HISTORIAS CURIOSAS PARA CONTAR EN DÍAS DE LLUVIA

¡Despertate que está nevando!

Como dijo una amiga, caen tres copos y ya nos estamos poniendo los esquíes. Hace unos días neviscó –que no es un visco en patines- apenas por veinte minutos y ya estaban todos al grito de “¡armemos un muñeco de nieve!”, “¡hagamos el ángel!”, “¡Invirtamos en aerosillas!”, bueno, no, este último no, pero lo que sí es que somos unos desaforados, además ¿qué pretenden, playa, ballenas y nieve? No seamos angurrientos.
Pero, convengamos que esto de la nieve me vino como anillo al dedo porque no tenía la menor idea sobre qué escribir hoy. Así que, estimado lector, la pregunta del fin de semana es ¡usted tiene la más pálida idea –pálida porque hace frío- de porqué recuernos cae nieve? Bueno, si lo sabe, hágase el que no y déjeme explayarme un ratito, que seguro que el de atrás que le está leyendo de ojito el diario no lo sabe. La cosa es así, eso que vemos allá arriba, entre blanco, negro y grises no son copos de algodón, por más que mil poetas se hayan puesto de acuerdo, sino que son conglomerados de pequeñas gotitas, así de chiquititas de agua. Pero cuando la temperatura baja del bendito cero, esas gotitas así de chiquititas se congelan, como los cubitos de la heladera, y se transforman en diminutos cristales de hielo, que tienen una forma recopada, como el dibujo que ilustra esta nota y caen a la tierra en forma de copos que nosotros, los desaforados, llamamos nieve.
Ahora bien, si los cubitos con que llenamos nuestros vasos en verano son transparentes, porque de hecho, no son más que agua congelada, ¿por qué extraña y caprichosa razón la nieve, que como bien dijimos más arriba, y nadie nos desmintió, es también agua congelada, es blanca y no transparente?
Ni idea, a mí me lo explicaron y no entendí un carámbano. A ver si usted lo entiende y me lo explica. Parece ser que esas representaciones tan lindas que tienen los cristales de la nieve, sí, estos mismos que ilustran la nota, no se haga el pavo, tienen formas hexagonales y que al juntarse no se pegotean todos, sino que dejan un poquitito de aire entre ellos, lugar que aprovecha la luz para meterse sin permiso y difundirse lo suficiente para que se junten todos los colores y que se vea definitivamente blanca. Según dicen los que saben, es el mismo efecto que se produce en las mismas nubes, por eso se ven blancas. Y hasta parece que tiene que ver con los osos polares, aunque a uno le parezca de lo más tirado de los pelos.
La cosa es que estos bichos tan dados a caminar por el hielo tienen el cuero negro, y aunque ni usted ni yo lo creamos el pelo transparente, hecho que de por sí refutaría toda lógica de decir que son blanquitos como un copo de nieve, justamente. Lo que pasa es que esos pelos no son sólo transparentes, sino que son también huecos, lo que permite que la luz, como en la nieve, se difunda llegando perfectamente a su piel negra, que les sirve para atraer mejor los rayos solares y aumentar así su calor corporal.
Tan transparentes son sus pelos, que allá por el 2004 los osos polares del zoológico de Singapur se volvieron de repente verdes. Y no, no, no habían comido mucho wasabi en su sushi, sino que al tener a estos pobres bichos en hábitats no perfectamente condicionados les comenzaron a crecer grandes cantidades de algas sobre el cuerpo. Una verdadera porquería, pobres ositos.
Bueno, pero por estas partes no tenemos osos, ni mucho menos polares, lo que sí tenemos, aunque poquitos, son estos días de sorpresiva nieve, pero hay que estar atentos y levantarse temprano, que los copos no nos van a esperar si no salimos de la cama porque hace frío.

Nota del Autor: Información recogida del sitio web www.planetacurioso.com

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