¿Sudoqué?

Por Javier Arias
[email protected]

Les juro que no lo entiendo. Intenté varias veces, comienzo de lo más entusiasmado, me consigo un lápiz, una goma -porque ya he visto que los que juegan se la pasan escribiendo, borrando y reescribiendo-, música apacible, una mesa firme y pongo los primeros dos, tres numeritos, al cuarto empiezo a aburrirme, al quinto ya empiezo a preguntarme qué cornos estoy haciendo, al sexto ya me parece que metí la pata. Borro, limpio, vuelvo a escribir. A los diez minutos estoy más arrepentido que aburrido y a los quince mandé todo al cuerno, lápiz, goma, musiquita y mesa. Lo peor de todo es que cada tanto vuelvo a intentarlo, por ese viejo adagio del millón de moscas, algo debe tener me digo y vuelvo a caer en la trampa.
Pero, querido y fiel lector, no hay caso, no hay forma que el dichoso sudoku, que de eso se trata todo esto, logre colmar la menor de mis expectativas. ¡Pero si hasta videojuegos se han diseñado con este bendito principio lúdrico, me cache en dié! ¿Será que no soy apto? Debe ser eso nomás.
Y así la veo a mi amada esposa pasar horas lidiando con esa grilla numeraria mientras yo prefiero lo que tenga letras, que desde chiquito fue una elección casi inconciente.
Pero no me conformo, me cuestiono y recuestiono a que se debe esta negación a resolver estos maniáticos dilemas matemáticos. Y en plena pesquisa me pregunto si seré el único que rehuye a este jueguillo de mil demonios, lo que me lleva, inexorablemente, a investigar quién fue el retorcido cerebro que inventó tamaña tortura.
Y así me entero, interesado lector, que el primero de los hoy conocidos mundialmente sudokus apareció en la edición de mayo de 1979 en la revista estadounidense Dell Pencil Puzzles and Word Games y el buen señor que hoy me deja sólo dolores de cabeza que creó esta maldición en cifras lleva por nombre Howard Garns, bueno, llevaba, porque espichó en 1981. Primero le pusieron por nombre el atinado “Number Place”, pero en 1984 la revista Nikoli lo publicó con el definitivo y falaz nombre de Sudoku, que significa literalmente “número sencillo”. Digo falaz porque minga que es un juego oriental, que uno con ese nombre creería que está aplicando a una de las actividades milenarias que nos tienen acostumbrados estos señores. No señor, nada de oriental ni milenario, apenas unos pocos años y de esta parte occidental y menos etérea del mundo.
Lo que pasa es que el verdadero éxito del Sudoku se debió a Wayne Gould, un juez de Hong Kong que escribió un programa de computadora que generaba cuadriculas de este juego a mansalva. O sea, que si bien el origen es plebeyamente occidental, podemos argüir, en defensa de la orientalidad de su nombre, que fue finalmente un hijo del sol naciente quien le dio su fama mundial.
Pero, occidental u oriental, en papel o en la pantalla, yo sigo lidiando con mis propias limitaciones. Resignándome a mirar a mi peor es nada enfrascada entre tanto número mientras yo, me seguiré recantando de frío para ir a regar las plantitas del fondo, ¿me acompaña o se queda con el lápiz y la goma?

Nota: Información base recopilada de la página web http://www.sobrecuriosidades.com

ÚLTIMAS NOTICIAS