Página de cuento 841

The Wild: La leyenda del Rock – Parte 15

Abril 1970: Excentricidades y recuerdos
Por ese entonces, el grupo ya estaba asentado y se encontraba rankeado entre las 10 principales bandas de rock y rock psicodélico del planeta. Podríamos nombrar, entre otros, a las inglesas Led Zeppelin, Deep Purple, Pink Floyd, Rolling Stones, mientras que en Estados Unidos podríamos nombrar a The Beach Boys, The Doors, la novedosa Aerosmith y, obviamente, la fabulosa THE WILD.
El dinero proveniente de las ventas de disco y de los recitales ingresaba a montones, y Frank había adquirido un departamento de 400 metros cuadrados en el décimo piso de uno de los edificios por entonces más altos y más antiguos de la costa oeste: el PacBell Building. Allí adquirió un semipiso de oficinas que adaptó a su gusto, incluyendo una pileta de natación interna, un sauna y un dormitorio de 40 metros cuadrado para su perro Charly, un labrador que había adquirido recientemente en el barrio Chinatown,
Charly fue uno de los seres más amados por Frank, que gastaba cuantiosas sumas para su cuidado y entrenamiento, aunque nunca había aprendido demasiado. Frank estaba, poco a poco, incubando a un alter ego muy delirante, inestable, y con caprichos inexplicables. Por ejemplo, se le ocurrió, cual Calígula de la post-modernidad, que el perro debía tomar sus propias decisiones. Así fue que ordenó que no se le enseñe dónde defecar u orinar, la sabiduría del perro elegiría el lugar más apto. Más adelante, dejó también que fuera el perro quien decidiera cuál mujer pasaba o no la noche en su departamento (de allí la famosa canción “El perro dijo no”).
Fueron memorables las fiestas dadas en aquel semipiso del 140 New Montgomery Street, a la que asistían, además de hermosas mujeres y hombres, lo más loco de la cultura pop de la época. Incluso conocieron el departamento, personalidades ilustres como Andy Warhol y Salvador Dalí y, por supuesto la que fuera, años después, uno de los grandes amores de Frank: la superdiva Tina Turner.
Sin embargo, y a pesar de toda esta vida disipada, llena de lujos y placeres, Frank nunca olvidó a su antigua novia de Arroyo Chotoré, una niña de pelo rojo y pecas llamada María Teresa Saldivia. Cada tanto soñaba con ella, a pesar de los tantos amores, de las cientos de mujeres que a él acudían, a pesar de las gemelas Debonatti, de Tina, y tantas otras enamoradas, Frank no olvidaba a María. Así lo expresa en “Blues For María”, y en algunas otras estrofas de amor, donde no la nombra, pero donde persiste un mensaje romántico profundo, como en “I´m in love of a beautiful woman”, canción de la que todavía está en duda su fuente de inspiración, ya que no se sabe exactamente si fue escrita por Frank dedicada a María Teresa Saldivia o a Tina Turner.
En un reportaje reciente a la maravillosa Tina, ella afirma que esa canción fue dedicada a ella, ya que Frank estaba profundamente enamorado de ella. Pero también afirma que tal amor nunca fue correspondido por ella, que Frank le inspiraba cariño, por eso aceptaba sus regalos, sus canciones, pero que nunca había pasado nada entre ellos.
Todos sabemos, como es obvio, que la diva no nos dice la verdad. Fueron muy conocidas las estadías de semanas de Frank en la mansión que él mismo le había regalado a Tina en 1978, en la Coldwater Canyon Avenue, Beverly Hills, California. Pero eso es otra historia, que contaremos más adelante.
Por el momento, Frank extrañaba a su primera novia. Cada tanto salía a caminar por el Chinatown y, a escondidas, disfrazado para que no lo reconozcan, se metía en algún pub oscuro y le ponía unas fichas a un teléfono público, de esos que se instalan al lado del baño, y llamaba, en el más hermético secreto, a María Teresa. Estaban hablando entre cinco y diez minutos, como si él estuviera preso y María Teresa lo va a visitar y hablan a través de un vidrio alambrado.
Luego colgaba, se volvía caminando y se quedaba tirado en un sillón por horas, acariciando a Charly que se tendía a su lado.
Pero pronto volvía a la vorágine cotidiana, se reunía con la banda a proponer nuevos temas, ensayar, y escuchar las aventuras nuevas de los integrantes. Siempre había mucha gente en el departamento de Frank, muchos desconocidos. Entre el alcohol y los estupefacientes, se olvidaba todo rápidamente, todos los pecados eran perdonados, y volvían a reincidir.
Pero la música continuaba, el rock no paraba, el rock fluía por todos los poros de THE WILD. El rock superaba todos los límites que nadie podía imponer jamás.

Continuará…

Por Carlos Alberto Nacher
[email protected]

ÚLTIMAS NOTICIAS