HISTORIAS CURIOSAS PARA CONTAR EN DÍAS DE LLUVIA

Has recorrido un largo camino, tacita

Por Javier Arias
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Al levantarme, y sé que no soy original, no logro dar más de diez pasos si antes no me tomo mi dosis matinal de café, si la cafeína estuviera prohibida, de seguro no duraría más de un par de días en libertad.
Pero convengamos que no estoy solo, el café es la bebida más popular del mundo. Cada año se consumen 400.000 millones de tazas que proceden de 100 millones de sacos de yute de un quintal, equivalente a 45,5 kilos cada uno y según estadísticas, la industrial cafeteril da trabajo a 25 millones de personas en todo el planeta.
Veamos la parte científica del proceso; la cafeína es un alcaloide que está presente en el café, en el té, en el cacao, en el mate y en otros vegetales que, en dosis moderadas, es un estimulante cardiaco y del sistema nervioso, agudiza la percepción, estimula la memoria y reduce la sensación de cansancio. Y para los que están haciendo la rigurosa dieta del verano, es bueno saber que una taza de café contiene únicamente dos calorías. Y con una cucharadita de azúcar alcanza las 20 calorías, aunque yo lo prefiero amargo, como decía una vieja amiga ya olvidada, el café se toma como sus iniciales, Caliente, Amargo, Fuerte y Espeso.
Mirado desde el lado productivo, para hacer una taza de café se recolectan, a mano, 100 gramos de bayas del cafeto, el árbol del café. Para el consumo medio anual de una persona, que es de dos tazas diarias, son necesarias las bayas de 18 árboles. La producción mundial de café es de seis millones y medio de toneladas, dos terceras partes cultivadas en Brasil, Colombia, México y América Central, el 22% en países africanos y el 10% restante en los países tropicales asiáticos. Unos cien millones de personas viven del café, cuyos ingresos son decisivos para una treintena de países del Tercer Mundo que viven de su exportación.
Una vez recolectadas las bayas, la semilla se traslada como café verde, crudo y clasificado por tamaños y calidades sin los valores añadidos de su elaboración y envasado en los países de origen. Europa recibe un 33% y Estados Unidos, otro 30% del fruto.
Y si consideramos que el buque que los transporta al puerto de Buenos Aires o Madryn está construido en Japón con acero de Corea que procede de las minas de hierro de Papúa Nueva Guinea, ya comenzaremos a darnos una idea de que el café es mucho más que un pocillo humeante, sino que es la materia prima que más dinero mueve en el mundo después del petróleo y el acero, si no consideramos, obviamente, actividades ilegales como el narcotráfico y el comercio de armas.
En cuanto a sus orígenes, se cree que procede de la Alta Etiopía, quizás de la región de Kaffa, de donde podría venir su nombre y la primera cafetería comercial se inauguró, dónde más que en París, en el año 1668. Y cuando llegó a Londres, en la primera cafetería inglesa había un cartel que decía: “…La cereza llamada coffea viene de los ardientes desiertos de Arabia, donde se consume a todas horas del día. ¡Esta bebida vivifica el espíritu y alegra el corazón!. Es muy buena para las enfermedades de los ojos, suprime vapores y jaquecas, preserva de la tisis y de la tos pulmonar. Es excelente para curar la hidropesía, la gota, el escorbuto, el tedio, la hipocondría, impide el aborto, no es laxante, ni astringente…”
Siguiendo con la historia, me entero y acá les cuento que, a finales del siglo XVI, la iglesia italiana combatió el café presionando al Papa Clemente VIII, con el fin de que vetara el “Brebaje de Satanás”. Pero antes de pronunciarse, el Papa quiso probarlo y al primer sorbo exclamó: “Sería pecado dejar a los descreídos una bebida tan deliciosa; ¡Venzamos a Satanás impartiéndole la bendición, para hacer de ésta una bebida verdaderamente cristiana!”.
Además, existen personas que le dan otros usos menos bebibles al café, como los que aseguran que varios granos recién tostados en el cenicero del coche colaborar a mantener la atmósfera más limpia dentro del vehículo y si se colocan en la heladera o en los armarios, absorben los malos olores. O los que considerando que el café es rico en minerales y vitaminas, lo utilizan como fertilizante en aquellas plantas a las que les favorezcan los suelos ácidos.
Así que ya saben, cuando este primero de enero se levante con una resaca que le retuerza el cerebro por los festejos de Año Nuevo y vaya a prepararse un cafecito para despejarse, siéntase dentro de un ciclo gigantesco que inició allá por Etiopía, siguió por Colombia, viajó en barcos de acero coreano, ¿todo para qué?, para que a usted se le vaya la modorra.

(Fuente: http://www.lacoctelera.com/yaestaellistoquetodolosabe, http://www.toscaf.com)

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