HISTORIAS CURIOSAS PARA CONTAR EN DÍAS DE LLUVIA

Mil y un razones para aprender física cuántica

Javier Arias

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Hace unos días, un amigo posteó en su muro del Facebook algo en homenaje al día internacional del agua, hecho que está muy bien y hace al activismo ecológico. Cada grano de arena cuenta. El caso es que alguien le comentó que se dejara de jorobar, que teníamos agua para tirar para arriba, millones y millones de litros que manaban cada segundo de nuestro suelo, que llovía y teníamos agua y no sé cuántas otras parvas de animaladas por el estilo. Confieso que me puse algo violento al principio y salté haciendo notar su alto grado de desconocimiento sobre temas como la contaminación de las napas, polución de los océanos, minería a cielo abierto, calentamiento global y otras yerbas. El problema no fue eso, sino su rápida respuesta de que la vida es corta y es mejor mirar Tinelli que andar pensando en esas cosas, eso o algo parecido, realmente no recuerdo. Más allá que después me aclararon que todo se trataba de una extraña forma de sentido del humor, me quedé pensando que uno siempre usa al bueno de Marcelo cuando tiene hacer referencia al descerebramiento cotidiano al que nos someten los medios. ¿Y cuál sería su parónimo metafórico?, imagino que ver documentales de Nat Geo o hacerse una maratón de los programas de filosofía de Feinmann en canal Encuentro.

El caso es que ni uno ni lo otro, deben ser pocos los que miran exclusivamente documentales, como los que sólo se alimentan de Bailando y Gran Hermano, aunque uno, para ser políticamente correcto, siempre afirmará que prefiere diez a uno la primera opción a la segunda.

Pero esa corrección política se termina de desarmar cuando alguien nos pregunta sobre temas que efectivamente están completamente fuera de nuestra esfera de conocimiento. O sea, si alguien nos increpara con preguntas sobre la poesía escocesa del siglo dieciocho no seríamos muchos los que podríamos hacerle frente y si otro intenta iniciar una conversación sobre las problemáticas sociales de la China comunista frente al avance comercial de las empresas multinacionales en Taiwán también creo que el público se acotaría considerablemente.

Considerando verdades tan poco refutables, querido lector, quiero hoy acercarle algunos conocimientos sobre un área que seguramente desconoce por completo –y si no es así, hágase el tonto que ya tengo escrita toda la columna-, y que hará las delicias de cualquier tertulia sabatina, la física cuántica.

¿Cuánto sabe sobre física cuántica? ¿Mucho, poco, poquito o nada? ¿O directamente preguntaría de qué cuánticas le hablo? No se preocupe, yo tampoco entiendo mucho, pero internet siempre viene bien en estos casos y vamos a jugar un poco a la de divulgador científico, un poco para contrarrestar tanto sueño y baile y otro poco para ofrecerle técnicas de seducción oral para la sobremesa.

¿Alguna vez en su vida escuchó hablar de Plank o de la longitud de Plank? ¿No? Yo tampoco, y casi seguro que sus interlocutores menos –sin imaginar, por supuesto, que usted, amigo lector, sea habitué del comedor de la Comisión Nacional de Energía Atómica. En mecánica cuántica, se llama así a la distancia más pequeña posible, si algo está pegadito, pegadito a otra cosa, podemos decir que está a la longitud de Planck. Y, a su vez, el tiempo que tarda un fotón en recorrer esa distancia se llama, lógicamente, tiempo de Planck. Para que tenga una idea de lo chiquitito y lo instantáneo que estamos hablando, si contáramos una longitud de Planck por segundo, tardaríamos diez millones de veces la edad actual del universo en alcanzar el diámetro de un átomo. ¿Se perdió? Yo también, no se preocupe, nadie va andar cuestionándole semejante razonamiento, usted apréndalo bien, lo larga como chorizo y queda de lo más piola.

El caso es que estudiar estas cosas no es nada fácil, así, por ejemplo, un acelerador de partículas con potencia suficiente como para investigar la escala de Planck debería tener un peso equivalente al de la Luna, y su circunferencia sería igual a la órbita de Marte. ¿No es increíble que una cosa tan chiquita sea tan imposible de estudiar? Por algo hay tantos empleados bancarios, con todo el respeto a los empleados bancarios, y tan pocos ingenieros nucleares especialistas en nanotecnología…

Otro tema, salgamos de las medidas y entremos en el sonido, dice esta gente que existe una nota que es mil billones más profunda de lo que puede percibir el oído humano y que está sonando desde hace 2.500 millones de años. Más allá de que para qué suena si nadie la escucha, pregunta metafísica que nos llevaría por caminos de los más confusos, le quería contar, avieso lector, que este sonido es el que genera un agujero negro en el doble cúmulo de Perseo, y que está afinado en si bemol, 57 octavas por debajo de las teclas de un piano. ¿Algún músico en la sala? ¿No? Una lástima, porque yo ya me perdí estruendosamente con tanto número y no hubiera venido nada mal una buena chacarera.

 

Nota del autor: Datos extraídos de la página web http://www.xatakaciencia.com

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