La ciencia al servicio de la erradicación de los papelones sociales
Uno, que ya ha pasado peligrosamente la quinta década, está un tanto sensible a toda manifestación que delate este hecho, como cuando ese muchacho, que bien podría ser algún amigo de peña (uno cree), cuando le entrega el vuelto en el kiosko le dice: “Gracias, señor”. Y ese “señor” se nos clava en medio del estómago y nos vamos digiriendo bilis, que a decir verdad no hace mucho juego con las pastillas de menta que acabamos de comprar. También estamos constantemente a la defensiva frente a la eterna política antipami, esa que obliga a la mayoría de las publicidades, salvo que sean de pañales para adultos o pegamento para dentaduras, a dirigir todos sus mensajes a la juventud.
Por eso, cuando en esa reunión, viene el coso este y nos dice a boca de jarro: “Cambiá la cara que la noche es joven”, nos dan ganas de cambiar la cara, pero la de él. Así que haciendo caso omiso de la infortunada acotación y para evitar arruinar aún más la noche, con gesto displicente intentamos agarrar una lata de gaseosas entre el hielo de la heladerita. Pero la muy desgraciada está resbaladiza y cae en forma estrepitosa contra el fondo. El muy gracioso, que sigue con ganas de arruinarnos la velada, festeja el hecho diciendo: “Cuando la abras buscate una toalla”.
Y ahí estamos, parados en medio de la fiesta, siendo de nuevo centro de la atención, pero esta vez, en forma totalmente involuntaria. Sosteniendo la latita, que de repente parece haber cobrado vida mientras vibra suavemente en nuestra mano. Una solución salomónica sería dejarla y agarrar otra, pero eso sería un suicido social, que nos recluiría al desván de los impíos, pero intentar abrirla también traería consecuencias irreparables.
Pero, ¿para que está esta columna sino es para darle soluciones ingeniosas a problemas cotidianos? (Ah… ¿No? ¿Cómo que era para contar historias curiosas para los días de lluvia? Bueno, diga que afuera está lloviendo y haga la vista gorda, no se me ponga tan estricto tampoco)
(Paréntesis pseudo científico) Antes de dar la solución salvadora, vayamos unos segundos a la explicación sesuda del fenómeno. Una gaseosa es, a los efectos que nos interesan, un líquido con un gas disuelto en él. Los gases tienen una solubilidad en los líquidos, es decir, para un gas y un líquido dados, hay una máxima cantidad de gas que podemos disolver en el líquido. Esta solubilidad disminuye si agitamos la disolución. Cuando la lata recibe la paliza, parte del gas deja de estar disuelto, y se forman multitud de burbujas, que quedan adheridas al fondo y paredes de la lata. Al abrir la lata, la diferencia de presión entre el interior (alta presión) y el exterior (baja presión) hace que las burbujas asciendan a la superficie, arrastrando el líquido y formando toda la espuma que saldrá de la lata. (Cierre de paréntesis pseudo científico)
Así que para evitar el desastre, estimados lectores, hay que dar pequeños golpes con los dedos (si recuerda a ese compañerito desagradable de la primaria, sabrá que estoy hablando de los “tincazos” que se daban en las orejas) a lo largo de las paredes de la lata. Así desprenderemos las burbujas de las paredes, obligándolas a que asciendan hasta la parte de arriba de la lata. Y al abrirla, el gas escapará, pero no arrastrará consigo al líquido, y no se formará tanta espuma. ¡Voilá!
En ese momento uno levanta la vista y descubre que aún somos el centro de la atención, pero ya las miradas no son recriminatorias y de admonición, sino que han mutado hacia una benevolente admiración. Vamos, no desaproveche, y comience alguna charla amena que es su momento.
¿Qué no tiene temas? Bueno, usted también es un pedigüeño. Le doy el pie y usted la sigue después, ¿sí?
Cuentan que en una de las pocas, poquísimas, ocasiones que coincidieron Marylin Monroe y Albert Einstein, la actriz se dirigió al físico y le propuso jocosamente: “¡No opina, profesor, que deberíamos tener un hijo juntos; así el niño tendría mi apariencia y su inteligencia!” A lo que Einstein respondió: “Lo que me preocupa, querida señorita, es que el experimento ocurra al revés.”
¡Ganador el viejo! Después me salen con la exaltación de la juventud.
Por Javier Arias
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