeta en su tierra”, expresión más que obviamente bíblica, y que se refiere a cuando Jesús fue rechazado en Nazaret, está en Mateo 13:59.
Una interesante es “Ojo por ojo y diente por diente”, que me han discutido que viene de la Ley de Talión. Sí, convengamos que es muy similar, pero la frase está efectivamente en la Biblia, exactamente en Éxodo 21:23, pero lo peculiar es que no termina ahi, sino que sigue con “Mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, contusión por contusión”, ¿se imaginan diciendo todo esto?, más o menos por lo del pie ya nos estarían sacudiendo algo por la cabeza, y ahí tendríamos que empezar de nuevo… “Golpe por golpe, ojo por ojo…”
Pero, miren lo que descubrimos ahondando en estas curiosidades dialécticas, que nuestra historia ya estaba escrita, la frase “Poner la casa en orden” está en Reyes 20:1, asi que en aquellas Pascuas, por hache o por be, ya todo estaba escrito.
Vamos bien, vamos bien, ya hemos acaparado la atención de más del cuarenta y tres por ciento de los presentes, que ha decir verdad, es un porcentaje interesante, más si en él está incluída esa señorita de ojos verdes del sillón oeste.
Es el momento de cambiar abruptamente el perfil de la conversación, que se está haciendo demasiado clerical, y uno que de religión sabe hasta ahi, va a terminar embarrándola. Agarremos para el lado de la historia, que siempre viene bien y deja margen.
Acérquese a la mesa donde están los sanguchitos, esquive ese que ya tiene las esquinas dobladas apuntando al techo y mordiéndo levemente el de aceitunas diga, casi sin darle importancia: “Cuánto le debe la panadería moderna al general Anibal”.
Vamos, que si con esta frase no logra despertar al restante cincuenta y siete por ciento de la audiencia es mejor que se dedique al estudio concienzudo del esperanto.
Igual no se apure, que el que madruga Dios lo ayuda (esta no tengo idea si es bíblica o qué), deje unos segundos que madure en la cara de los presentes las expresiones de “qué tienen que ver los garbanzos con la escarapela” y antes que las mismas se transformen en un “a este loco quien lo invitó” tire la explicación demoledora.
La mayonesa, esa exquisita salsa que auna a todo sanguchito que se precie, es la mezcla de pimienta, sal, aceite, vinagre y yema de huevo. Y esa mezcla no es caprichosa ni un invento de la naturaleza. Cuentan que cuando Armand Jean du Plessis, Cardinal y Duc de Richelieu, primer ministro de Luis XIII, ancló en Puerto Mahon, en las Menorcas, Islas Baleares, en 1756, reclamó comida tan pronto tocó tierra. Como no había nada preparado, su cocinero apurado por las circunstancias, el apetito y el mal humor de su jefe, que ya hemos destacado en estas páginas, tomó lo que pudo, puso los ingredientes juntos y los batió hasta darles consistencia, forma y color amarillento. Desde entonces, a ese conjunto se lo llamó “mahonnaise”, por el puerto Mahon, capital de Menorca que, a su vez, deriva de Magon, su fundador, hermano de Aníbal, el general cartaginés, uno de los grandes líderes militares de la Antigüedad, conquistador incansable y cruzador de los Alpes cabalgando una manada de elefantes.
Ahora, digame, después de juntar a un sanguchito de aceitunas, al Cardenal Richelieu, un par de elefantes y a Anibal, si no ganó la batalla y se sentó junto a la señorita de ojos verdes del sillón oeste usted, qué quiere que le diga, usted es un paparulo.

Por Javier Arias
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