Los Lampeduzza se van de viaje otra vez

Por Javier Arias
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La familia Lampeduzza está integrada por el papá Atilio Lampeduzza, la mamá Carmen Restrepo y los dos niños, Albina de 18 años, a la que le dicen Blanquita, y Ramirito, de 7 años. Hace un año habían salido por primera vez del país cuando Atilio, después de cobrar una antigua indemnización le había pagado un viaje a toda la familia a Estados Unidos. La parte increible de este relato, más allá del cobro de una indemnización en estos tiempos que corren, es que Atilio había guardado una parte de esa guita y sin que se enterara Carmen la había puesto en cierto fondo de inversión de riesgo…

¿Cuánto me decís que gastaste en esa locura, Atilio?, fue la primera impresión que logró cuando le dio la noticia. “Decime, ¿vos estás loco, te drogás con kerosene o sólo me engañas y sos un tacho de mayonesa con cierta habilidad para modular palabras?”, fue la segunda impresión que consiguió de su querida esposa. Finalmente, y no con mucha facilidad, logró meter un bocado y explicarle que efectivamente era un buen toco lo que había puesto, y que sí, que al final no había salido como sus asesores financieros… ¡Asesores financieros! ¿Pero quién belines te crees que sos vos, Atilio, ese Paul Singer? Te decía, amorcito, que no salió tan bien, pero tampoco nos podemos quejar… Silencio, Atilio la miro esperando otra respuesta airada, pero el silencio fue peor, esa cara fue definitivamente peor, por lo que se apuró a contarle, mientras le escondía la sarten y todos los cuchillos a tres metros a la redonda, que efectivamente nunca se dieron esos millonarios resultados, de hecho, el negocio que le habían prometido se había ido al tacho, pero que en compensación, y con no sabía bien cuál extraño revoleo, le habían pagado con un crucero a España y otros tantos días en el viejo continente con viaje de vuelta y todo.
Carmen respiró hondo, miró alternativamente el piso y la alacena donde guardaba las latas más pesadas y finalmente dijo: “¿A dónde me dijiste que nos vamos de vacaciones?”.
Y así fue como los Lampeduzza nuevamente se pusieron a hacer las valijas.
La idea era, según fueron desentramando en ese lío de papeles que le habían entregado en la oficina, que ya no era una oficina y donde ahora habían puesto un sospechoso Laverrap, que debían tomarse un barco en el puerto de Buenos Aires en tres días, que ese barco iba a navegar por la costa de Brasil parando en las ciudades de Río de Janeiro, San Salvador de Bahía, Maceió y Recife y que después iba a cruzar el Atlántico hasta la isla española de Tenerife, donde debían desembarcar… ¿Y por qué tenemos que desembarar si el barco sigue hasta Italia?, le preguntó Carmen, a lo que Atilio sólo atinó a responder con un escueto “ni idea”.
En Tenerife ya tenían resevado un auto y un hotel por dos noches, para después tomar un avión a Londres, donde se quedarían una noche, y al otro día partirían a Madrid. Ahí se quedarían cinco días, con visitas a Segovia y a Toledo, para después, en tren, viajar hasta Córdoba… ¿A Córdoba? ¿Vamos a ir de vacaciones a Córdoba? ¡Son unos amargos, yo quiero ir con mi novio a Villa Gesell!, apareció Albina en la puerta de la cocina a los gritos. Carmen la miró sospechando que efectivamente había estado escuchando toda la conversación, hecho que no la dejó del todo tranquila por los vastos conocimientos de geografía que esto y su reacción demostraría.
– Amorcito, Córdoba, Andalucía.
– No me importa a que hotelito de Córdoba quieran ir, por más que tenga diez estrellas sigue siendo Córdoba.
– Los hoteles tienen hasta cinco estrellas, Albina -agregó Atilio- Lo que te está diciendo tu madre es que no estamos hablando de Córdoba, Argentina, sino de la Córdoba de España.
– ¿Hay una Córdoba en España? ¡Qué loco! -y así como había entrado, se volvió a ir a su cuarto.
En Córdoba estaría esperándolos un automovil para recorrer todo el sur de España, con hoteles reservados en Sevilla, Zahara de la Sierra, Málagra, Granada y Barcelona, este último tramo, en avión, que eran una punta de kilómetros. Después, la vuelta, a través de Estambul… ¿Estambul? Sí, Carmen, Estambul, ¿me vas a preguntar por qué Estambul? No, no pienso, le respondió Carmen mirando de nuevo los papeles. Bien, entonces la vuelta es via Estambul y de regreso a casa dentro de un año y tres meses, dijo Atilio, pero como vio que no eraa momento para bromas, se corrigió rápidamente, “35 días, son 35 días”.
– Los chicos deberían faltar a la escuela, Ati.
– Espero que sean todas clases de geografía…

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