MISTERIOS DEL UNIVERSO

¿Por qué se arrugan los dedos bajo el agua?

La piel de nuestro organismo es un órgano muy extenso que está diseñado para protegernos del entorno y regular multitud de procesos. Lo consigue gracias a su enorme adaptabilidad, un fenómeno que hemos experimentado, aunque no nos hayamos detenido a pensarlo, en numerosas ocasiones.
¿A quién no se le ha arrugado la piel tras un baño prolongado? Ahora bien, ¿por qué solo sucede esto en los dedos de las manos y los pies? ¿Por qué no pasa, por ejemplo, en la piel de la frente o en el abdomen?
Para comprender este fenómeno vamos a poner nuestra lupa en la capa más externa de la epidermis. Se conoce como estrato córneo o capa córnea, y está compuesta por células planas y muertas que se encuentran empaquetadas en un colchón de proteínas y lípidos. Esta capa actúa como una poderosa barrera frente a las amenazas externas.
Durante mucho tiempo se pensaba que la aparición de las arrugas tras la exposición al agua era el resultado de un proceso de ósmosis, en el cual la entrada de agua en la capa más externa de la piel provocando que se hinchara. De hecho, esta explicación estuvo vigente hasta el año 1935.

Un fenómeno de vasoconstricción

En las últimas décadas la evidencia científica ha apuntado en otra dirección, todo parece indicar que el arrugamiento es la consecuencia de la vasoconstricción de los vasos sanguíneos que hay bajo la piel, los cuales dependen del sistema nervioso autónomo.
De alguna forma cuando el agua penetra en la epidermis altera el balance de electrolitos lo que genera un mensaje que llega hasta el cerebro y que, a su vez, provoca una respuesta: contraer los capilares subcutáneos y evitar el flujo de la sangre. Debido a que en la capa más exterior de nuestra piel hay menos vasos está obligada a arrugarse.
Todo este proceso lleva su tiempo, hemos visto que no es inmediato, se calcula que se necesita, aproximadamente, 10 minutos, siendo necesario para revertirlo unos 15-20 minutos. Pero estos valores son muy aproximados, se ha visto, por ejemplo, que en el agua caliente el proceso es mucho más rápido y que en la playa los dedos no se arrugan tanto como en una piscina.

Una ventaja evolutiva

Ahora bien; ¿qué utilidad tiene todo esto? Porque la naturaleza no da puntadas sin hilos. Las primeras pistas llegaron en el año 2001, por aquel entonces científicos de la Universidad de Tel-Aviv observaron que los dedos de las manos de los pacientes con enfermedad de Parkinson se arrugaban menos que los pacientes que no los tenían.
Una década después se comprobó que los dedos arrugados actúan a modo de bandas de rozamiento, canalizan el agua fuera de los dedos cuando se mojan, de forma que la capacidad de agarre a distintas superficies es mayor. Y es que, muy probablemente este diseño de la naturaleza nos permite agarrar con una mayor precisión objetos mojados o que se encuentran bajo el agua.
Quizás, al menos eso defienden los antropólogos, las arrugas en los dedos de nuestros ancestros favorecieron que pudieran recolectar alimentos con una mayor facilidad en un escenario lleno de vegetación húmeda o en arroyos. Con aquella ‘mejora evolutiva’ sería posible recoger, por ejemplo, moluscos con mayor facilidad en las zonas costeras o en las riberas.
En cuanto a las arrugas de los pies, es posible que también fuese una ventaja evolutiva, ya que la adherencia al suelo aumentaba y les resultaría más fácil caminar por las piedras mojadas.

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