Página de cuento 787

Kachavara For Ever – Parte 30

Por Carlos Alberto Nacher
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Así, entre charlas, tortas fritas y grapa al anís importada de La Rioja, llegó la noche. Las tortas fritas estaba un poco gomosas, y quizá algo envejecidas, sin embargo, a esta altura de los acontecimientos eran un manjar. Habían encontrado dos tortas fritas en una caja que decía en su tapa “Kit de supervivencia”. La repartieron en partes similares, nunca iguales, y las comieron con fruición, con devoción, como un ritual alegórico a la vida, al amor a la vida, al respeto por la vida. Al respecto, se podría escribir mucho, pero nada sería suficiente. Es por eso que he decidido escribir poco sobre esta situación emocional terminal de los personajes, que estaban experimentando una experiencia casi mítica, en la que sobraban los motivos para sentirse desahuciado, finiquitado, y sin embargo, en algún recóndito lugar de sus corazones, seguía encendida inquebrantable, la llamita de la vida, el aferrarse al último diminuto bocado de torta frita húmeda, llenar la boca con ese mínima ostia sagrada del submundo y masticar una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, y vuelta a empezar, como en una gimnasia comedera y angustiosa, mirando la nada, mirando la pared de enfrente alumbrada por un candil ínfimo. Y vuelta a masticar la fritura antigua, y vuelta a contar, a humedecer con saliva aquella mezcla de sal, chicharrón, grasa de chancho y harina cuatro ceros, hasta tragar todo el bolo, y así homenajear, una vez más, a la vida humana.
Uno de los sin orejas y sin nariz se puso a contar cuentos, chistes viejos, repetidos, remanidos, repetodis, remanodis, cuentos de toribios, de barazutos, de ñanquetrules. Pero este aburrimiento llegó a su fin cuando otro de los refugiados encontró, detrás de unas viejas motosierras que no funcionaban del todo bien, un cajón lleno hasta la gorra de botellas de grapa añosa.
Entre gritos de júbilo se desató la fiesta grapal. Abrieron una botella y la tomaron, y después otra, y otra, y otra, y como si fuera el último día de la humanidad, y ellos los últimos sobrevivientes, cantaron, rieron, lloraron y se agarraron un bonete apoteótico, colosal, atómico, galáctico.
La grapa había hecho un doble efecto en la consciencia de Anthony, que ya había olvidado si su apellido era Kachavara o bien Kachavillani. Este doble efecto se manifestaba, por un lado, con un bloqueo total de los músculos linguales y sublinguales, lo que le impedía pronunciar correctamente tanto las vocales como las consonantes, y le imposibilitaba por completo realizar de manera completa una palabra de más de dos sílabas. Asimismo, a su embotado cerebro las esdrújulas le resultaban un enigma, como si fuesen palabras de un dialecto mágico de las tierras altas escocesas.
Por otra parte, el elevadísimo contenido alcohólico de la grapa riojana anisada (de la cual se desconocía si provenía de Aimogasta, Sanagasta, Tinogasta, o bien de Connecticut) le había liberado por completo el componente ácido de la libido, y ni que decir del componente alcalino, y estos dos locos elementos químicos descontrolados, al mezclarse en el seno occipital izquierdo y afectar al cerebelo y a la cola de Hamster, provocaban un fuerte aumento de la testosterona y otras hormonas masculinas ocultas, lo cual despertaban en él unas irrefrenables ansias de copular o al menos, de tocar algo. Fue así que, sigilosamente, haciéndose el distraído como perro que se lo están culiando, fue acercándose a Fatimota y arrimó al máximo su boca y nariz al cuello de la misma. El carassius aferrado al cogote de Anthony comenzó a vibrar, a temblar, y parecía querer decir algo. Colocó la mano derecha por detrás de la muchacha, hasta aferrar una porción lateral de su costillar y, muy sutilmente, media teta. Con la otra, mejor dicho, con un dedo índice y otro mayor de la otra, tomó delicadamente el mentón de Fatimota, atrayéndolo hacia sí. Fatimota lo dejó hacer, acercó su boca a la de él, y en el último instante, recibiendo de lleno su aliento a grapa, le dijo, casi en un susurro imperceptible:
“¡Ay Anthony! ¡Quedate quieto!”
Continuará…

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