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The Wild: La leyenda del Rock – Parte 22

Julio 1974: Robos y copias
Durante un concierto en Atlantic City, a Frank, que se había tomado una botella completa de Johnny Walker etiqueta negra en el camarín antes de salir a escena, no se ocurrió nada mejor que ponerse a despotricar contra varios colegas famosos, como Paul McCartney, Elton John y, sobre todo, a Eric Claxon, con quien mantenía una aversión desde años atrás, cuando lo descubrió en los viejos discos de Cream. Era algo irracional y personal. No le gustaba Eric, no le gustaba lo que representaba dentro del mundo del rock, no le gustaban sus canciones, ni su ropa, ni sus lentes.
“No me gustan tus lentes Eric”, repitió varias veces en medio de un solo de guitarra de Smog. “Eric go home” gritaba, incluso les hizo cantar “Eric go home” al público, muchos de los cuales accedieron, otros no entendían qué estaba sucediendo y el porqué de esa actitud errática de Eric.
Llegó a cambiarle el estribillo a “The dog Said No” y cantó “Eric Say no”, y cosas por el estilo, sin una explicación clara de las razones para esto.
La banda tocó, en el medio, un tema instrumental de Smog, “Dead Cat in The McArthur Street”, y Frank aprovechó para ir al camarín a descansar un poco, y tomarse otro Johnny Walker.
Un empleado del teatro le acercó un teléfono inalámbrico. “Lo llaman señor”.
Frank tomó el teléfono y gritó “Aló, quién fucking llama”
– Idiota, soy Eric Claxon. Te estoy viendo en el teatro estúpido. ¿Quién te piensas que eres para insultarme así?
– Soy Dios Eric, soy el Dios de la música, soy la reencarnación de Apolo, y tú apenas te sabes cuatro acordes y los repites todo el tiempo, aunque en distinto orden.
– Te voy a hacer tragar lo que decís, te estaré esperando a la salida del teatro.
– Perfecto, buscá ayuda.
Frank volvió al escenario y continuó con su exposición sin sentido contra el famoso guitarrista, la gente aplaudía todo, pero no comprendía la situación.
“No se preocupen, es el whisky” gritó Frank, y siguió cantando con la misma energía de siempre.
Al finalizar el concierto, Claxon fue a esperarlo a la salida, cumpliendo con su promesa. Pero fue convencido por su manager y un amigo abogado que lo acompañaban, para que no se metiera en líos y, en cambio, le iniciaran una demanda legal por injurias y calumnias, lo cual era algo muy usual en Norteamérica. Y era muy sencillo de probar, había una multitud que escuchó los improperios, además de cientos de cámaras de video que estaban filmando todo. Era cuestión de conseguir una grabación y un par de testigos y Frank caía el lazo sólo, sin esfuerzo.

Continuará…

Por Carlos Alberto Nacher
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