LOS JÓVENES MUERTOS, POSTAL DE UNA JUVENTUD QUE AGONIZA

Qué dice sobre los adultos el último homicidio ocurrido en Madryn

Por Lazarillo de Tormes

Durante las últimas décadas, la vida para los jóvenes se volvió un poco más difícil. No es la misma juventud aquella de los eternos ‘90, que la que sobrevino al cambio de paradigma comunicacional, donde la digitalización de la vida también generó una inevitable exposición de las personas; entre ellas, los adolescentes.
El último homicidio ocurrido en Puerto Madryn sacudió a los lugareños por las propias características de la víctima, un joven de 18 años, seguramente con sueños y proyectos como cualquier otro. Con virtudes y defectos, aciertos y equívocos propios de una persona de dicha edad.
Mientras que el contexto en el que tuvo lugar el crimen es todavía enigmático por fuera del hermetismo judicial que rodea la causa, lo que queda es el análisis de un segmento poblacional que, de un tiempo a esta parte, ha mostrado sus fracturas con una crudeza visceral.

Denominadores comunes

En términos generales, la juventud en Argentina está expuesta de manera automática a los sinsabores de una sociedad injusta, aquella que tantos adultos han sabido construir durante las últimas generaciones: hace dos décadas, el consumo de droga era el límite para los pocos que se topaban con la oportunidad de cruzar aquella puerta; hoy, representa un desafío del cual, quedar afuera sería algo así como quedar afuera de un club social o un grupo de amigos.
Inclusive, las últimas causas que incursionaron en el flagelo del narcomenudeo encontraron en sus protagonistas a adolescentes y jóvenes -ni siquiera adultos- que compartían gustos musicales, actividades específicas y que terminaron siendo compañeros tanto dentro de la Ley, como fuera de ella.

Resarcimiento y culpabilidad

Podemos afirmar que la Justicia no existe en términos reales; sí, en su concepto nominal teniendo en cuenta la estructura judicial que se encarga de determinar la culpabilidad de uno o más sujetos cuando ocurre un ilícito.
Pero llegar a dicha instancia, donde el cuerpo de un joven asesinado de siete puñaladas fue hallado en las inmediaciones de una playa madrynense, da cuenta de que la Justicia seguramente será para sus familiares, en calidad de resarcidos, y los responsables, en su carácter de culpables; pero no para la víctima.

Sin punto de equilibrio

Si la infancia es el punto de partida y la longevidad el de llegada, podríamos decir que la vida adulta se encuentra en el medio de ambos tramos; y que la juventud, por la idiosincrasia propia de la adolescencia, no está en un punto medio, sino un poco más al costado.
Y es en ese punto donde ha sabido construirse un universo de problemáticas que muchas veces son dejadas de lado y que, por cierto, han sido desatendidas por buena parte de la sociedad: el fácil acceso a las drogas, la sexualización de la adolescencia, la falta de oportunidades para quienes no tienen dinero, el exceso de oportunidades para quienes tienen dinero -que en definitiva constituyen la misma situación-, entre otros.
En Madryn ha habido homicidios de adolescentes, suicidios, batallas campales entre grupos antagónicos; y la cantidad de hechos no ha sido mayor a lo que reviste, en términos de proporcionalidad, a la densidad poblacional de la ciudad; no obstante, ello no disminuye la gravedad de algunos indicadores.

El mundo, un lugar injusto

Los adolescentes y “adultos menores” no solamente están expuestos a la interminable lista de problemas y flagelos en Puerto Madryn, sino que se trata de una realidad que atraviesa a dicho sector etario, incluso, a nivel global.
Tal vez, los problemas que hoy caen sobre los jóvenes sean los problemas que los adultos no han podido resolver respecto de sí mismos, donde el peso que debe soportar cada nueva generación es interminablemente mayor, tanto en términos económicos como también sociales.
Hoy, la juventud es una herida sangrante que resalta las imperfecciones de una sociedad víctima de sí misma. Pero, como bien dice la antigua frase, “cada víctima es, secretamente, un victimario”, por lo que la realidad nos encuentra inmersos en la necesidad de hacernos cargo de los jóvenes y de sus virtudes y aciertos, que no son más que un reflejo de aquellas que exhiben los adultos.

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