HISTORIAS CURIOSAS PARA CONTAR EN DÍAS DE LLUVIA

El tiempo está loco, ¿no?

Por Javier Arias
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Hay momentos en que no sabemos qué decir, y con ciento y pico de días en cuarentena, ¡mucho menos! Pero el silencio nos rodea ominosamente y sentimos la necesidad de quebrarlo con lo primero que se pare en la punta de nuestra lengua. El ascensor es uno de esos lugares, el taxi también, aunque ese es mucho más peligroso, porque un viaje en taxi puede durar mucho más que el recorrido del quinto a planta baja y además porque, vaya uno a saber la razón, casi siempre uno termina embarcándose en polémicas filosóficas políticas con el chofer de turno.
Pero para esas ocasiones existe un tema que nos puede salvar las papas del fuego y con el que siempre terminamos más o menos indemnes, el clima. Desde “¡qué clima loco este!” al consabido “¿cuándo se dignará a llover?”, con su alternativa, “¿no piensa para de llover?” hasta “se vino el invierno”; son frases que siempre nos pueden sacar del apuro y al fin de cuentas son cortitas y al pie, suficientes para sonido ambiente, pero sin arriesgar mucho en la parada.
El problema arranca cuando, o el ascensor se traba entre el tercero y cuarto, o el viaje en el taxi se hace un poco más extenso que lo que nos lleva aplicar las tres o cuatro frases felizmente memorizadas. ¿Qué hacer en esos casos? Una de dos, o le dice al taxista que lo deje en la esquina y sigue caminando, solución de ninguna forma aplicable al ascensor descompuesto, o hace de tripa corazón y le mete pata al tema del clima antes que aparezcan senderos más escabrosos.
Para esos momentos complicados existen atajos medio tirados de los pelos, pero no por ello faltos de espontaneidad. Así, dependiendo de la altura del año en que nos encontremos, podemos hablar, por ejemplo, de la tormenta de Santa Rosa o del veranito de San Juan.
Si andamos cerca de fines de agosto, podemos encauzar la conversación hacia las posibilidades o no de que llegue la famosa tormenta, así bautizada porque se da generalmente para la fecha de la santa homónima, o sea el 30 de agosto. Acá podemos mechar diciendo que fuera de todas las mitologías populares, la lógica nos indica que, a fines del invierno, o principios de primavera, que para el caso es casi lo mismo y nos da un margen de unos treinta días, comienzan a darse las primeras tormentas, siendo estas en general bastante fuertes debido a que comienza a hacerse importante el calentamiento de la superficie por la radiación solar y en la altura todavía se producen importantes ingresos de aire frío. Haga gestos con la mano y grafique virtualmente, aire caliente en la superficie y aire frío en la altura, ergo, inestabilidad, condición importante en la formación de tormentas. Bueno, ya tenemos unos diez o quince minutos, depende de cuán ducho sea usted para estirar el tema de la inestabilidad.
¿Todavía estamos a mitad de camino? No problem, siga con el veranito de San Juan, que, aunque ya haya pasado junio nadie le va a decir nada. Sepa que se da justamente promediando este mes y se trata de una situación meteorológica en la que los frentes fríos no logran llegar al centro y norte de nuestro país, por lo que las temperaturas suelen alcanzar valores realmente altos para la época del año, y se le llama así porque suele producirse cerca de la fecha del santo del mismo nombre.
Pero si hablamos de lluvia, lo que se dice lluvia, la gente que vive cerca del Monte Wai-ale-ale, en la isla de Hawaii no ganan para sustos, por lo menos para toallas, en esa zona llueve cerca de 350 días al año. Y del otro lado tenemos a la región de Calama, en el desierto de Atacama, en el vecino país de Chile, donde no llovió durante cuatrocientos años hasta 1971, transformándose en la mayor sequía jamás registrada.
Y si anda con ganas de hacer berrinche por cualquier cosa, quéjese que esto del progreso no le hace nada bien a las puntas florecidas porque desde que las ciudades comenzaron a construir edificios altos no hay aire acondicionado que valga, porque en ellas, y debido a la concentración de estos aparatotes de cemento, el clima tiende a tener unos cuantos grados más que en plena Playa Paraná, especialmente a la noche. Es más, el efecto hasta tiene nombre propio, “islas de calor” dicen que les dicen. Tienden, sin contar que reciben más lluvias durante el verano y la contaminación del aire es mayor. Aunque hay quienes tratan de revertir eso y pintan los edificios de blanco, para que reflejen el calor y se mantengan frescos. Llegando al extremo de que inventaron una pintura especial que larga no sé qué partículas que se comen al dióxido de carbono para tratar de frenar el maldito smog, ¿no sería más fácil controlar los gases que inventar bichos que vivan del humo, digo yo?
Pero, justo cuando estaba por contestarle se abren las puertas del ascensor y nos quedamos hablando solos como ventrílocuo manco; es que, no hay dudas, el tiempo está loco, loco…

Nota del autor: Información recogida de la página http://www.planetacurioso.com/

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