Di-no a las drogas
Por Marisa Rauta
Existen tres tipos de mimetismo, utilizados tanto por el depredador como por la presa: mimetismo batesiano, mimetismo mülleriano y automimetismo. Se trata de lograr semejanzas con el ambiente o camuflaje para parecer un objeto inanimado, uno más de la manada donde se infiltran o simplemente lograr una avanzada sobre territorio perdido.
El automimetismo es un instrumento engañoso, y también lo usan las personas, aunque la coincidencia marca que lo usan aquellas que necesitan incrementar su supervivencia, porque sienten que están dejando de ser o estar.
Un acto público para declamar una lucha abierta contra el narcotráfico, es más que nada un acto de fe. El de ayer en el Hotel Rayentray fue una gran convocatoria de voluntades. Desde allí partió el Gobernador Das Neves para encarar un auditorio que no sabía bien a que iba, y si algo sabía era apenas de la nueva delegación de la Policía Federal que se anunciaría, con más condiciones para pelear contra un negocio de la modernidad que parece haber llegado para quedarse.
El gentío de espectadores se podía entonces esperar encontrar un variopinto muestrario de vecinos, funcionarios, representantes de entidades y empresarios. Pero pocos esperaban encontrar “imputados” mimetizados con el mobiliario, la alfombra y la gente.
Los actos públicos tienen un sentido integrador e identificatorio. Participar no es necesariamente estar de acuerdo, pero es involucrarse. La otra es ir a desafiar, a buscar el resquicio para rearmar la resistencia, ir a disimularse entre lo que se es y lo que se puede ser, a medir el ánimo del conjunto respecto a uno mismo. Respecto a todos los que se apersonaron sin invitación, conociendo un poco el caso de la familia de los `anserinae´y sobre todo la subespecie `Anser albifrons`(ganso careto), atravesando increíblemente la línea externa de los federales y evadiendo el olfato de los canes, todo indicaría que se trató más de lo último que de lo primero. Un desafío a puro graznido a un sistema que amenaza conjuntamente actividades cercanas del tercer tipo.
De los centenares de personas que colmaron ayer el salón “Mimosa” unos silbidos espontáneos y unos abucheos casi lamentosos se escaparon tras el inesperado ingreso del ex intendente Carlos Eliceche. Su presencia causó en la mayoría de los presentes incautos una melaza entre sorpresa, incomodidad e indignación. Para quienes le conocen la lógica, acceder a tanta exposición mimetizada tras una escalada de notas rentadas en medios de comunicación, y después de aquella histórica carta pública donde lamentaba la pérdida de su credibilidad y el escurrimiento de su reputación, parece tener el objetivo de recuperar espacios.
Dos datos resultan interesantes para analizar el incipiente proceso de lucha conjunta contra el narcotráfico y otros abusos: Por un lado que Eliceche, en este acto quedó en varias oportunidades solo de soledad evidente al levantarse gran parte de los eventuales compañeros de sillas lindantes y preferir buscar otras ubicaciones. La otra es que muchos de los presentes comprendieron aunque con fastidio, que esta lucha que se proclama no es contra una persona. Después de todo el ex funcionario no es otra cosa que un emergente de esta misma comunidad y representa una gran parte de la forma de pensar, actuar y acomodarse a la silla y a los negocios de cualquier tipo que encuentra, dando el aval a “Cura” Segundo o al eventual que le sea útil. La lucha es con un modo de actuar que tendrá en el tiempo muchos más protagonistas con o sin plumas.
En una impecable postal de que aparece en un libro del doctor Pablo Naranjo, surgen nativos que ante las personas que cometían delitos en sus comunidades, oraban y lloraban por los muy infelices que consideraban que estos eran. En contraposición, en comunidades de América del Norte donde hay superpoblación de ocas que defecan los jardines sin miramientos, los vecinos adoptan soluciones más drásticas que la lástima o los rezos: trampas y cisnes de plástico, porque estos, más fuertes y corajudos que ellos, los auyentan.
En Colombia, cuando comenzó la escalada narco, los tipos eran identificados y conocidos por toda la vecindad. Al tiempo, el imperio de la impunidad les había permitido por cientos. Un día, convocados por una ong que analiza procesos sociales de estas características, dicen que los vecinos decidieron tomar ellos las calles, y salieron todos juntos a la noche, embarazadas, madres con sus hijos, ancianos, estudiantes, obreros, empresarios, políticos, todos, menos los narcos.
Nosotros, los madrynenses que definitivamente queremos una ciudad libre de drogas, o por lo menos de `garcas´ que se enriquezcan a costa de cualquier método, tenemos también estas opciones: rezar, lamentarnos, cazarlos, pero también ocupar espacios a manera de cisnes espantadores con el bien, la verdad y la belleza que posee todo aquel que valora la vida propia y ajena.
Como corolario, no faltó nada. Como al pasar un uniformado le dijo a otro a la salida de tan movilizador encuentro: “te cuento un chiste en tres actos: Primer acto: Un dinosaurio se fumó un porro. Segundo acto: un dinosaurio se empastilló. Tercer acto: Un dinosaurio se aspiró una línea. ¿Cómo se llama la obra? `Dino´ a las drogas…” Cosa seria la asimilación de estos procesos, no?