Eso es todo 2020, hasta nunca

Sobre el final del 2019 leímos que, en una remota ciudad de China, Wuhan, sobre un virus, uno más, según nuestra perspectiva: una epidemia ajena.

Como tantas noticias internacionales la visualizamos como algo que no llegaría jamás y que no alteraría nuestra forma de vida.

Pero llegó, como un mazazo, para cambiar radicalmente la vida de todos de la noche a la mañana.
Las cosas se fueron poniendo serias cuando la propagación dio cuenta de que el planeta estaba en manos del coronavirus, y un año después lo sigue estando.

Además de los infortunios de vidas, salud y consecuencias económicas, el virus ha producido una aceleración inesperada en cambios que estaban anunciados para el futuro próximo y algunas otras costumbres sociales que modificarán la conducta de los sujetos en el futuro, al menos, mediato.

La telemedicina, el trabajo remoto, el distanciamiento social, la carencia de contacto físico, las compras en línea, la bancarización digital son apenas algunos de los ítems que han cambiado el estilo de vida. Tal vez no todos continúen en el mismo formato post pandemia, pero seguramente ya no habrá vuelta atrás en muchos otros.

Además, la crisis sanitaria nos está poniendo delante de un espejo, para mostrar lo mejor y lo peor de la gente. La pandemia ha ayudado a muchos a priorizar lo importante, que siempre son las propias personas.

Pero el coronavirus es también una cura de humildad, que nos ha hecho ver lo vulnerable de nuestra forma de vida.
Como tantas cosas en la vida, y como rezaba aquella vieja campaña publicitaria, primero se enfermaron en china, luego en Europa, después se infectaban en Buenos Aires, pero seguía lejos, ahora está entre nosotros, cerca de nuestros seres queridos, y nos invaden reacciones tan humanas como el miedo a lo desconocido, o el temor a la muerte.

Cuando el rulo termina, y pensamos que lo peor ya paso, nos volvemos a aturdir, porque la realidad sigue a un ritmo desmadrado.

Como si fuera poco el pago escalonado, las deudas de aguinaldos, las deudas propias, la inflación, la pandemia nos obligó a bajar el ritmo, olvidar los planes, trabajar en casa y entretenernos con los nuestros.
Ahora el mayor temor que podríamos tener algunos, es que no hayamos aprendido nada de este momento.

Como siempre depende de nosotros.

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