The Wild: La leyenda del Rock – Parte 55

Por Carlos Alberto Nacher
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Julio 2020: Conclusiones

Hemos llegado al final. Hasta aquí, los hechos irrefutables.
Pero nosotros no vivimos de realidades absolutas. También nos alimentamos de sueños memorables, para poder vivir.
La huida de Estados Unidos de parte de Frank, el encarcelamiento por una condena a 20 años a Chuck, de cumplimiento efectivo, y la desaparición de Ralph, se debió, en lo formal del asunto, a que fueron descubiertas las falsificaciones de sus identidades, y resultaron ser inmigrantes ilegales que se hicieron pasar por ciudadanos estadounidenses nacidos en aquel país. Por cierto, delitos de una extrema gravedad para la ley norteamericana, que merecen una fuerte condena. Además, a esto hay que agregar los innumerables delitos de que se los acusaba, algunos reales y otros falsos, pero las acusaciones y los juicios perdidos eran reales.
Sin embargo, consideramos que la razón fundamental para la desaparición de la banda de todos los charts de Norteamérica e incluso Inglaterra, para la eliminación como por arte de magia de todas sus actuaciones monumentales, para callar a cientos de miles de fanáticos a los que se les prohibió siquiera mencionar sus nombres y el de la banda, para la destrucción y prohibición total, bajo pena de cárcel, de poseer y/o escuchar todos sus discos, cassettes, CDs, videos, o cualquier otro medio físico de grabación de música, fue sólo una: la vergüenza.
Estos cuatro muchachos oriundos de la lejana Argentina habían puesto en jaque a todo el sistema de seguridad de los Estados Unidos, al sistema más perfecto de todo el mundo, capaz de detectar movimientos terroristas, actividades de los principales narcos colombianos, capaces de controlar todo, incluso a sus propios ciudadanos, habían sido burlados por cuatro músicos, que si bien, como lo demostraron largamente, fueron geniales, en última instancia no eran más que cuatro músicos. No se trataba de comandos árabes infiltrados, se trataba de cuatro inocentes e increíbles músicos argentinos.
Mucho se habló en su momento de este affaire que duró años, en la cúspide de la fama, sin que nadie se percatara del fraude identitario. Ni la CIA, ni el FBI, ni las policías locales de Memphis, Chicago, incluso New York. Era tal la obnubilación de toda una sociedad cooptada por el histrionismo de Frank y sus secuaces, que nadie contaba con semejante falsedad. Y esto dolió mucho, le costó mucho al pueblo norteamericano superar la caída de un ídolo que había llegado a estar por encima incluso del mismo Elvis (como ya lo mencionamos, el fanatismo y el furor que causó Frank durante su reinado, llevó a que los Xenonitas, una secta para-religiosa instalada en una granja a 25 km de la Ciudad de San Francisco, asegurara que Frank era la reencarnación de Elvis, sin duda, y que era un enviado directo de Dios).
Todo este imperio se desmoronó en un solo día, cuando los descubrieron.
Sin embargo, sabemos que en algunos sótanos de los suburbios de New Orleans, de Memphis, de Saint Louis, y también, por supuesto, en muchos lugares de la siempre nostálgica Buenos Aires, y en muchos otras regiones de la Argentina, varios grupos de jóvenes disidentes, que viven por fuera del sistema, que sueñan con el pasado melancólico y con un futuro de libertad, cada tanto se reúnen alrededor de un viejo tocadiscos, limpian la púa, lo ponen a girar a 33 revoluciones y, como en un ritual sagrado, entre todos cantan a los gritos las viejas canciones irrepetibles de THE WILD, aquellos sonidos que hicieron vibrar de emoción hasta el llanto a las juventudes del mundo, que hicieron soñar, bailar, reír y descubrir el éxtasis que sólo el Rock puede generar, a toda una generación de jóvenes de todo el mundo.
Porque el Rock es eso, una fiesta sagrada, y no se lo puede matar.
El Rock es, fue y será, la locura colectiva que, por sí solo, puede salvar al mundo.

FIN

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