HISTORIAS CURIOSAS PARA CONTAR EN DÍAS DE LLUVIA

El tiempo está loco, loco

Javier Arias
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Bueno, que parece que llegó el frío nomás, es que tanta cuarentena se nos fue pasando el tiempo y ni cuenta nos dimos que ya llegó junio, con todo su bagaje de pulloveres, camperas y bufandas. Aunque, convengamos que aún nos quedan algunos días de otoño, porque cuando uno se abraza y pega saltitos diciendo “¡Miércoles, qué frío!” no falta quien retruque “¿Y qué esperabas?, es la Patagonia y es invierno”. Y no, señor, no, no, no. Todavía no es invierno, que si ahora nos sacuden con temperaturas bajo cero, ¿qué nos deparará una madrugada de agosto?
Será que esto del cambio climático no es algo paulatino, sino que se demuestra por rafagas violentas de alteraciones de un día para otro… Nada de confiar en los meteorólogos, que para estos días deben tener la misma credibilidad social que los índices del Indec, vamos a tener que aferrarnos a las viejas recetas caseras para saber qué nos deparará el buen clima cada mañana.
Si le funcionaba a nuestros abuelos, ¿por qué no podremos volver a ponerlos en práctica nosotros? Es que en estos tiempos, tan dados a cuanta moda revival se pueda remontar, no estaría nada mal volver a mirar el vuelo de las aves para predecir el viento de la tarde, ¿no le parece?
De este tipo de creencias hay a montones, y cada lugar tiene las suyas, busquemos sólo algunas, y si usted, querido lector, le queda en el tintero de la memoria otra técnica que quiera compartir, siempre será bienvenido a estas páginas.
Una de las más comunes y conocidas dice que si a la noche vemos que la Luna está rodeada de un halo luminoso, lo mejor es ir preparando el paraguas, porque se viene la lluvia, aunque a decir verdad ese efecto óptico se refiere más a las variaciones de humedad y temperatura en el aire, pero, por si las moscas, yo que usted cierro las ventanas.
Algo parecido sucede cuando se nos llena el patio de alguaciles o helicópteros, esos bichitos simpáticos de a uno, pero insoportables cuando se hacen patota. Empiezan a chocar contra los vidrios y si nos distraemos se nos meten hasta en la boca; la cosa es que agarrate Catalina, porque se viene un chubasco bíblico.
También están los que se fían de las aves marinas, por ejemplo, que, según dicen los que saben, se desplazan hacia el interior huyendo de la costa cuando perciben que se acerca una tormenta. O si no, mirar el vuelo de las golondrinas, que vuelan más bajo cuando el aire se revuelve y aumenta la humedad.
Y si volvemos a los insectos, parece que si la cosa se va a poner fulera, las abejas, que no tienen dónde comprar pilotines contra la lluvia, regresan apresuradamente a sus colmenas. ¿Y las hormigas? Las hormigas no son ningunas pavotas, cuando notan que se acerca lluvia, empiezan a rajar desaforadas por temor a morir ahogadas adentro del hormiguero.
Pero si hablamos de creencias populares con respecto al clima, los yanquis se llevan todos los premios, tal vez usted, atento lector, haya visto la película esa “El día de la Marmota”, si no la vio le cuento. El asunto es que en Estados Unidos tienen una tradición que todos los 2 de febrero la marmota se asoma al mundo exterior tras haber estado hibernando en su madriguera, el bicho pispea para acá, pispea para allá, dicen que buscando su sombra y si la ve, vuelve a hibernar durante otros 6 meses. En cambio, si no la encuentra sabe que la primavera tendrá una temperatura ideal para ella y comienza a desperezarse para ir a corretear. Aunque yo no me fiaría mucho de las marmotas, mucho menos por estas latitudes tan poco propicias para estos extraños animalejos.
Pero las creencias populares son tan estrictas como poco comprobables, y se extienden mucho más allá del clima, como esa que asegura que si se nos cae lo que tenemos en la mano alguien está pensando intensamente en nosotros, o que si nos levantamos con el pie izquierdo olvidémonos de rendir bien ese examen, que si nos pican los pies vamos a viajar al extranjero, y si nos pican las manos, vamos a recibir dinero, es más si es en la izquierda nos va a tocar pagar y si es en la derecha, cobrar.
Es que las brujas no existen, pero que las hay, las hay, yo, por si acaso, esta noche me busco algo de madera sin patas y corro a abrazarlo… Mientras que no sea un salvavidas…

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