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The Wild: La leyenda del Rock – Parte 32

RD
No prestó, como nunca lo hizo, atención a su look al momento de prepararse para la entrevista. Fue con la triste ropa de la preparatoria. Su cabello bajo la luz parecía más rojo y su piel más joven. De 16 años que tenía, aparentaba sólo 14. Pero al tomar su guitarra comenzó a brillar más y se despejaron todos los indicios de ropa y edad. Era una virgen levitando en el escenario.
Chuck y Fuck se rieron al ver a la niña inocente, sin curvas, con tremenda y antigua guitarra. Frank la miró con ternura. Estaban seguros de haber elegido ya su guitarrista, el joven de pantalón de jean Levi´s y pelo largo, algo sucio. Sin embargo, dejarían tocar a la joven por lástima o para divertirse.
Ros, la virgen, arrancó con unos acordes de blues y sintió, como cada vez que lo hacía, un fuego interior que la poseía. Brotaban de su piel, como muertos vivos, los espíritus de los ancestros de la señorita Kenia para ayudarla a dominar sus cuerdas, como si al hacerlo rompieran las cadenas de la historia de la esclavitud de la música. Era demasiado lo que sentía, muchas veces pensó que estallaría, que volarían las partituras y todo se volvería un infierno de sangre, fuego y calaveras. Luego, al dejar de tocar, volvía a la supuesta docilidad materna. Se volvía dulce y suave.
Frank, Chuck y Fuck quedaron anonadados, como tres idiotas ignorantes frente al ataque de acordes y punteos de la pequeña Ros. No podían decir algo coherente. Sólo balbuceaban: ¡uffff! ¡guau! ¡my god! Luego hubo un silencio largo. Ros los miraba sin comprender si lo que había era una aceptación o un rechazo. Ellos seguían sin poder creerlo. Ella les dijo que quería entrar a la banda para hacer algo de dinero, llegar a las grandes ciudades y tatuarse una guitarra en el brazo junto al nombre de su maestra. Cuando Chuck logró cerrar la boca, después del asombro, le pidió que espere afuera, junto a los otros interesados. La pequeña guardó su instrumento rojo y redondo en la funda original, tomó su morral, acomodó su ropa y salió del recinto mientras repetía las palabras de su madre: “no abandones tus sueños porque el tiempo se los come”
¿Qué harían? Fue increíble lo sucedido, lo que habían escuchado y visto. Era ella el toque que llevaría a THE WILD a la máxima fama, al cielo de las bandas: la gloria. Se permitieron soñar un rato pero Fuck reaccionó: ¡Es menor de edad! Aunque pronto cumpla 17, sigue siendo un delito hacerla trabajar, transportarla sin autorización de los padres. No podemos pasarla de un estado a otro, pero no podemos perderla. Decidieron hablar con Ros para plantearle el inconveniente y evaluar posibilidades de permiso de algún adulto directo. Las leyes con respecto al traslado de menores eran muy duras en EEUU, no podían arriesgarse.
Ros, desesperada, trazó un plan que le permitiría alcanzar sus sueños. Debía hablar con la señorita Kenia, para ello la acompañó Frank, que aprovechó la ocasión, para felicitarla como docente de una artista increíble. El planteo fue amplio y bombardeaban a Kenia con ideas y propuestas para convencerla de que pida una licencia en el Northeast Middle School y salga de gira con la banda acompañando a Ros y sueños. Kenia, que estaba pronta a jubilarse, pensó que salir de gira con una banda con todo pago era un buen viaje de casi jubilada, y pisar los megaescenarios de los que sólo conocía un par sería una experiencia que se había ganado después de haberles enseñado a tantos músicos. Sólo quedaba conseguir la autorización firmada por sus padres.
La escena se repitió en la casa de los Dell, pero esta vez sólo fueron Ros y la señorita Kenia como representante de la niña, para incorporarla a la Orquesta Juvenil de Nueva York y a la gira que haría por todo el país. El padre llegó de trabajar y escuchó en silencio. Un silencio molesto e incómodo. La madre preguntó todo cuanto pudo. Ros sabía que la madre sabía que esa no era la verdad. La verdad no podía desnudarse porque el padre no la dejaría viajar con una banda de rock y una vieja negra, discutiría fuerte con su madre y eso era algo que Ros siempre evitaba, la cuidaba como a una frágil figura de porcelana. A Ros le dolía mentir y sobre todo a su madre. Ya llegaría el momento de decir la verdad cuando su sueño se cumpla efectivamente. En un rincón, sus hermanos se codeaban y reían por lo bajo, había muchos secretos para comprarles el silencio. No eran un problema. Finalmente, y sin más saliva para convencerlos, los progenitores, en principio, dudaron. Pero ante la exposición de la docente aceptaron y firmaron
Así fue que Rosmarie comenzó a caminar hacia sus sueños donde el final era la gloria. Junto a su maestra, Kenia, entrarían a la fama por la alfombra roja.

Continuará…

Por Carlos Alberto Nacher
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