MISTERIOS DEL UNIVERSO

¿Se pueden sembrar las estrellas?

Enviar naves espaciales a planetas de otras estrellas acarrea duraciones colosales para los viajes si las naves son de tamaño similar a las que han explorado los confines de nuestro sistema solar. Hay algunas ideas para acelerar naves hasta velocidades muchísimo más elevadas que las de esas, que permitirían hacer el trayecto interestelar en cuestión de años y no de decenas de miles. Sin embargo, para alcanzar esas velocidades, las naves deben ser extremadamente pequeñas, con pesos del orden de gramos. Esto último limita seriamente lo que una sonda interestelar puede hacer. Se hace difícil imaginar maneras en que tales naves puedan maniobrar, realizar observaciones científicas y transmitir los datos a la Tierra.

Superar el reto

George Church, profesor de genética en la Universidad Harvard, y miembro del Instituto Wyss de Ingeniería Biomédica, adscrito a dicha universidad, en Cambridge, Massachusetts, Estados Unidos, ha realizado una investigación en la que ha vislumbrado un modo de superar ese reto.
Su estudio se titula “Picogram-Scale Interstellar Probes via Bioinspired Engineering”. Y se ha publicado en la revista académica Astrobiology.
La conclusión de este estudio es que con tecnología de un futuro no muy lejano es factible construir estructuras de nanogramos de peso, e incluso picogramos, a modo de semillas de naves espaciales. La mayoría de las células vivas de la Tierra tienen pesos del orden de los picogramos, y ello no impide que sean capaces de realizar cuantiosas funciones, incluyendo la de multiplicarse, diferenciarse y construir un ser, en el caso de las células madre. Esta extraordinaria funcionalidad va mucho más allá de las capacidades de las máquinas más pequeñas de entre todas las creadas por el ser humano.

El proceso

Una de estas semillas podría llegar a la superficie del planeta de interés y una vez allí activarse y emplear las materias primas de su entorno para construir una estructura mucho mayor y más compleja, capaz de realizar las mismas funciones que una sonda de descenso convencional.
El proceso de crecimiento de la nave a partir de la semilla está inspirado en la capacidad que tienen muchas bacterias de usar recursos de su entorno para multiplicarse a partir de una única célula bacteriana, conformando grandes colonias e incluso construyendo macroestructuras como las biopelículas, y en la capacidad de un embrión para crecer y desarrollarse hasta dar lugar a un ser adulto, inteligente, complejo y de tamaño muchísimo mayor.

Reto tecnológico

Acelerar objetos artificiales de picogramos o nanogramos de peso hasta velocidades tan altas que les permitan llegar a planetas de otras estrellas en tiempos de travesía del orden de años o unas pocas décadas resultaría lo bastante fácil y barato como para enviar semillas a numerosos mundos. Al llegar a tales mundos, no todas encontrarían un ambiente adecuado para que la semilla formase una nave, y otras dificultades podrían truncar el proceso. Sin embargo, por pura estadística, dispersar en muchos mundos una cantidad lo bastante grande de semillas debería asegurar algún éxito o éxitos. Y así, algún día comenzarían a recibirse en la Tierra señales enviadas por una o varias naves formadas en mundos alrededor de otras estrellas a partir de las semillas enviadas a ellos tiempo atrás por el ser humano.
El reto tecnológico para hacer realidad lo que propone Church es muy grande, pero debemos tener en cuenta que él ya ha hecho realidad cosas que anteriormente parecían imposibles o exclusivas de la ciencia-ficción. Por ejemplo, en 2012, él y sus colaboradores consiguieron almacenar en ADN el contenido de un libro. En 2017, lograron grabar en ADN y sin errores una película y un sistema operativo de ordenador. Desde hace poco, también trabaja en un proyecto para resucitar al extinto mamut lanudo, algo que sin duda a mucha gente le recordará a lo narrado en el inicio de la saga de “Parque Jurásico”. (Fuente: NCYT de Amazings)

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