MISTERIOS DEL UNIVERSO

¿Inventó realmente Gutenberg la imprenta?

Johannes Gutenberg vivió entre los años 1397 y 1468, y se llamaba realmente Johannes Gensfleisch. Pasó a la historia como una pieza fundamental en la revolución cultural que ha permitido a la humanidad democratizar los conocimientos y las artes escritas. Su mayor invención, en efecto, fueron los tipos móviles, es decir, la base de la imprenta moderna.
Pero hay historiadores que niegan que su invento, conocido a partir de 1450, refleje exactamente la técnica que posteriormente se perpetuaría, asignándola en cambio a algún otro personaje anónimo. Entre los expertos que no creen que Gutenberg inventara el tipo móvil está el italiano Bruno Fabbiani. Por supuesto, sus opiniones no cayeron nada bien a otros muchos especialistas del tema.
El valor de los tipos móviles sería inconmensurable, porque permitirían que la cultura europea realizara un gran salto adelante a partir de su introducción. Consistían en pequeños bloques metálicos, cada uno de ellos con una letra grabada. Situados de forma ordenada para formar palabras y frases, así como páginas completas, eran impregnados de tinta para que una prensa permitiera la impresión del texto en una hoja de papel. El interés de este método radicaba en que la matriz de caracteres podía ser reutilizada y por tanto se abría paso a la impresión de gran número de documentos y libros, en vez de obligar a su copia manual. Los manuscritos, por tanto, pasaban a la historia, y el coste de la reproducción bajaba enormemente, sin contar el tiempo necesario para su preparación (hasta dos años para cada ejemplar, lo que obligaba a una estricta selección de los materiales que podían reproducirse). Los manuscritos se realizaban inicialmente sobre todo en monasterios, y la aplicación además de ilustraciones y adornos de gran valor artístico convertía el producto en algo al alcance de solo unos pocos. De hecho, la mayoría de obras manuscritas eran religiosas o filosóficas. En cuanto la demanda aumentó, el oficio se trasladó también fuera de los monasterios, pero el precio de los libros seguiría siendo demasiado elevado. Con la aparición de la imprenta, el problema quedaba resuelto.
Si bien al principio la producción de un libro era relativamente cara por la necesidad de preparación de las composiciones que darían pie a cada página, requiriéndose un gran número de tipos, lo cierto es que el sistema permitía imprimir miles de copias en corto tiempo, lo que posibilitaba repartir los costes entre las sucesivas unidades. Los libros empezaron a poder estar a disposición de cualquier persona, e incluso era posible encargar la edición de textos propios que de otro modo jamás hubieran visto la luz.
Entre las primeras obras impresas por Gutenberg estuvo la Biblia, de la que preparó 180 ejemplares de 1.282 páginas, con 42 líneas de texto por cada columna. De estas 180 copias, han sobrevivido, que se sepa, 48. Su disponibilidad ha permitido estudiar cómo se hicieron y las características de las técnicas empleadas.
En base a este estudio, Fabbiani considera que Gutenberg no utilizó tipos móviles metálicos para imprimir la Biblia, sino otro método interesante, una especie de sellos metalográficos, lo cual sería aparente debido a la presencia de algunas letras superpuestas en ciertas páginas. Los tipos móviles se colocaban uno al lado del otro, y por tanto, las letras contiguas no podían pisarse ni superponerse. Fabbiani opina que Gutenberg grababa los caracteres uno a uno, como se escribiría en una máquina de escribir moderna sobre papel, creando planchas completas para cada página. Los defectos de la grabación de los caracteres se trasladarían posteriormente a la impresión y en todas las copias.
Mucho más atrás en el tiempo, Fournier Le Jeune, un impresor del siglo XVIII, ya había afirmado algo parecido ante los fallos que aparecían en los libros de Gutenberg, pero él propuso que este último había utilizado tipos de madera defectuosos, en vez de metálicos. Otros investigadores más recientes, como Paul Needham y Blaise Aguera y Arcas, han encontrado anomalías que han permitido sospechar que Gutenberg no utilizaba, al menos al principio, tipos móviles.
De todos modos, hay que tener en cuenta que Gutenberg no firmaba sus trabajos, de modo que asignarle la autoría de impresión de ciertos a libros siempre es difícil, más aún cuando otros impresores tampoco firmaban lo que producían. Para averiguar quién imprimió qué, hay que explorar los caracteres impresos, hacer comparaciones y hallar similitudes, para determinar si ciertas obras fueron impresas en el mismo sitio y en la misma máquina.
Según Arcas y Needham, que han utilizado tecnologías avanzadas para estudiar trabajos asignados a Gutenberg, este no siempre reutilizaba caracteres, de modo que en una misma página era posible encontrar diversos modelos de la letra “a”, por ejemplo. Entonces, es posible que pertenecieran a tipos móviles distintos, lo que sugeriría que Gutenberg realmente los inventó. Ahora bien, también es posible que la forma de aplicarlos, otra de sus supuestas invenciones, sí podría ser distinta a lo que se creía era idea suya. Es decir, la técnica definitiva, la creación de la matriz de caracteres metálicos alineados, la aplicación de tinta y el paso por la prensa, no habría sido inventada por Gutenberg sino por un contemporáneo anónimo.
Más concretamente, el origen de esta metodología se hallaría en Italia, en 1470, por tanto veinte años después del teórico invento de los tipos móviles, y se trataría de una mejora sustancial de la técnica original de Gutenberg. Como es frecuente en la historia de la tecnología, a una gran idea seguirían mejoras posteriores propuestas por otras personas y durante mucho tiempo, hasta alcanzar su madurez. La imprenta, en este sentido, tendría más de un padre.
Más aún, otros investigadores señalan que, en todo caso, el invento de la imprenta sería más bien un redescubrimiento. La técnica de los tipos móviles habría sido desarrollada mucho tiempo atrás por los chinos, dado que estos la utilizaron durante los siglos V y VI. Se habla incluso de una versión primitiva de impresión que se remontaría al siglo V a. de Cristo. Recordemos también que fueron los chinos quieres inventaron el papel hace 2.000 años, y que los coreanos ya usaban tipos móviles en 1041, los cuales pasarían a ser metálicos algunas décadas antes de la invención de Gutenberg. Debido a diversas circunstancias, esta tecnología no se exportó a Europa ni tuvo la misma repercusión cultural que en esta última.
En todo caso, Gutenberg no pierde por ello su importancia capital en la historia de la impresión. Se le puede desmitificar, aunque se enfaden sus compatriotas de Mainz, pero al mismo hay que seguir agradeciéndole su participación real en esta revolución cultural. De la imagen edulcorada que en el futuro se tendría de los trabajos de Gutenberg no tiene él la culpa en absoluto. Lo único triste es que la humanidad seguiría sin conocer, para otorgarle el mérito que merece, el nombre de ese otro, o esos otros impresores anónimos que tanto hicieron por popularizar la cultura a gran escala. (Fuente: NCYT Amazings)

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