La Historia – Parte 23
Voy comenzando a comprender algunas palabras del hombre con quien convivo ahora. No tiene nombre, no sé su nombre, y parece que él tampoco tenía asimilado ese concepto, esa abstracción de ser llamado por una palabra, por un nombre.
Sin embargo, quizás en principio a modo de broma, sin intenciones, lo llamé Nada. Y así quedó su nombre. Ahora él ya sabe que es Nada, y soy Ave.
A veces pasamos largas horas uno junto al otro, nos miramos, sin tocarnos. Todavía no puedo aceptar que me toque. Mi educación en La Comunidad fue muy invasiva, la Madre Superlativa, a través de sus imposiciones y su férrea disciplina, me inculcó que los hombres son abominables. Sin embargo, encuentro en Nada gestos y actitudes que nada tienen que ver con lo que me enseñaron, por el contrario, puedo percibir en él una gran bondad.
Entonces mi mente, y mi cuerpo, están en medio de la aceptación y el rechazo, quisiera tocarlo, pero no puedo hacerlo. Pero noto en él alguna actitud, como si manifestara en secreto que me desea, pero que no se acercará si yo no lo acepto. Allí radica toda su simpleza, no parece que analizara profundamente las cosas, sino que se deja llevar por el devenir de ellas. ¿Estará allí el secreto de la sabiduría? ¿Será mi maní de analizarlo todo, de aplicar el método científico a todo lo que me rodea, la expresión del saber, y, por el contrario, su simpleza, la manifestación de la ignorancia? ¿O será al revés?
¿Saber es ignorar o ignorar es saber? ¿Preocuparse por las cosas es perseguir la felicidad o la desdicha? ¿Intentar cambiar el rumbo de este río es mejor que dejarse llevar por la corriente?
Vienen a mi memoria frases antiguas de todo tipo, recuerdo fugazmente a Hermann Hesse: “Tal vez las personas como nosotros no son capaces de amar. La gente común sí es capaz… ese es su secreto.”
Aquella frase formaba parte de un grupo de fragmentos de un libro llamado “Las obras completas de Hermann Hesse”. Y había muchas otras.
Una en particular, que representa todo lo que me sucede en este momento:
“El pájaro pelea hasta que consigue salir del huevo. El huevo es su mundo. Todo ser viviente debería intentar destruir el mundo.”
Hace un tiempo, en el laboratorio la habíamos descifrado y comprendido. Pero recién ahora la comprendo en su totalidad. Fui forzada, expulsada de la Comunidad. Fui obligada, no fue mi voluntad, pero el destino me puso en medio de la frase de Hesse. Siento que estoy destruyendo mi mundo para formar parte de otro, distinto, temible, letal, maravilloso.
Creo que éste nuevo mundo es un mundo en el que el mismo entorno natural se despliega para hacer que salgan al exterior nuestras emociones guardadas desde siempre. Para liberarnos de tantos prejuicios de siglos.
Nada me mira con ojos húmedos.
Ayer pronunció unas palabras en su idioma, que nunca se las había escuchado.
Le pedí que dibujara algo en la arena que fuera representativo de lo que había dicho. Tomo una ramita y dibujó un rudimentario corazón.
No entendí su significado. Su idioma tiene abstracciones muy extrañas. ¿De dónde proviene todo esto?
Continuará…
Por Carlos Alberto Nacher
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