SUFRÍA UNA VARIANTE DE DEMENCIA DESDE EL 2016

A los 77 años, murió Terry jones, uno de los creadores de Monty Python

Esta semana, uno de los actores, músicos, productores, directores y guionistas más geniales de la historia del cine y la televisión mundial dejó de existir. Se trata de Terry Jones, reconocido por ser uno de miembros fundadores del grupo de cómicos británico Monty Phyton.
El actor sufría una variante de demencia que estaba afectando a su capacidad para comunicarse, por lo que se alejó de la vida pública en 2016. Un portavoz del actor galés informó de que Terry había sido diagnosticado «con afasia progresiva primaria, una variante de la demencia frontotemporal. Y debido a esta enfermedad ya no es capaz de dar entrevistas». El representante afirmó que Jones se sentía «orgulloso y honrado» por el Bafta especial que le otorgó entonces la academia británica, y se comprometió a participar en las celebraciones a pesar de su condición.

Una vida de creación

Hijo de un empleado bancario y un ama de casa, Terry estudió en el Saint Edmund College, de la Universidad de Oxford, donde conoció a Michael Palin y con él comenzó a trabajar en televisión en 1956. The Love Show fue su primer éxito, y ya fuera en solitario o en compañía de Palin continuó escribiendo para la pequeña pantalla: Late Night Line-Up o The Complete and Utter History of Britain, fueron algunos de sus trabajos.
Sin embargo, la fama llegaría con el grupo completo, porque es imposible hablar de la carrera de Terry Jones sin asociar su nombre al de los Monty Python. Michael Palin, Graham Chapman, John Cleese, Terry Gilliam y Eric Idle formaron junto con Jones el grupo humorístico británico más relevante desde los años 60.
En 1964 comenzaron el programa televisivo para la BBC, que les consagró: “Monty Python’s Flying Circus” se extendió a lo largo de una década y además de participar en la creación del espectáculo, Jones se ocupó de la composición de los temas musicales. El final de la serie coincidió con el debut de Jones como director. “Los caballeros de la mesa cuadrada y sus locos seguidores” (1974), codirigida por Terry Gilliam, no es sólo un divertido repaso de la vida en la Edad Media y de todas las películas del género, sino la presentación del grupo fuera de las fronteras británicas. Aunque ya se habían estrenado en la gran pantalla con And Now for Something Different, ésta no había sido sino la transposición de los mejores sketches de «Monty Python’s Flying Circus».
La obra maestra del grupo y de Jones como director llegó en 1979, “La vida de Brian”. La película fue acusada, tanto en Gran Bretaña como en Estados Unidos, de ser una película blasfema. Y si bien los Monty Python invirtieron tiempo y esfuerzos en defenderla alegando que no era una sátira de la religión, sino del fanatismo, siempre fue esa la mayor paradoja de su obra.
El tercer título de Jones como director fue la cuarta película del grupo, “El sentido de la vida” (1983). Con ella regresaron a la estructura del primer trabajo, estructurando los gags en torno a sus temas favoritos: nacimiento, educación, sexo, comida, militarismo y muerte. No consiguió el éxito de taquilla esperado, pero ganó el Gran Premio del Jurado en el Festival de Cannes en 1983.

Sin los Monty

Cuando se disolvió el grupo, Jones se dedicó principalmente a la televisión, donde fue guionista, presentador y también dirigió un capítulo de Las aventuras del joven Indiana Jones y documentales de historia.
En 1986, Jones por primera vez se desmarcó de los Monty Python y dirigió “Servicios muy personales” con un guión de David Leland. A partir de la supuesta biografía de una «madame» inglesa, Terry Jones repasa en clave de comedia las perversiones sexuales de los ingleses y la forma que tiene la ley británica de enfrentarse a ellas. Dos años después contó con la participación de John Cleese, Tim Robbins y Mickey Rooney para poner en marcha un proyecto que había nacido como un cuento para su hijo de siete años: “Erik, el vikingo” (1989). El recurso cómico principal es la utilización de anacronismos en la historia de un vikingo que emprende un viaje al Walhalla para pedir a los dioses que la luz del sol sustituya al mal. Y recogiendo la intención con la que había nacido la historia, fue el público infantil quien más disfrutó de esta aventura.
El siguiente trabajo de Jones como director es una adaptación del célebre cuento de Kenneth Grahame. “El viento en los sauces” (1996), premiada en el Festival Internacional de Cine Infantil de Chicago, también es un claro trabajo para el público infantil, porque a pesar del trasfondo social del que el grupo y Jones han impregnado a sus películas, esta adaptación evita incluso las burlas que el propio Grahame hace en su relato, hacia el sistema de clases británico.
La labor de Jones como director, sin embargo, no es suficiente para conocer su participación cinematográfica y su contribución al humor. Sus intervenciones como actor, guionista, escritor y compositor, dan una idea bastante completa de lo homogéneo de su trabajo. El tipo de historias a que está asociado su nombre entroncan con la tradición literaria inglesa en dos sentidos: aquella que le une al «sinsentido», y que incluso recoge explícitamente en su interpretación como actor en la película Jabberwocky, basada en un poema de Alicia en el País de las Maravillas, y aquella que le transporta a los orígenes mismos de la escena inglesa, cuando tanto los papeles masculinos como femeninos eran interpretados por hombres.
En septiembre de 2016, fue diagnosticado con afasia progresiva primaria, un tipo de demencia, lo que le impedía hablar y comunicarse con normalidad.

I’m losing patience with my neighbours, Mr Bush

En el 2003, George Bush era presidente de Estados Unidos, y había emprendido su tristemente célebre Guerra del Golfo en Irak, Terry Jones les escribe una carta pública.

Estoy entusiasmado con la última razón que da George Bush para bombardear Iraq: se le agota la paciencia. ¡A mí me pasa lo mismo!
Llevo un tiempo bastante molesto con el Sr. Johnson, que vive dos puertas más abajo. Bueno: con él y con el Sr. Patel, que regenta la tienda de comida naturista. Los dos me miran mal, y estoy seguro de que el Sr. Johnson planea algo horrible contra mí, aunque aún no he podido descubrir el qué. He estado husmeando su casa para ver qué pretende, pero tiene todo bien escondido. Así es de taimado.
En cuanto a Patel, no me pregunten cómo lo sé, el caso es que sé de buenas fuentes- que en realidad es un asesino en serie. He llenado la calle de panfletos explicando a la gente que si no actuamos primero, nos irá liquidando uno a uno.
Algunos de mis vecinos dicen que si tengo pruebas, que vaya a la Policía. Qué ridiculez. La Policía diría que necesitan evidencia de un crimen del que acusar a mis vecinos.
Saldrían con interminables sutilezas y objeciones sobre los pros y los contras de un ataque preventivo, y mientras tanto, Johnson estaría finalizando sus planes para cometer actos terribles contra mi persona, mientras Patel estaría matando gente en secreto. Ya que soy el único de la calle con un arsenal decente de armas automáticas, me doy cuenta de que es cosa mía mantener la paz. Pero hasta hace poco ha sido algo difícil hacerlo. Ahora, sin embargo, George W. Bush ha dejado claro que todo lo que necesito es que se me agote la paciencia, ¡y ya puedo tirar hacia delante y hacer lo que quiera!
Y reconozcámoslo, la política cuidadosamente razonada de Bush con respecto a Iraq es la única manera de conseguir la paz y la seguridad internacionales. La única manera segura de parar a los terroristas fundamentalistas suicidas que amenazan a EE.UU. y al Reino Unido es bombardear algunos países musulmanes que nunca nos han amenazado.
¡Por eso quiero volar el garaje de Johnson y matar a su mujer y sus hijos! ¡Ataquemos primero! Eso le dará una lección. Así nos dejará en paz y dejará de mirarme de esa manera tan absolutamente inaceptable.
El Sr. Bush deja claro que todo lo que él necesita saber antes de bombardear Iraq es que Saddam es un hombre desagradable de verdad y que tiene armas de destrucción masiva aunque nadie pueda encontrarlas-. Estoy seguro de que tengo la misma justificación para matar a la esposa y a los hijos de Johnson, que tiene Bush para bombardear Iraq.
El deseo a largo plazo del Sr. Bush es hacer del mundo un lugar más seguro, eliminando a los estados peligrosos y al terrorismo. Una intención a largo plazo bien pensada, porque, ¿cómo diablos se sabe cuándo se ha acabado? ¿Cómo sabrá Bush cuándo ha acabado con todos los terroristas? ¿Cuando todos los terroristas hayan muerto? Pero un terrorista sólo lo es una vez que ha cometido un acto de terror. ¿Qué pasa con los futuros terroristas? Ésos son los que realmente hay que eliminar, porque la mayor parte de los terroristas conocidos, como son suicidas, se eliminan ellos solos.
¿Tal vez el Sr. Bush necesita acabar con todos los que podrían, quizá, ser futuros terroristas? ¿A ver si es que no puede estar seguro de lograr su objetivo hasta que cada fundamentalista islámico esté muerto? Pero resulta que algunos musulmanes moderados pueden convertirse en fundamentalistas. ¿Será que lo único seguro que quepa hacer, según Bush, sea eliminar a todos los musulmanes?
Lo mismo pasa en mi calle. Johnson y Patel son sólo la punta del iceberg. Hay docenas de personas en la calle a las que no gusto y que francamente- me miran muy mal. Nadie estará seguro hasta que yo los haya eliminado a todos.
Mi mujer me dice que a lo mejor estoy yendo demasiado lejos, pero yo le digo que lo único que hago es usar la misma lógica que el Presidente de los Estados Unidos. Con eso le callo la boca.
Igual que le ocurre al Sr. Bush, a mí se me ha acabado la paciencia, y si esa es razón suficiente para el Presidente, también lo es para mí. Le daré a la calle entera dos semanas… no, diez días, para que salgan a la luz y entreguen a todos los extraterrestres y piratas interplanetarios, a los forajidos galácticos y a los cerebros terroristas interestelares, y si no los entregan amablemente y me dicen gracias, voy a hacer explotar la calle entera.
Tan sensato es esto como lo que se propone George W. Bush. ¡Y al contrario de lo que él pretende, mi política sólo destruirá una calle!

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