HISTORIAS CURIOSAS PARA CONTAR EN DÍAS DE LLUVIA

Para esas tardes filosóficas de playa, mate y bizcochitos

Se acerca el verano, los días se van haciendo más largos, amanecemos con el sol, y no en mitad de la noche, sensación por lo menos desconcertante. También las tardes se estiran e invitan a sentarse con amigos a matear frente a la playa. Y estamos en ese momento casi mágico, aspiramos la brisa marina, miramos el horizonte y nos quedamos unos minutos estáticos. Nuestro compañero también mantiene un silencio respetuoso, tal vez esperando de nuestra parte algún silogismo, alguna interpretación metafísica de la naturaleza de la vida, o por lo menos que le devolvamos el mate. Y los minutos corren y el silencio se estanca, rebuscamos en nuestra cabeza algún comentario ingenioso para salir del paso, rebuscamos y rebuscamos y lo único que encontramos son recuerdos bochornosos de nuestra infancia. Ni siquiera nos atrevemos a desviar la vista del horizonte y el momento se hace chicle. Algunos dicen que en esos instantes pasa un ángel, pamplinas, que lo único que tienen esos instantes de sagrados es que nos queremos enterrar vivos.
Pero, no desespere, que para eso está esta columna, para eso y para poder comprarme por fin ese autito a control remoto que mis viejos me negaron siempre.
Tome fuerza, haga de tripa corazón, devuelva el mate, que ya pesa en la mano y declare, con tono filosófico: “¿Vos sabías que Napoleón Bonaparte calculó que las piedras usadas para la construcción de las pirámides de Egipto serían suficientes para construir un enorme muro alrededor de Francia? Diga si no es una genial intervención para romper el concreto que ya se sentía alrededor. ¿Quién iba a esperar que sacara a colación a Bonaparte y a las pirámides en una sola frase? Ganadora notablemente.
Pero no se amilane, que una batalla medio ganada puede transformarse en una rutilante derrota si dejamos enfriar la sorpresa. Tire otro dato, más preciso pero tan incomprobable como el primero. Informe que si pudiéramos poner en fila todos los panchos que los norteamericanos comen en sólo un año podríamos fabricar un puente que cruzaría dos veces la distancia entre la Tierra y la Luna. Sin lugar a dudas sería un puente de lo más inestable y poco práctico, pero la imagen es contundente.
Lo de los panchos nos habilita a transitar caminos un poco más científicos y alimentarios, momento para comentar, con tono preocupado que “justo en este exacto momento hay más de 100.000.000 de microorganismos que se están alimentando, reproduciendo, nadando y depositando sus detritos alrededor de nuestros labios”.
Bueno, bueno, tal vez se nos fue la mano, ayudemos a nuestro amigo y a los dos recién llegados, que se habían prendido con lo de los panchos, a alejar las arcadas. Realmente juntar salchichas y detritos de bichitos fue un poco mucho.
Si bajamos la guardia en este momento sufriremos el peor de los escarnios sociales, tenemos que contraatacar, algo gracioso, algo mordaz, algo curiosamente divertido: “Está comprobado estadísticamente que el cigarrillo es la mayor fuente de estudios y estadísticas”. ¡Esa, campeón! Una aseveración totalmente fuera de comprobación, pero a la vez intrínsicamente creíble, con una entrada científico-matemática y un final humorístico.
Las náuseas están remitiendo y algunas sonrisas asoman en esos rostros pálidos.
Si es un atento lector, y estudió nuestra anterior entrega, conocerá la palabreja serendipia y su significado, o sea, haga una pequeña presentación de la misma y descargue: “Otro ejemplo es el microondas, que surgió cuando un científico, que estudiaba las microondas percibió que estas habían derretido el chocolate que estaba en su bolso”. Depende del tono amarillento de nuestros interlocutores será oportunidad para bromear sobre las manchas de chocolate sobre documentos y papeles o directamente pasar a otro tema. Use su capacidad de análisis.
Ya la tarde está deviniendo en anochecer, es hora de recoger los bártulos y encarar cada uno para su casa, que las charlas entre amigos son buenas, pero también lo es mantener la cordialidad en el hogar, y si llegamos después de las siete nos van a sacudir cordialmente con la plancha de cortar ravioles.
Así que incorporándose y sacudiéndose las miguitas de los bizcochos ponga cara de ensoñación, entorne los ojos, apunte la mirada al muelle y diga, como finalizando la conversación (este tono es muy importante): “Dicen que evolucionamos, que crecemos, pero está comprobado que en cada año, se sustituye el 98% de los átomos de nuestro cuerpo, ¿no será que cada año nos morimos un poco y volvemos a nacer?
Ok, le va a llevar un tiempo sacarse toda la arena que le tiraron encima, ¿pero quien le quita lo bailado?

Por Javier Arias
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