SU OBRA SE VIRALIZÓ A TRAVÉS DE LOS ALMANAQUES Y LLEGÓ A CAUTIVAR A WALT DISNEY

Molina Campos, un artista que exaltó nuestras tradiciones

El 16 de noviembre de 1959, en Buenos Aires, falleció el polifacético y carismático artista Florencio Molina Campos. Dedicó su obra a exaltar las tradiciones de la tierra y sus paisanos. «Yo le diría a los escritores, a los músicos, a los pintores: vayan a la pampa, a los montes, a las sierras y recojan nuestro inmenso caudal disperso, que aún está a tiempo para salvar el folklore nativo. ¡Triste será que las futuras generaciones nos pidan cuentas! ¡Triste será que no podamos decirles que fue del gaucho, y que hemos hecho por mantener la Tradición Nacional!», señalaba el artista. Nació el 21 de agosto de 1891, y lo bautizaron como Florencio de los Ángeles Molina Campos. Porteño, moderno en el vestir, amante de la música clásica, a los 35 años realizó su primera exposición, como aficionado y con gran éxito, que le abrió la puerta a su vocación por la pintura. Destacaba que su gran maestra fue la naturaleza y su verdadera escuela el campo argentino.

Tiléforo Areco

De niño, Molina Campos pasaba sus vacaciones en la estancia materna «Los Angeles», en General Madariaga, a 30 kilómetros de la Costa Atlántida. Tenía nueve años cuando para entretenerse en los días de lluvia empezó a dibujar sus primeros gauchos. El capataz de la estancia era Tiléforo Areco y se trasformaría en el personaje principal de sus cuadros. Un detalle en sus obras eran los dos estribos de los caballos, herencia de la familia Molina.
Al morir su padre, él y su familia abandonan su vivienda en la Estancia «La Matilde» (en Chajarí, Entre Ríos) para instalarse en Buenos Aires. A manera de escapatoria, comienza a escirbir cuentos camperos y realiza dibujos que recuerdan su vida en el campo.

Su técnica

Comenzaba por los cielos. Luego colocaba las figuras que había dibujado en un papel manteca. Las pintaba con sus pinceles de «marta» y dejaba para el final el detalle de los ojos. Sus primeros trabajos fueron con tintas, luego acuarelas y pastel para encontrar en la témpera su medio predilecto. Nunca consideraba terminadas sus obras.
El 14 de marzo de 1930, la Firma Argentina de Alpargatas contrató al dibujante para pintar 12 obras, una para cada mes del año 1931, su primera presencia en un almanaque, tradición que continuó hasta 1936 con contratos anuales.

Difusión inusitada

Luego, retomó el hábito entre 1940 y 1945. Cerca de 18 millones de láminas, con sus obras, le dieron una difusión y promoción únicas. Los almanaques se veían en las estaciones de trenes, almacenes, pulperías, etc. Asimismo, los afiches difundían una prenda de vestir usada por las ditintas clases sociales, no solo por el gaucho.
Desde 1934, y por tres años, relatará en ellos la historia de Tiléforo Areco, su personaje más famoso: su regreso al pago, el encuentro con la «culandera» que le dice que va a conocer a una mosa y se va a casar, su llegada a la pulpería, su rancho, los preparativos de la boda y la llegada de su hijo. En 1940 incorpora motivos de otras regiones argentinas y no tanto de pagos gauchescos.

Fuente: Secretaría de Cultura de la Nación

ÚLTIMAS NOTICIAS