RESULTADOS DE UN ESTUDIO A LO LARGO DE 10 AÑOS

¿Cuál es la relación entre las olas de frío y la mortalidad?

Las abuelas no mandaban a poner un abrigo para salir en invierno, o nos retaban por andar descalzos en el patio. Es que, desde tiempos inmemoriales, y tal vez por nuestra identidad como mamíferos de sangre caliente, el frío está relacionado directamente con las enfermedades y la muerte.
En este sentido, un grupo de investigadores de la Universidad de Buenos Aires (UBA), la Universidad Nacional de La Matanza (UNLaM), la Universidad Nacional de Entre Ríos (UNER), la Universidad ISALUD, la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo (UMET), la cartera de Salud de la Nación y el Servicio Meteorológico Nacional (SMN) estudiaron en detalle el vínculo entre las olas de frío y el riesgo de mortalidad de la población, en distintas regiones de Argentina, durante el período abril-septiembre, desde el año 2005 hasta el 2015.
“En 2016 estudiamos la ola de calor del verano 2013/2014 y encontramos un vínculo entre la mortalidad en los principales aglomerados urbanos y estos eventos climáticos. Con ese trabajo, que permitió llevar las alertas tempranas de calor del SMN a distintos puntos del país, advertimos que las olas de frío no eran muy estudiadas, y que también influyen en la salud de la población”, explicó la doctoranda Silvia Fontan, docente de la UNLaM y una de las autoras del artículo publicado en la Revista argentina de Salud Pública.
Para detectar el vínculo clima-mortalidad, el equipo, conformado por profesionales del área de la Salud, las Ciencias Sociales y las ciencias de la Atmósfera, contabilizó los días fríos y olas de frío que tuvieron lugar en las ciudades elegidas, y cruzaron esos datos con los fallecimientos por causas cardiovasculares y respiratorias, discriminados por sexo y franja etaria, ocurridos entre 7 y 14 días después del evento meteorológico.

Una cuestión de percepción

Según los parámetros del SMN, una ola de frío ocurre cuando, durante tres o más días consecutivos, las temperaturas máximas y mínimas de un lugar son inferiores al 10 por ciento más bajo de lo esperable para esa localidad. Si el fenómeno no llega a durar tres días, se lo denomina “día frío”.
“La vivencia del frío o el calor no es igual según cómo esté el cuerpo adaptado al clima, por eso cada localidad debe tener su propio parámetro para indicar cuándo se está en presencia de un evento extremo”, apuntó Fontan. Esto es especialmente cierto si se tiene en cuenta la extensión del mapa argentino, que abarca climas fríos, templados y subtropicales.
Para el caso de la Ciudad de Buenos aires, el evento extremo de frío se da con temperaturas menores o iguales a 12.7°C de máxima y 4°C de mínima. Con este parámetro, entre 2005 y 2015, la ciudad registró unas once olas de frío.
En cambio, en la capital de Neuquén, estos eventos extremos se reportaron solo en dos ocasiones, cuando la temperatura osciló, por al menos tres días, entre los 9.5ºC de máxima y los -2.9ºC de mínima. Más hacia el norte y con un piso térmico un poco más elevado, las capitales de Formosa y Misiones registraron 12 olas de frío cada una, alcanzando la mayor cantidad de eventos extremos.
Según el análisis estadístico, en la mitad de las ciudades observadas se puede detectar un aumento de riesgo de muerte la semana después del día frío. Con respecto a las olas de frío, el vínculo clima-mortalidad se vio en ocho ciudades de manera más pronunciada, y también pudo observarse a los 14 días del fenómeno, pero con valores más bajos.
En esa línea, el equipo pudo confirmar que “la duración del evento puede asociarse con el incremento del riesgo, como ha sido referido en otros estudios”, y advirtió que la observación también vale para ciudades con clima subtropical, como Corrientes, Formosa, Posadas y Resistencia.
Además, señaló que el vínculo se hizo más evidente en los conglomerados urbanos más poblados, y que las personas de más de 65 años son las más susceptibles a estos eventos. El dato cobra relevancia si se tiene en cuenta que, a pesar de la disminución progresiva de las olas de frío a causa del cambio climático, éstas se han vuelto más duraderas.

Un nuevo enfoque

Si bien el estudio de los efectos del cambio climático tiene larga data en la ciencia argentina, su relación con la salud es un terreno aun poco explorado. En parte, porque requiere de la unión de disciplinas de lo más disímiles, que construyen sus datos de manera distinta.
“La mayor labor que tenemos cuando trabajamos interdisciplinariamente clima y salud es poner en diálogo distintas formas de construir el conocimiento o de definir el fenómeno, que están, en principio, pensadas para un saber disciplinario asociado a la atmósfera”, comentó Fontan a Agencia CTyS-UNLaM.
Así, los expertos buscaron un lenguaje común que, en la mayoría de los casos, pudo amalgamar datos de escalas temporales y espaciales diferentes. Insistir en esa tarea les permitió colaborar con el Sistema de Alerta Temprana por Olas de Calor y Salud (SAT-OCS) que, hacia fines de 2017, pasó de cubrir 2 ciudades a 57, distribuidas por el centro y el norte del país.
Según la experta, trabajos de este tipo, que generan cruce entre disciplinas y entes públicos, pueden traducirse en políticas sanitarias de prevención, estrategias de anticipación y herramientas para que la ciudadanía pueda gestionar también su autocuidado, tal como ocurrió con los estudios anteriores de olas de calor.
“El conocimiento que se genera desde el campo académico en diálogo con la gestión pública –concluyó Fontan- puede generar una sinergia, porque la información producida es mucho más pertinente a la realidad de la población y del país. Ahí está es la riqueza”. (Fuente: Agencia CTyS-UNLaM)

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