HISTORIAS CURIOSAS PARA CONTAR EN DÍAS DE LLUVIA

Entre números, barbaridades y tropezones espaciales

Por Javier Arias
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Hay una ley, que en este momento no recuerdo el nombre, que señala que cada tantos años se duplicará la capacidad de procesamiento de las computadoras. Si bien esta última sentencia está plagada de inconsistencias e imprecisiones de todas formas es interesante recordarla cuando uno ve esas películas del siglo pasado, todas modernosas ellas, que nos muestras un futuro posible con computadoras futuristas que ocupaban edificios enteros. O también cuando uno se sienta a ver una producción más cercana en el tiempo, como por ejemplo, 300, donde la mayor cantidad de animaciones fueron resueltas por algoritmos matemáticos y prodigios cibernéticos y uno lo compara con Blancanieves, que fue en 1937 el primer largometraje de animación de Walt Disney, en el cual trabajaron más de setecientos cincuenta artistas para realizar los dibujos.
Lo que nos trae a colación al futurólogo frustrado Kenneth Olsen, quien fue presidente y fundador de Digital Equipment Corp o simplemente DEC -una compañía americana pionera en la fabricación de minicomputadores, creada en 1957 y adquirida en 1998 por Compaq, que a su vez fue comprada por Hewlett-Packard en el 2002- y aseguró en 1977 que “no existía razón para tener un ordenador individual en casa». Todo un adelantado a su tiempo, por lo menos esperamos que haya hecho dinero con Compaq.
Y hablando de contar monedas, en el aeropuerto John F. Kennedy de Nueva York, buscando evitar accidentes aéreos, y por consiguiente salvar millones de dólares y vidas, se eliminan anualmente un promedio de 10.000 aves. Afortunadamente nadie me explicó los métodos.
Pero si tenemos que registrar las barbaridades que cometemos en nombre de la ciencia y la vanguardia, sólo basta considerar que para fabricar una tonelada de papel hay que talar nada más y nada menos que catorce árboles de veinticinco metros de altura y veinte centímetros de diámetro, además de gastar cien mil litros de agua limpia. Después dicen que las papeleras no contaminan…
Es que el avance del progreso tiene sus costos que a veces pagamos sin ni siquiera darnos cuenta, porque más allá del consumo de agua cada vez que tiramos la cadena del baño, la cantidad de vatios empleados en esa lamparita que dejamos toda la noche iluminando las plantas del jardín para solaz de las polillas o la descorazonada cantidad de recursos que se malgastan día a día en cualquier ciudad que se precie, lo que realmente es significativo es que el hombre actual, el homo sapiens sapiens, el que miramos todos los días en el espejo, consume cincuenta veces más energía que nuestro antecesor del paleolítico, hace aproximadamente doce mil años.
Será que nuestra carrera al futuro nos está llevando cada vez por caminos más intrincados, desconocidos y con errático rumbo; tan errático pero paradójico como el rumbo del satélite espía francés Cerise, el cual en agosto de 1996 se desintegró completamente al chocar a casi cincuenta mil kilómetros por hora contra un impensado obstáculo en plena atmósfera, ni más ni menos que un fragmento perteneciente a un cohete Ariane del año 1986. Es que eso pasa cuando uno deja tirada la basura por cualquier lado, puede venir un satélite espía en el momento más inesperado y hacerse trizas en el callejón.
Por eso será que todas las noches recojo los juguetes que deja Francisquito en el piso, porque no seré un satélite espacial, pero a las dos de la mañana cualquier autito se transforma en un pedazo de Ariane y mis improperios sin lugar a dudas despertarían al más francés de los espías.

Nota del autor: Información recogida de la página http://curioson.blogspot.com

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