EL FUTURO QUE PLANTEA LA PANDEMIA DESVELA A POBRES, PERO TAMBIÉN A RICOS. EL SIMBRONAZO PRODUCTIVO REPLANTEA VÍNCULOS PROFUNDOS: EL MUNDO QUE VIENE PUEDE QUE NO SEA NI TAN SOLIDARIO NI TAN JUSTO. LOS PELIGROS DE LAS REVOLUCIONES VIRTUALES Y EL NUEVO ORDEN QUE NO SE DEBE PERDER DE VISTA

Cuidado con el atrapa sueños

Por Trivia Demir

Cuesta dormir durante el confinamiento. Hay noches en las que es más difícil conciliar el sueño y otras en las que nos despertamos antes de tiempo. A veces incluso dormimos más horas, pero aun así nos despertamos más cansados. A todo eso se le suman, en muchos casos, pesadillas en las que aparece el coronavirus. Es que el aislamiento y la rutina no permiten que vuelen los otros sueños, lo que se vinculan con la esperanza y la proyección de las vidas. Desde el empresario más poderoso al malabarista callejero, desde el científico ansioso hasta el deportista deprimido, todos miran con desconfianza el futuro inmediato y les cuesta conciliar el sueño.
En Chubut, la crisis del coronavirus apenas tapa la otra, la crisis endémica permanente económica. Para colmo ayer, el desplome a cero del principal commodity que sostiene las arcas públicas terminó de rematar las expectativas que ya venían con respiración asistida.
Dicen los expertos que en ese marco, dormir peor estos días es normal. La neuróloga Milagros Marino, miembro del comité científico de la Sociedad Española del Sueño. La doctora apunta que estamos pasando por “mucha ansiedad” y “un estrés permanente”. A la preocupación por la situación se le suma la incertidumbre: “No sabemos cuándo va a acabar esto ni cómo va a ser nuestra vida cuando termine”.
Coincide Diego Redolar, neurocientífico e investigador de los estudios de Ciencias de la Salud de la UOC, que además apunta que con el confinamiento “perdemos señales externas que ayudan a nuestro cerebro a regular los ritmos circadianos”. Sin tanta la luz y sin los hábitos sociales, “fallan las señales externas”, y se apaga parte de la alegría de vivir.
Hay quienes tratan de encontrarle un final feliz al confinamiento y apuntan a que ´nos cambiará´ y será ´para mejor´. Sin embargo el optimismo no debe pecar de incredulidad en un mundo regido por intereses extremos, bien alejados de la voluntad popular.

El peso de tener

A pesar de todo el riesgo que de hecho no se debe minimizar, el pánico que ha desatado la pandemia de coronavirus es desproporcionado. Ni siquiera la “gripe española”, que fue mucho más letal. Y porqué? Precisamente por los efectos devastadores sobre la economía que trae este virus.
¿Pero a qué se debe en realidad esto? ¿Por qué el mundo reacciona con un pánico tan desmesurado a un virus? Emmanuel Macron habla incluso de guerra y del enemigo invisible que tenemos que derrotar. Angela Merkel pide el “sinceramiento” de la génesis del virus. Estados Unidos le tira el carro a China. Y China en las últimas semanas se lo endosa a un atentado terrorista estadounidense para atacarlos y responsabilizar a sus laboratorios de Wuhan, en el marco de la guerra comercial que ya se había tensado demasiado. «Podría haber sido el ejército estadounidense quien trajo la epidemia a Wuhan», manifestó Zhao Lijian, portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores chino.

La nueva ofensiva

En este juego de culpas el filósofo surcoreano Byung-Chul Han, pone un poco de luz en reflexiones que vale la pena analizar: “¿Nos hallamos ante un regreso del enemigo? La ´gripe española´ se desencadenó en plena Primera Guerra Mundial. En aquel momento todo el mundo estaba rodeado de enemigos. Nadie habría asociado la epidemia con una guerra o con un enemigo. Pero hoy vivimos en una sociedad totalmente distinta.
En realidad hemos estado viviendo durante mucho tiempo sin enemigos. La guerra fría terminó hace mucho. Últimamente incluso el terrorismo islámico parecía haberse desplazado a zonas lejanas. Hace exactamente diez años sostuve en mi ensayo La sociedad del cansancio la tesis de que vivimos en una época en la que ha perdido su vigencia el paradigma inmunológico, que se basa en la negatividad del enemigo. Como en los tiempos de la guerra fría, la sociedad organizada inmunológicamente se caracteriza por vivir rodeada de fronteras y de vallas, que impiden la circulación acelerada de mercancías y de capital. La globalización suprime todos estos umbrales inmunitarios para dar vía libre al capital. Incluso la promiscuidad y la permisividad generalizadas, que hoy se propagan por todos los ámbitos vitales, eliminan la negatividad del desconocido o del enemigo. Los peligros no acechan hoy desde la negatividad del enemigo, sino desde el exceso de positividad, que se expresa como exceso de rendimiento, exceso de producción y exceso de comunicación. La negatividad del enemigo no tiene cabida en nuestra sociedad ilimitadamente permisiva. La represión a cargo de otros deja paso a la depresión, la explotación por otros deja paso a la autoexplotación voluntaria y a la autooptimización. En la sociedad del rendimiento uno guerrea sobre todo contra sí mismo”, afirma.

Umbrales inmunológicos y cierre de fronteras

Agrega que no es de extrañar entonces que en medio de esta sociedad tan debilitada inmunológicamente a causa del capitalismo global irrumpe de pronto el virus. Llenos de pánico, volvemos a erigir umbrales inmunológicos y a cerrar fronteras. El enemigo ha vuelto. Ya no guerreamos contra nosotros mismos, sino contra el enemigo invisible que viene de fuera. El pánico desmedido en vista del virus es una reacción inmunitaria social, e incluso global, al nuevo enemigo. La reacción inmunitaria es tan violenta porque hemos vivido durante mucho tiempo en una sociedad sin enemigos, en una sociedad de la positividad, y ahora el virus se percibe como un terror permanente.
Pero hay otro motivo para el tremendo pánico. De nuevo tiene que ver con la digitalización. La digitalización elimina la realidad. La realidad se experimenta gracias a la resistencia que ofrece, y que también puede resultar dolorosa. La digitalización, toda la cultura del ´me gusta´, suprime la negatividad de la resistencia. Y en la época posfáctica de las fake news y los deepfakes surge una apatía hacia la realidad. Así pues, aquí es un virus real, y no un virus de ordenador, el que causa una conmoción. La realidad, la resistencia, vuelve a hacerse notar en forma de un virus enemigo. La violenta y exagerada reacción de pánico al virus se explica en función de esta conmoción por la realidad.

El desmoronamiento económico, sin vacuna

La reacción pánica de los mercados financieros a la epidemia es además la expresión de aquel pánico que ya es inherente a ellos. Las convulsiones extremas en la economía mundial hacen que esta sea muy vulnerable. A pesar de la curva constantemente creciente del índice bursátil, la arriesgada política monetaria de los bancos emisores ha generado en los últimos años un pánico reprimido que estaba aguardando al estallido. Probablemente el virus no sea más que la pequeña gota que ha colmado el vaso. Lo que se refleja en el pánico del mercado financiero no es tanto el miedo al virus cuanto el miedo a sí mismo. El crash se podría haber producido también sin el virus. Quizá el virus solo sea el preludio de un crash mucho mayor.

La otra mirada

Žižek afirma que el virus ha asestado al capitalismo un golpe mortal, y evoca un oscuro comunismo. Cree incluso que el virus podría hacer caer el régimen chino. Pero todo indica que se equivoca. Nada de eso sucederá. China podrá vender ahora su Estado policial digital como un modelo de éxito contra la pandemia. China exhibirá la superioridad de su sistema aún con más orgullo. Y es casi seguro que tras la pandemia, el capitalismo continuará aún con más pujanza. Y los turistas seguirán pisoteando el planeta. El virus no puede reemplazar a la razón. Es posible que incluso nos llegue además a Occidente el Estado policial digital al estilo chino. Como ya ha dicho Naomi Klein, la conmoción es un momento propicio que permite establecer un nuevo sistema de gobierno. También la instauración del neoliberalismo vino precedida a menudo de crisis que causaron conmociones. Es lo que sucedió en Corea o en Grecia. Ojalá que tras la conmoción que ha causado este virus no llegue a Europa un régimen policial digital como el chino. Si llegara a suceder eso, como teme Giorgio Agamben, el estado de excepción pasaría a ser la situación normal. Entonces el virus habría logrado lo que ni siquiera el terrorismo islámico consiguió del todo.

Los amos, siempre serán los amos

El virus no vencerá al capitalismo. La revolución viral no llegará a producirse. Ningún virus es capaz de hacer la revolución. El virus nos aísla e individualiza. No genera ningún sentimiento colectivo fuerte. De algún modo, cada uno se preocupa solo de su propia supervivencia. La solidaridad consistente en guardar distancias mutuas no es una solidaridad que permita soñar con una sociedad distinta, más pacífica, más justa. “No podemos dejar la revolución en manos del virus. Confiemos en que tras el virus venga una revolución humana. Somos nosotras, personas dotadas de razón, quienes tenemos que repensar y restringir radicalmente el capitalismo destructivo, y también nuestra ilimitada y destructiva movilidad, para salvarnos a nosotros, para salvar el clima y nuestro bello planeta”. Con todo está bastante claro que la mejor receta para recuperar el sueño, es recuperar los sueños. Habrá que ver…

Fuentes: Na, El País, porpios. *Byung-Chul Han es un filósofo surcoreano profesor en la Universidad de las Artes de Berlín, Alemania

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