LA POLÍTICA INTERPELADA POR LA CRISIS DE CUARENTENA. DE LAS MARCHAS PROVINCIALES A LOS CACEROLAZOS NACIONALES LA SOCIEDAD RECLAMA MAS DENSIDAD DEL ESTADO ORGANIZADOR Y MÁS PRECISIONES DE PLANIFICACIÓN. EL VIRUS, BISAGRA PARA MUCHOS FUNCIONARIOS SIN VUELTA

Días de perros

Por Trivia Demir

Desde los balcones urbanos suenan cacerolas, desde las calles chubutenses vuelven a repiquetear bombos y a flamear pancartas. El aislamiento vuelve a unir reclamos y dejar al descubierto lo único que se puede hacer: manifestarse tras e barbijo.
En territorio no hay dudas que las caras que se animan a sortear el aislamiento social son por extrema necesidad con casi dos meses de salarios adeudados, una crisis económica y productiva generalizada y sin perspectivas claras de salida. Difícil tratar de politizar esas cruzadas o de contraponerse a esas incertidumbres de pie, aunque no faltarán versiones conspiranoicas que buscarán ponerle sello partidario a la cosa.
Pero las cacerolas que parecieron estrellas fugaces de estos días, ¿son macristas? ¿Son también la interna macrista?, se pregunta el analista Martín Rodríguez en su análisis “El Ruido y la furia”. “Elisa Carrió (coherente en su rechazo a la ´demagogia´ de bajar sueldos de funcionarios) salió a mostrar las costuras de esa interna. ¿Peña versus Larreta? Podrían resultar también de la agitación que produce ver a la política en bloque comprometida para resolver la Pandemia, ´a Horacio y Axel con Alberto´. Contra esa sensatez que, no es que ´superó la grieta´, sino que mostró su límite (cuánto no puede hacer eludir las contingencias reales). Y, de nuevo, brotó la figura de Marcos Peña, aunque sea como una invocación urgente para nombrar algo que nombra a eso. El peñismo, eso tan simultáneo que por un lado puede ser sus supuestos trolls y por otro lado es la cara de Niño Yo No Fui de Marcos Peña que dice que ´la gente´ es irrepresentable y la política va detrás. La peor forma de pensar estos días es hacerlo como los pensábamos un día antes de esto, y sin que eso signifique la idea frívola de que todo cambió. Hay miedo, hay incertidumbre, y hay que gente que sabe que aún no sabe cómo se soluciona esto”.

Mal momento para especulaciones

Lo que pasa en la Gran Urbe es un macrocosmos de lo que sucede en la provincia en términos de miedo y necesidades, aunque no parezca. Los tiempos en cuarentena se miden en años de perro. Y los tiempos políticos más: una semana vale un mes, y así, dice el colaborador del Le Monde Diplomatique. “Los cacerolazos son tan parte del paisaje político como una marcha sindical sobre Leandro N. Alem, una movilización de los movimientos sociales en la 9 de julio, una misa en Liniers por el trabajo o un abrazo al Congreso por el aborto. Quizá la novedad de este tiempo fueron esos aplausos a los trabajadores de la salud que se siguen repitiendo como un rito, a veces más, a veces menos, de religiosidad laica. Pero se arma una hora pico ahí: donde se cruzan aplausos, himnos, cacerolas. Hasta el fatídico viernes 2 de abril eso ocurría y el historiador Alejandro Galliano los llamó en twitter: el balconpalooza. En un mismo lodo, el ruido y la furia. No todas las manifestaciones funcionan en igualdad, ni obteniendo mismos resultados, ni con la misma cobertura. Las cacerolas, a las que se les exagera el veredicto, no tienen la última palabra. Su historia argentina dice que las promovió la Alianza contra Menem y después las promovió la sociedad contra la Alianza. Y así, se instalaron. Por izquierda se las ama odiar, aunque también se celebraron los cacerolazos contra Macri por su reforma previsional en 2017. En definitiva, no toda cacerola es de teflón”. Se podría decir que no toda marcha es contramarcha, y menos por siempre. Hay una lógica oficial, e incluso gremial, que a medida que se paga, se cumpla, se repaute, siempre hay mañana en la política. Aunque el desgaste sea infinito, y el mecanismo se lleve puestas vidas y realidades innumerables.

Una revisión del rol conductor

Agrega Rodríguez en referencia a los ruidos de pandemia que “Los aplausos, los cacerolazos que van y vienen, los cantitos de ´aguante Alberto´, cierta lucha de clases medias desde el balcón, ocurre en el exacto lugar donde el Estado le pidió a la gente que permanezca: adentro. Lo común es el caldo de cultivo de la política y de la ´antipolítica´, esa palabra vidriosa. Podemos programáticamente llamar «antipolítico» a una negación de los costos, los tiempos y las mediaciones políticas, y a un énfasis organizado para celebrar ´lo espontáneo´. Lo antipolítico, ¿es contra el Estado? Sí y no, porque sencillamente es contra los partidos, las movilizaciones, la lucha, las dietas de los senadores, los ministros y sus choferes o los que cobran planes. La objeción por izquierda al espíritu antipolítico funciona como un regocijo intelectual de las militancias: la antipolítica parece el blanco fácil de una ciudadanía silvestre que grita sin editar sus verdades y que desconoce por qué intereses doblan sus campanas”. (…)

El estómago no razona

A esta altura del partido, lo único que no podía pasar ante la lenta apertura de la cuarentena, es el silencio. “La disyuntiva entre salud y economía es casi falsa, pero en lo que tiene de verdadera hay decisiones. La curva de contagios -la que hasta ahora vemos- hace decir a muchos (sin ninguna evidencia): ´si hay pocos casos, entonces, ¿para qué sirve el aislamiento que mata la economía?´. Son formulaciones ´manta corta´ que buscan conspiraciones. En esa noche mental los políticos aparecerían como jabalíes que de madrugada recorren las calles vacías y se comen la riqueza abandonada. Sin embargo pareciera hasta esperable que en tiempos de crisis emerja la puteada argentina contra ´la teta del Estado´: la del plomero y el doctor, el meme que manda tu primo panadero, el like liviano, la risa negra, un contagio de humor costumbrista. Pero vivimos días tensos, insólitos, angustiantes. Días al límite de una experiencia sin paradigma: una cuarentena que puso sobre la mesa de cuánto cuero duro es capaz la sociedad. No hay cacerolazos desobedientes en las esquinas. La gente golpea su Essen, su cacharro, grita, canta el himno o la marcha, aúlla, y en cada ruido dice: estoy en casa. La cuarentena se convirtió en una prueba crucial de la relación entre sociedad y Estado. En palabras de Sebastián Carassai, funciona por ´superstición cívica´: para mucha gente el Estado sabe por qué lo hace. Quienes viven de narrar el minuto a minuto de la rivalidad política parecen sorprendidos con que el Estado haya podido crear una conducta. Los grados de aceptación fueron sensatos. El fatídico viernes 3 de abril vino también de una ´obediencia´ extrema: el día que mucha gente tenía que cobrar. Porque, mientras recordábamos a los soldados que lucharon por Malvinas, vimos la excepción en la excepción. Lo que no tenía que pasar. Colas de jubilados amontonados entre sí por cobrar. La situación cambió bastante el fin de semana. Las fallas, inadmisibles, también hablan del estado de cosas: un gobierno que ante una falla contuvo y recalculó. Lo que venía de fondo no era tampoco fácil. Muchas crónicas dieron cuenta de lo que pasa en los barrios humildes. Hay una variante de la cuarentena: el quedate en casa transformado a quedate en el barrio evidenciando la realidad y el hacinamiento de millones de personas. La cuarentena volvió a desnudar el máximo desafío de la gobernabilidad argentina… gobernar los Conurbanos”.

El virus bisagra no era cuento

Y en un país que viene arrastrando un tercio de la población pobre, servicios públicos dañados, una economía con inflación y recesión, la relación de muchos con la política no tiene mediaciones y se resume: el político gana lo que me gustaría ganar a mí. Y muchos de los que cacerolean o manifiestan (no importa cuándo) no juegan en la mesa de poker grande, ni reciben el apoyo estatal para los que están peor. La tarea de ´reivindicar´ la política que muchos practican frente a estas cuitas de balcón o calle incluye distinguir niveles de discusión”. (…) Habrá que ver a que altura está cada quien. De eso dependerá la supervivencia política post pandemia. Habrá que ver…

Fuentes: NA, LPO, MR, Radio Nacional, Miradas al Sur, propias

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